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La desglobalización de la industria financiera Analistas temen que habrá capital atrapado dentro de las fronteras nacionales

La desglobalización de la industria financiera

Desde el Brexit y la creciente polarización en Europa hasta el discurso proteccionista del presidente electo Donald Trump, este año se ha registrado una serie de rupturas políticas que amenazan con una descomposición del orden internacional existente. Complicado por una dinámica que incluye reformas del mercado monetario y los crecientes costos normativos de los bancos, ello está contribuyendo a atizar los temores de que los mercados financieros se encaminan hacia una era de desglobalización que refleja la desaceleración de los volúmenes de comercio mundial.


¿De vuelta a casa?

Desde el Brexit y la creciente polarización en Europa hasta el discurso proteccionista del presidente electo Donald Trump, este año se ha registrado una serie de rupturas políticas que amenazan con una descomposición del orden internacional existente.

Complicado por una dinámica que incluye reformas del mercado monetario y los crecientes costos normativos de los bancos, ello está contribuyendo a atizar los temores de que los mercados financieros se encaminan hacia una era de desglobalización que refleja la desaceleración de los volúmenes de comercio mundial.

El resultado, temen los analistas, es más capital atrapado dentro de las fronteras nacionales combinado con una escasez de liquidez del dólar que supondrán un reto para el crecimiento de transacciones financieras transfronterizas.

Primero, veamos un caso alcista para los mercados financieros: el volumen total de deuda extranjera emitida por instituciones no bancarias ha registrado una enorme expansión en la última década, poniendo de relieve la creciente hospitalidad de los mercados de renta fija para con emisores extranjeros, y la creciente demanda de endeudamiento en monedas fuertes para ayudar a financiar las actividades corporativas transfronterizas. Los títulos valores de deuda internacional —emitidos en otro país o localmente, pero en moneda extranjera— se han expandido a pesar de la crisis financiera.

Pero la naturaleza de la intermediación financiera se ha desplazado marcadamente desde la financiación bancaria hacia los mercados de bonos. Desde la crisis, el crédito circulante en dólares estadounidenses a prestatarios no bancarios fuera de Estados Unidos se ha expandido desde alrededor de US$6 billones hasta US$10 billones, según el Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés), poniendo de relieve cómo han proliferado los títulos valores de deuda en dólares en tanto los volúmenes de crédito bancario se han replegado.

Antes del colapso, los bancos recurrían a las líneas de financiación de Estados Unidos para extender crédito a prestatarios no estadounidenses. Ahora, las bajas tasas de interés de la Reserva Federal y una oferta de bonos de alto rendimiento de emisores no estadounidenses han servido para desplazar el balance de la transmisión de crédito de bancos globales a inversionistas en bonos. Las transacciones bancarias internacionales (incluso las exposiciones interbancarias y deuda extranjera emitida por instituciones financieras) han disminuido desde la crisis financiera, conforme los prestamistas dedujeron el riesgo de sus balances generales. La menor demanda de crédito comercial también refleja una desglobalización del mundo real, según cayeron los volúmenes de importación-exportación como proporción de la actividad mundial.

En resumen: las reclamaciones y deudas financieras transfronterizas han aumentado desde la crisis, pero probablemente han mermado en años recientes. Al mismo tiempo, el mundo se ha vuelto más dolarizado que nunca y más dependiente de los mercados de bonos, en vez de los bancos.

«Si bien la globalización en los flujos financieros claramente se ha moderado, es prematuro proclamar que ha llegado la desglobalización financiera”, concluyeron analistas de Deutsche Bank AG, encabezados por Peter Hooper, en un informe que se refirió a este asunto la semana pasada.

Un motor grande de la integración financiera internacional en años reciente —y, por extensión, una razón grande por la cual es improbable que se frene sin una guerra comercial mundial— es el crecimiento del ahorro nacional, reflejado en los crecientes superávits de cuenta corriente de Europa, Japón y China, que se triplicaron entre 2011 y 2015 a más de US$800.000 millones, según el FMI.

La saturación global de ahorros se está intensificando: HSBC Holdings Plc calcula que este año los desequilibrios globales estarán cerca a los máximos sin precedente de 2007, una situación que, combinada con las bajas tasas de Europa y Japón, continuará alentando una demanda neta de activos financieros en el exterior.

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