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Facebook planea reconfigurar nuestra vida, algo para temer

Facebook planea reconfigurar nuestra vida, algo para temer

Zuckerberg concibe a Facebook como una comunidad global que necesita mejores políticas y mejor gobernanza para tender a mejores prácticas sociales. Esta dispuesto a permitir cierta democracia y “referendos”, pero la compañía tomará la decisión final en cuanto a los tipos de contenido que la gente debe ver, sobre la base de su comportamiento en Facebook. En última instancia, este tipo de ingeniería social afecta el humor y la conducta de las personas. Puede arrastrarlos a interacciones comerciales o estimularlos a donar a causas buenas, pero también puede derramarse al mundo real en formas más perturbadoras.


El manifiesto del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, redactado claramente en respuesta a acusaciones volcadas en la red social luego de la áspera campaña electoral estadounidense, es un documento inquietante y distópico. Muestra que Facebook –creada, según las propias palabras de Zuckerberg hace cinco años para “extender la capacidad de la gente de construir y mantener relaciones”– se está convirtiendo en una especie de estado extraterritorial administrado por un pequeño gobierno no elegido que hace un amplio uso de algoritmos de propiedad privada para hacer ingeniería social.

En 2012, Zuckerberg se dirigió a los futuros inversores en Facebook en una carta adosada al prospecto de la oferta pública inicial de la compañía. Su descripción del propósito de la empresa fue la siguiente:

Si la gente comparte más –aunque solo sea con sus amigos íntimos o familiares–, crea una cultura más abierta y se llega a una mejor comprensión de las vidas y perspectivas de los otros. Creemos que esto crea un mayor número de relaciones más fuertes entre la gente, y que eso ayuda a las personas a exponerse a una mayor cantidad de perspectivas diferentes.

Al ayudar a la gente a formar estas conexiones, esperamos reconfigurar la forma en que la gente divulga y consume información. Pensamos que la infraestructura de información del mundo debe parecerse al grafo social: una red construida de la base para arriba o entre pares, en vez de la estructura monolítica, de arriba hacia abajo que ha existido hasta ahora.

También creemos que darle a la gente el control de lo que comparte es un principio fundamental de esta reconfiguración.

Independientemente de en qué se hayan basado esas creencias, fallaron en la prueba del tiempo. En lugar de crear relaciones más fuertes, Facebook engendró ansiedades y adicciones que son objeto de estudios académicos desde Portugal hasta Australia. Algunos estudios han determinado que el uso de Facebook va en detrimento de la satisfacción del usuario con la vida.

Un experimento danés del 2015, que abarcó a personas a quienes se les impidió usar Facebook durante una semana y a un grupo de control que lo usaba, mostró que las personas que están en la red social tienen un 55 por ciento más de probabilidades de sentirse estresadas; una de las fuentes de ese estrés es la envidia de las vidas, presentadas con brillo, de otros usuarios. El bienestar de los usuarios, muestra la investigación, solo suele aumentar cuando tienen interacciones significativas –como largos intercambios de mensajes– con aquellos que ya les son cercanos.

En su último manifiesto, Zuckerberg usa a los grupos de padres como ejemplo de algo que su compañía hace bien. Pero investigaciones actuales muestran que algunas madres recientes usan Facebook para obtener una validación de su autopercepción de buenas madres, y el hecho de no lograr una validación tal suficiente causa síntomas de depresión.

Como estructura “reconfigurada” de información, Facebook ha contribuido a empujar a la gente a silos ideológicos y a alimentarla con contenido que refuerza la confirmación de sesgos previos. La red social creó activamente esos silos al perfeccionar el algoritmo que está en su centro: el que amolda las noticias de Facebook al usuario. En gran medida, el algoritmo prioriza lo que muestra al usuario sobre la base de cuántas veces este ha actuado recientemente con quien postea o la cantidad de “me gusta” y comentarios que el posteo ha obtenido. En otras palabras, pone de relieve las publicaciones emocionalmente más atrapantes de la gente a la que uno se siente atraída. Durante una campaña electoral, esto es una receta para una burbuja de filtros y, peor aún, para amplificar los argumentos emocionales en vez de los racionales.

