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Economía y droga conviven como universos paralelos en Colombia

Economía y droga conviven como universos paralelos en Colombia


Este año, una banda dedicada a la cocaína cerró toda una región en el norte de Colombia, quemando los autos que desafiaban sus órdenes de mantenerse fuera de las autopistas. Hubo policías asesinados y un camionero resultó muerto.

En lo que podría muy bien ser un universo paralelo, los ejecutivos de finanzas del país, educados en las instituciones más prestigiosas del mundo, están negociando su esperado ingreso en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, el club de países ricos con los niveles de gobernanza y transparencias más altos. La economía creció 3,1 por ciento el año pasado, superando a todos los grandes países del continente americano, excepto Perú.

“Es nuestra esquizofrenia”, dijo Ana Fernanda Maiguashca, codirectora del banco central que creció en Cali cuando la ciudad albergaba a los traficantes de drogas más ricos del mundo, antes de obtener una beca para la Universidad de Columbia en Nueva York.

Como señala Maiguashca, Colombia es una dicotomía. Según algunos parámetros, es la economía más estable de Sudamérica, pero también el núcleo violento y caótico de la industria mundial de la cocaína. En tanto las guerrillas y los cárteles de la droga sembraban el caos en los últimos decenios, tecnócratas muy calificados manejaban sus finanzas, permitiendo que el país evitara los impagos de deuda, la hiperinflación y las regresiones que han aquejado al resto de la región.

¿País desarrollado en 2023?

Ahora el gobierno está a punto de firmar un acuerdo para desmantelar las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, o FARC, un grupo marxista, después de décadas de conflicto civil. El acuerdo está siendo promocionado como un gran paso adelante para Colombia, que impulsará la inversión y eliminará un gran obstáculo a la producción de riqueza. El ministro de Finanzas, Mauricio Cárdenas, ha dicho que Colombia puede llegar a ser un país desarrollado en 2023.

Sin embargo, los académicos señalan que la diseminación de bandas criminales y el riesgo de que invadan territorio abandonado por las FARC podrían actuar como un freno al objetivo de la tecnocracia.

Si, por el contrario, se puede eliminar a los grupos armados, el nivel de vida de Colombia puede converger con el de países más ricos en la región, como México y Uruguay.

La elite de funcionarios públicos en Colombia nació luego de la crisis cambiaria de los años 1960, según Rodrigo Botero, que fue ministro de Finanzas en los años 70. Esto llevó al banco central y otras entidades a crear programas para hacer trabajo de posgrado en el exterior.

En la actualidad, prácticamente todas las personas con algún poder de decisión sobre la economía de Colombia se formaron en una universidad europea o estadounidense: el presidente (London School of Economics), el ministro de Finanzas (Berkeley), el gerente del Banco Central (Universidad de Illinois en Urbana-Champaign), el Director del Crédito Público (Harvard) y el responsable de la compañía petrolera estatal (Universidad de Nueva York).

Al mismo tiempo, grandes zonas del país apenas si tienen gobierno, lo cual permite prosperar a las bandas criminales. La débil presencia del Estado en gran parte de las zonas rurales implica que, aun en el mejor de los casos, el aspecto anárquico de Colombia continuará existiendo durante la mayor parte de una generación, según Adam Isacson de la Oficina para América Latina en Washington.

“Ya vimos en Irak y Afganistán que no se pueden sembrar, simplemente, las semillas de un gobierno funcional y esperar que broten”, dijo Isacson en una entrevista telefónica. “Si comparamos a Colombia hoy con lo que era hace 15 años, han hecho un gran avance reduciendo la proporción de Colombia que es anárquica, pero es un proceso a largo plazo”.

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