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¿Y si echamos a los empresarios del país? Opinión

¿Y si echamos a los empresarios del país?

«Es recomendable sacar la cabeza del agua por un momento y hacer un análisis un poco más moderado. El rol de los emprendedores en cualquier sociedad es invaluable, pues en un sistema de libertades son los empresarios y emprendedores los que toman riesgos y cambian nuestra calidad de vida. Los grandes avances de la sociedad nunca han venido de oficinas gubernamentales. La riqueza se crea, y el liderazgo y visión de los emprendedores junto con el trabajo de sus empleados es lo que nos ayuda a derrotar la pobreza y a elevar nuestra calidad de vida. Todos esos trabajos no existirían de otra manera. El gobierno no tiene ninguna posibilidad de reemplazar el fundamental aporte del sector privado, de hecho, en todas las sociedades donde se ha intentado esto, ha fracasado de forma magnífica».


Hace un par de días, Hernán Büchi anunció por la prensa que dejaría el país, el cual a su juicio presentaba “incerteza jurídica”, entre otras cosas. De su entrevista se observa una acertada crítica en relación con el lenguaje popular actual que culpa a los empresarios de todos los males de la sociedad, mezclado con un ingrediente que hace complicado empatizar con el ex ministro, pues realiza una cuasidefensa de los delitos financieros que lo acerca al fanatismo y golpea su credibilidad.

Su caso se une en la opinión pública a todos los líos que enfrenta el grupo Luksic, que como resultado han desembocado en una crítica común: el empresario en Chile es un abusador, que ha usurpado la riqueza de los trabajadores y provocado todos los males de la sociedad.

El odio hacia ellos es absolutamente desmedido. Lo mejor es echarlos del país, parece ser el mensaje. Entonces… ¿los echamos?

Como mencioné en una columna anterior, en cualquier caso en que existe una estrecha relación entre empresarios y gobernantes estamos en presencia de capitalismo entre amigos, lo que en ningún caso es un libre mercado.

Delincuentes hay en todas las esferas de la sociedad, y si un empresario comete algún delito, se le debe castigar.
Pero lamentablemente el nuestro es un país de prejuicios y estereotipos. Cuando vemos que un “lanza” vive en X población, inmediatamente creemos que todos los jóvenes de esa población son “lanzas”. Cuando vemos en las noticias que un inmigrante cometió un delito, queremos echar a los inmigrantes del país porque “son todos delincuentes”.

Este –perdónenme la palabra– estúpido pensamiento se ha repetido peligrosamente con los empresarios. Escuchamos noticias sobre posibles delitos y listo: echemos a todos los empresarios ladrones del país, pues son la razón de nuestra pobreza y de la desigualdad. Hemos llegado al punto en que un parlamentario insulta fuertemente en plena sesión del Congreso a un ciudadano y es incluso celebrado por una parte no menor de la población. La palabra “empresario” ha seguido en el paredón de fusilamiento popular a las ya linchadas “neoliberalismo” y “lucro”. Como dijo Roberto Méndez de Adimark hace un tiempo: “Prefiero decirle a mi madre que soy encuestador, porque si le digo que soy empresario me echa de la casa”.

Es recomendable entonces sacar la cabeza del agua por un momento y hacer un análisis un poco más moderado. El rol de los emprendedores en cualquier sociedad es invaluable, pues en un sistema de libertades son los empresarios y emprendedores los que toman riesgos y cambian nuestra calidad de vida. Los grandes avances de la sociedad nunca han venido de oficinas gubernamentales. La riqueza se crea, y el liderazgo y visión de los emprendedores junto con el trabajo de sus empleados es lo que nos ayuda a derrotar la pobreza y a elevar nuestra calidad de vida. Todos esos trabajos no existirían de otra manera. El gobierno no tiene ninguna posibilidad de reemplazar el fundamental aporte del sector privado, de hecho, en todas las sociedades donde se ha intentado esto, ha fracasado de forma magnífica.

En los únicos casos documentados en toda la historia humana en donde una masa gigantesca de gente ha logrado salir de la pobreza ha sido a través del sistema de libre emprendimiento (con muy baja intervención estatal), en el cual el empresario honesto es pieza fundamental. Ojalá estuviera lleno de empresarios creando riqueza y trabajos por todo el país.

Todo esto toma aún más importancia cuando nos enteramos de que el desempleo en Santiago alcanzó en marzo un 9,4%. Detrás de este sensible número hay personas que sienten que no sirven, que dudan de sus habilidades, que deben llegar cada tarde a la casa con los brazos cruzados y mirar a los ojos a su familia. Cuánto agradecería ese padre de familia que llegara un “vil empresario” y le ofreciera un trabajo con el que poder sustentar a su familia.

Cuánto agradecería ese padre de familia que llegara un capital extranjero e instalara su empresa en Chile, y así abriera nuevos puestos de trabajo. Imagínate ahora que no solo no llegan nuevos emprendedores, sino que los que ya están comienzan a irse. Nuevas familias se quedan sin ingresos, los que no podrán obtener de ningún otro lado. La torta comienza a achicarse. Pronto no serán solo ellos, sino los vecinos, los tíos y sus familiares. ¿Ese es el país que queremos? ¿Echamos a los empresarios del país?

Un delincuente es un delincuente, y un empresario es un empresario. Son dos cosas distintas. Yo soy pro emprendedores, pro empresarios y antidelincuentes. Es muy positivo que se denuncie y castigue a los empresarios que cometen delitos, así como es muy positivo que se castigue también a los no-empresarios que cometen delitos.

Dejemos los prejuicios y estereotipos a un lado y abracemos el aporte que significa para todos nosotros un conciudadano que decide emprender y formar su empresa, pues cuando nos alzamos como sociedad a criticar a quienes producen, lo único que estamos haciendo es dispararnos en el pie. Thomas Sowell dijo una vez: “Uno de los tristes signos de nuestros tiempos es que hemos demonizado a los que producen, subsidiado a los que se rehúsan a producir y canonizado a los que se quejan”. No nos transformemos en ese tipo de sociedad.

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