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Las élites deben atraer a los populistas y anti-libre mercados o darlos por perdidos Columna de Bloomberg

Las élites deben atraer a los populistas y anti-libre mercados o darlos por perdidos

Tres tipos de resentimiento anti-élite son evidentes. Uno es económico, relacionado con la desigualdad de ingresos. El segundo tipo tiene que ver con la percepción de la élite como una comunidad cerrada, basada en la procedencia y las conexiones por encima de la educación y los logros. Y un tercer tipo es la visión de que las élites se oponen a la identidad nacional. Esta crítica de las élites está interconectada con las raíces económicas del populismo y las barreras invisibles al ascenso social.


Una gran parte de la tarea que los políticos necesitan hacer después del Brexit, del triunfo de Donald Trump y del aumento del populismo nacionalista en toda Europa es definir cuáles son las fuentes del creciente resentimiento popular contra la «élite». Esa desconfianza está detrás de las recientes sorpresas electorales y lo que los desorientados profesionales de los medios han apodado como una actitud de «post-verdad» hacia las noticias. Solucionarlo podría ser la clave para la estabilidad futura.

Tres tipos de resentimiento anti-élite son evidentes. Uno es económico, relacionado con la desigualdad de ingresos. Los políticos populistas, sin embargo, hubieran fracasado si sólo hubieran canalizado la ira económica. Bernie Sanders no lo logró en Estados Unidos, Jeremy Corbyn no lo está haciendo demasiado bien en Reino Unido y los agitadores izquierdistas no son grandes triunfadores en ningún lugar excepto, con algunas excepciones, en Grecia.

El segundo tipo tiene que ver con la percepción de la élite como una comunidad cerrada, basada en la procedencia y las conexiones por encima de la educación y los logros. No se puede entrar en la élite ni siendo inteligente ni habiendo ido a las mejores escuelas, a menos que ya se sea parte de ella por su origen. Un tercer tipo es la visión de que las élites se oponen a la identidad nacional. Esta crítica de las élites está interconectada con las raíces económicas del populismo y las barreras invisibles al ascenso social.

Un reciente trabajo de Zsolt Darvas y sus colegas en el think tank de Bruselas, Bruegel, demuestra que hubo más votos a favor de «abandonar” la Unión Europea en áreas de Reino Unido donde las desigualdades de los ingresos eran mayores, incluso después de tener en cuenta factores socioeconómicos y geográficos. Darvas encontró un patrón similar en el giro republicano de Estados Unidos el 8 de noviembre. Es interesante que el volumen absoluto de los ingresos de los hogares o, digamos, el predominio de inmigrantes y de gente de color no fuera importante para los resultados del voto, pero que las desigualdades de ingresos sí lo fueran. Intuitivamente, es fácil ver que no es la pobreza como tal, sino la proximidad de la riqueza inalcanzable lo que hace que la gente pobre se enfade.

Darvas y sus colegas de Bruegel sostienen que esto es un argumento a favor de un crecimiento más inclusivo como medio para frenar a los populistas y para una reforma que impulsaría el ascenso social. No se trata simplemente de asegurarse de que las personas de las clases sociales más bajas puedan acceder a una educación de calidad o aprobar leyes que contra la discriminación.

Seth Zimmerman, de la Universidad de Chicago, publicó un estudio esta semana mostrando que, en Chile, asistir a una universidad de élite aumenta las probabilidades de una persona de ascender a puestos de alta dirección en las grandes compañías, pero sólo si también asistió a una escuela secundaria privada exclusiva antes de la universidad. Es fácil ver en marcha este principio en Europa o Estados Unidos. En otras palabras, una educación de élite sólo sirve para amplificar unos orígenes en la élite. Por supuesto, las personas procedentes de entornos desfavorecidos se benefician al recibir una buena educación, pero por regla general no ascienden tan alto como sus homólogos privilegiados.

Aquellos que votan por los populistas se dan cuenta de que el techo que los separa de los estratos sociales superiores no es puramente económico o meritocrático, sino que más bien es una cuestión de quienes forman parte del grupo frente a los que no forman parte de él. De ahí la consigna de Trump de ‘purgar lo dañino’ (‘drain the swamp’) y la expresión desdeñosa ‘quién necesita expertos’. Quienes están en la parte intelectual, académica, política y mediática de la «élite» se mezclan con los ricos y los líderes corporativos. Sus círculos exclusivos son percibidos como herméticos y con capacidad para perpetuarse, lo que probablemente enoja a los candidatos populistas y a sus equipos más que a sus votantes, que no saben mucho acerca de estos estratos o no se preocupan por entrar en ellos.

