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Volatilidad e incertidumbre, ¿cuál es la diferencia? Opinión

Volatilidad e incertidumbre, ¿cuál es la diferencia?

«El mundo puede estar transitando hoy por una etapa más sensible, donde existe una reacción más visceral ante la divulgación de nueva información, pero es necesario hacer un doble clic a los nuevos datos y distinguir si cambian las decisiones de los agentes o si el desconocimiento es tal que la mejor opción es la inacción».


Desde hace unos años, experimentamos un estado en que, a medida que se conoce más información –que muchas veces sorprende positiva o negativamente–, los mercados reaccionan de forma violenta. Esto es lo que comúnmente se denomina un escenario de volatilidad, aunque en la mayoría de las ocasiones se asocia este concepto con el de incertidumbre. Y si bien es usual que se utilicen indistintamente, permítame ejemplificar las pequeñas diferencias entre ambos que son útiles de conocer.

Imagínese que va manejando un auto con todas sus mantenciones al día, por una carretera con las más modernas medidas de seguridad y con un reducido flujo vehicular. La decisión de a qué velocidad transitar probablemente estará muy cerca del límite permitido, dado que ello entrega el beneficio de reducir el tiempo de viaje. Ahora bien, hay que estar consciente de que ir a mayor velocidad implica también más riesgo. Si de un minuto a otro las condiciones cambian y se encuentra con una densa neblina, lo más probable es que su decisión sea reducir bastante la velocidad y poner mucha más atención en el camino, tratando de dilucidar si algo se aproxima. En el primer caso, el riesgo que usted toma como conductor está asociado a la volatilidad. Esto es, cuando existe más volatilidad las ganancias se pueden incrementar, pero hay también mayor riesgo de perder. En tanto, en el segundo ejemplo, el escenario cambia a uno de incertidumbre, donde nos encontramos con un grado de desconocimiento del estado futuro, e incluso muchas veces no es posible definir las distintas opciones o sus probabilidades de ocurrencias. Este es el famoso “sé que no sé”.

¿Por qué es importante conocer esta sutil diferencia entre ambos conceptos? Básicamente porque la respuesta ante ellos es totalmente distinta. En el primer escenario, ante un mayor riesgo se evalúan cuáles son las opciones y se define qué decisión tomar: una más conservadora o asumir el mayor riesgo frente a la posibilidad de obtener un beneficio superior. En cambio, en la segunda situación, el desconocimiento de qué pasará, muchas veces con consecuencias desastrosas, lleva a la inacción. Es decir, la mejor opción es no hacer nada hasta que exista más claridad acerca del panorama que se avecina.

Las consecuencias también son totalmente distintas en cada una de las dos situaciones, y para ejemplificarlo repasemos algunos episodios de los últimos años. Durante la crisis financiera, con la quiebra de Lehman Bros. se generó tal incertidumbre respecto de las inversiones en activos tóxicos en otros bancos e instituciones financieras, que hubo un freno en los préstamos interbancarios, generando a su vez problemas de liquidez, y la respuesta de la Reserva Federal con una reducción de la tasa de interés a niveles mínimos y una serie de paquetes de alivio cuantitativo. Este es el más importante estado de incertidumbre del mercado en los últimos años, y del que todavía no se recupera del todo. Por suerte, eventos como los vividos en 2008 tienen baja probabilidad de ocurrencia, aunque con altos costos.

Por otro lado, en el último tiempo podemos encontrar fácilmente ejemplos de mayor volatilidad. Los temores respecto de la situación financiera en China en agosto del año pasado y en enero del presente provocaron fuertes movimientos en los precios de los activos financieros. La votación del Brexit también tuvo sus consecuencias en los días posteriores, aunque se revirtieron luego de unos días. Incluso en la última reunión de política monetaria de la Reserva Federal se hace mención a que se observó mayor volatilidad en los mercados en los días previos a ella, debido a que algunos Consejeros emitieron declaraciones respecto a que veían más cerca un alza en la tasa de interés. Sin embargo, ninguno de estos episodios produjo un problema de incertidumbre, de estanco o de inactividad. Pese a que la revelación de nueva información distinta a la esperada genera reacciones inmediatas, el análisis más riguroso y acabado muchas veces aleja los temores y despeja el panorama futuro, evitando costos mayores.

El mundo puede estar transitando hoy por una etapa más sensible, donde existe una reacción más visceral ante la divulgación de nueva información, pero es necesario hacer un doble clic a los nuevos datos y distinguir si cambian las decisiones de los agentes o si el desconocimiento es tal que la mejor opción es la inacción. Para el primer caso es imperioso realizar una buena gestión de riesgos, y para ello existen instrumentos en el mercado financiero, principalmente derivados, que permiten cubrirlos, aunque obviamente implica reducir los beneficios. Pero lo que sí debemos evitar es el segundo estado, y para lograrlo es fundamental que quienes sean los actores responsables actúen con transparencia, con rapidez y credibilidad ante un evento que paralice a los agentes, eliminando toda niebla que aparezca en las carreteras.

Camilo Vio
Economista Banco Santander

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