Jactándose en su nuevo manifiesto, Zuckerberg escribe: “En recientes campañas en todo el mundo –de la India a Indonesia, pasando por Europa y Estados Unidos– hemos visto que el candidato con la mayor y más comprometida cantidad de seguidores en Facebook generalmente gana”. En los Países Bajos hoy, la página del primer ministro liberal Mark Rutte tiene 17.527 “me gusta”; la del vehemente nacionalista Geert Wilders, 174.188. En Francia, el racionalista Emmanuel Macron tiene 165.850 “me gusta”, en tanto la candidata de extrema derecha Marine Le Pen se vanagloria de 1,2 millones. Ayudarlos a ganar difícilmente sea algo que enorgullezca a Zuckerberg, que es liberal, pero con la interferencia de su algoritmo en lo que gente puede ver en su red, ha creado un poderoso instrumento para los populistas.

Zuckerberg no quiere corregir este error y dejar de meterse con lo que la gente ve en su red. En cambio, el nuevo manifiesto habla de Facebook como si fuera un país o un bloque supranacional, en vez de una tecnología que permite la comunicación. Zuckerberg describe cómo Facebook selecciona los grupos “significativos” y, presuntamente, los “no significativos”. En vez de facilitar la comunicación entre la gente que ya es parte de grupos de apoyo social cuando no está en internet, quiere proyectar las relaciones de Facebook en el mundo real: claramente, esta es una forma más eficaz de mantener alejados a los competidores.

El CEO de Facebook dice que su equipo está trabajando en inteligencia artificial que podrá marcar publicaciones que contengan información ofensiva –desnudos, violencia, expresiones de odio– y pasárselas a seres humanos para que estos tomen una decisión final. Si nos guiamos por experiencias pasadas, estas personas generalmente sobrecargadas tan solo confirmarán la mayoría de las decisiones tomadas por la tecnología, que el propio Zuckerberg considera todavía altamente imperfecta. Y también sugiere permitirles a los usuarios aplicar los filtros suministrados por su tecnología:

¿Dónde traza usted la línea para la desnudez? ¿Y para la violencia? ¿Para el contenido gráfico? ¿Para la obscenidad? Lo que usted decida será su configuración personal. Le haremos periódicamente estas preguntas para aumentar la participación, y así no tendrá que buscarlas. Para quienes no toman una decisión, la configuración será la que la mayoría de las personas de su región seleccionó, como un referendo. Por supuesto, siempre tendrá la libertad de actualizar su configuración personal en cualquier momento.

El efecto en la vida real será que la mayoría de los usuarios, demasiado perezosos para ocuparse de la configuración, aceptarán el estándar de la “mayoría”, con lo que será aún menos probable que lo que vean los saque de su zona de confort. Quienes usan los filtros no obtendrán mejores resultados: no tendrán idea de lo que se está filtrando porque los algoritmos de Facebook son una caja negra.

Zuckerberg concibe a Facebook como una comunidad global que necesita mejores políticas y mejor gobernanza para tender a mejores prácticas sociales. Esta dispuesto a permitir cierta democracia y “referendos”, pero la compañía tomará la decisión final en cuanto a los tipos de contenido que la gente debe ver, sobre la base de su comportamiento en Facebook. En última instancia, este tipo de ingeniería social afecta el humor y la conducta de las personas. Puede arrastrarlos a interacciones comerciales o estimularlos a donar a causas buenas, pero también puede derramarse al mundo real en formas más perturbadoras.

Es absurdo esperar humildad de los héroes de Silicon Valley. Pero Zuckerberg debería darse cuenta de que al configurar la forma en que la gente usa Facebook, puede estar creando un monstruo. Los otros servicios de su compañía –Messenger y WhatsApp– meramente permiten a los usuarios comunicarse sin ninguna interferencia, y esa simple función es la fuente de los ejemplos menos controvertidos en el manifiesto de Zuckerberg. “En Kenia, aldeas enteras están juntas en grupos de WhatsApp, incluidos sus representantes”, escribe el CEO de Facebook. Bueno, también lo están los compañeros de colegio de mis hijos, y eso es grandioso.

La gente está agradecida de contar con instrumentos que la ayudan a trabajar, estudiar, hacer cosas juntos, pero responden al pastoreo en formas impredecibles. El “suicidio virtual de la identidad”, es una; la tendencia no aparece en los números informados de uso de Facebook, pero eso puede deberse a que un montón de los “usuarios activos” que la compañía informa son en realidad robots. Si uno escribe “cómo salir” en la ventana de búsquedas de Google, “cómo salir de Facebook” será la primera sugerencia.

Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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