Eso conduce directamente a la parte de la identidad nacional de la división de la «gente contra la élite». Jimmie Akesson, líder de los demócratas de Suecia, un partido populista que lidera algunas recientes encuestas en Suecia, dijo hace poco a Bloomberg News que el éxito de los movimientos populistas «no se basa principalmente en el dinero». «Se trata principalmente de valores», dijo. «Se trata de cómo logramos mantener la sociedad unida».

Esos valores de los que habla Akesson son el estado y la identidad nacional. Su partido y los movimientos similares en otros lugares dudan del patriotismo de la «élite». Hay muchas versiones sobre este tema, de los tropos antisemitas sobre la los judíos como ciudadanos desleales pasando por las preocupaciones antiglobalización sobre el comercio. En Estados Unidos, muchos comentaristas se sorprendieron de que los mensajes de correo electrónico de Hillary Clinton se convirtieran en un tema de campaña tan importante, pero para muchos estadounidenses el uso que hizo de un servidor privado constituyó una amenaza para la seguridad nacional. Escuché eso muchas veces mientras cubría la campaña presidencial y también escuché a menudo a la gente indignarse por la capacidad de los Clinton de salirse con la suya gracias a que tenían buenas conexiones.

Para superar la revuelta populista, los centristas deben focalizarse en las tres fuentes de descontento. Hablar simplemente de reducir la desigualdad económica suena condescendiente. Además, en la mayor parte de Europa no es un problema tan agudo como en Estados Unidos y Reino Unido.

Es mucho más difícil abordar los otros dos componentes del resentimiento contra la élite. Aunque Trump está siendo criticado por nombrar en su equipo a personas con credenciales que los colocan dentro de la «élite», como miembros de los principales bancos de inversión, también está colocando en altos cargos gubernamentales a personas con poca experiencia manejando grandes administraciones y con poco respaldo del poder político. Su manera poco convencional de tratar con los líderes extranjeros es también una señal de que no va a cumplir con las nociones de la «élite» de cómo deben hacerse las cosas. Trump parece marcar todas las cajas como una «élite», pero el hombre de Queens, sea cual sea su riqueza heredada, siempre se sintió un poco el forastero en los círculos de Manhattan. Estas señales pesan más para sus votantes que la decepción por la elección de individuos ricos.

En el contexto europeo, el equivalente sería invitar a los populistas a participar en el gobierno. La primera ministra Theresa May invitó a políticos a favor del Brexit al gobierno. Los partidos centristas en el gobierno harían bien en atraer a representantes populistas en Escandinavia, Francia, Italia, incluso Alemania. La élite política no debe ser vista como algo cerrado a las fuerzas que tienen el apoyo de la sociedad y que podría no tenerla después de un cambio intentando manejar algo.

La parte de los valores nacionales es quizás la más difícil para los centristas. Una mayor protección fronteriza y las medidas enérgicas contra los crímenes étnicos van en contra de sus instintos liberales. Sin embargo, la centro-derecha puede jugar en este campo, tal y como demuestra François Fillon en Francia. El cuarto mandato de Angela Merkel en la cancillería alemana también probará sus credenciales conservadoras. Merkel ya ha anunciado que espera que 100.000 migrantes abandonen Alemania pronto, muchos de ellos a través de programas de retorno voluntario, pero un número considerable lo hará mediante deportaciones, que han alcanzado un número récord este año. En un discurso pronunciado el martes ante su partido, Merkel respaldó la prohibición de que las mujeres musulmanas vistan tapándose completamente la cara.

Los planes específicos para integrar inmigrantes, similares a los aprobados en Alemania este año, también son útiles: los votantes deben conocer cuáles son las reglas para los recién llegados y no deben sentir que se favorece a los inmigrantes por encima de ellos.

Ignorar la ola populista sólo convencería a los votantes enojados del desprecio de las élites. Los populistas no pueden ser eliminados, pero pueden ser absorbidos. Hacer un esfuerzo por involucrar a estos votantes y a quienes los representan es la mejor oportunidad que tiene el centro político de ampliar su base de votantes.

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