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Principales bancos centrales se enfrentan a problemas similares y esta semana es clave Columna de Mohamed A. El-Erian

Principales bancos centrales se enfrentan a problemas similares y esta semana es clave

Los bancos centrales de Japón, el Reino Unido y Estados Unidos celebran reuniones de política esta semana. Estas tres instituciones, importantes desde el punto de vista sistémico, se inclinan hacia la introducción de nuevas medidas políticas, aunque diferentes entre sí. Y sin embargo, puede que los tres organismos acaben manteniendo su postura actual sin cambios. Los dilemas, individuales y colectivos, ilustran el actual nerviosismo político al que se enfrenta la economía mundial, así como la necesidad urgente de un cambio de las políticas macroeconómicas en los tres continentes.


Los bancos centrales de Japón, el Reino Unido y Estados Unidos celebran reuniones de política esta semana. Estas tres instituciones, importantes desde el punto de vista sistémico, se inclinan hacia la introducción de nuevas medidas políticas, aunque diferentes entre sí. Y sin embargo, puede que los tres organismos acaben manteniendo su postura actual sin cambios. Los dilemas, individuales y colectivos, ilustran el actual nerviosismo político al que se enfrenta la economía mundial, así como la necesidad urgente de un cambio de las políticas macroeconómicas en los tres continentes.

Con la publicación del informe trimestral sobre la inflación en el Reino Unido, el Banco de Inglaterra probablemente reitere su preocupación por el posible impacto de la incertidumbre del Brexit sobre el crecimiento, el comercio y las oportunidades de inversión. Manteniendo la línea de declaraciones anteriores, y ante el retraso del Gobierno en exponer una estrategia coherente para una salida de la Unión Europea, el banco central se inclinaría por añadir un “seguro” político adicional para el bienestar del país, entre ellos un recorte de los tipos de interés y, posiblemente, la consideración de nuevas operaciones en su balance.

No obstante, el banco central británico también ha de reconocer que el reciente crecimiento en el Reino Unido ha sido mejor de lo esperado, pese al aumento de la inflación por la drástica depreciación de la libra. Esto, unido a los crecientes -y muy lamentables- ataques políticos a la institución y a su gobernador, especialmente por parte de miembros a favor del Brexit, y el riesgo creciente a la estanflación podría mantener al banco al margen, por el momento.

Igualmente, el Banco de Japón se enfrenta a otro difícil dilema político.

Tras la sorprendente decisión de adentrarse en el terreno de unas políticas no convencionales, como los tipos de interés negativos, el banco central nipón se ha comprometido a seguir apoyando el crecimiento y elevar las expectativas inflacionistas. No obstante, hasta ahora sus esfuerzos, han sido inefectivos, y puede que contraproducentes. Y mientras el Gobierno continúa retrasando la introducción de reformas estructurales, la “tercera flecha”, hay escasa pruebas de que una mayor intervención política tuviese más éxito esta vez.

Por su parte, la Reserva Federal de Estados Unidos se enfrenta a una situación política menos problemática en lo que se refiere a consideraciones económicas y financieras, al menos en teoría. Sin embargo, esto no tiene en consideración las políticas extrañas de unas elecciones muy inusuales.

La semana pasada se conoció el crecimiento del producto interior bruto de Estados Unidos en el tercer trimestre, de un 2,9 por ciento, lo que superó el consenso de las expectativas. Mientras tanto, las medidas de inflación del mercado financiero han estado aumentando y los indicadores del mercado de trabajo se ha mantenido relativamente sólidos. Junto con lo que parece ser un reconocimiento más amplio por parte de los responsables del riesgo creciente a una inestabilidad financiera en el futuro, estos factores llevarían al Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, de sus siglas en inglés) a mostrar una inclinación por una subida de los tipos de interés cuando se reúnan esta semana.

Sin embargo, el FOMC anunciará sus conclusiones políticas tan solo unos días antes de que se celebren unas elecciones presidenciales muy contenciosas, caracterizadas por muchos giros inesperados que han incluido la incertidumbre sobre la independencia política de la Reserva Federal, así como su tradicional postura apolítica y la continuidad de su presidenta, Janet Yellen, en el puesto. En este contexto, la probabilidad de una tergiversación de la política del banco es elevada, lo que coloca a la Fed en una situación en la que llevaría todas las de perder. Esto implica que el FOMC probablemente se incline por el camino menos visible, y menos arriesgado: aplazar cualquier medida hasta después de las elecciones.

Los acontecimientos de esta semana probablemente pongan de manifiesto la medida en la que la adopción de políticas en los tres continentes está siendo socavada por “una incertidumbre inusual” provocada por factores institucionales y políticos. El resultado de las reuniones de los bancos centrales mostraría que estas instituciones, obligadas a sobrellevar un gran peso político durante demasiado tiempo, se encuentran en una fase aún más difícil.

Y los tres casos reforzarían la noción de la urgencia de este giro político que yo he descrito muchas veces este año en distintas columnas y en mi libro más reciente, “The Only Game in Town”. El cambio implicaría un distanciamiento de una dependencia prolongada y excesiva de los bancos centrales y a favor de una respuesta política más integral, que incluya reformas estructurales para fomentar el crecimiento, una gestión más equilibrada de la demanda, la reducción de focos de endeudamiento excesivo, la mejora de la coordinación de políticas a nivel mundial, y un reforzamiento de la arquitectura económica regional en Europa.

Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la comisión editorial ni de Bloomberg LP y sus propietarios.

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