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Impacto del ciclo político sobre el económico esta vez será significativo ANÁLISIS

Impacto del ciclo político sobre el económico esta vez será significativo

Nadie puede desconocer el impacto negativo del fin del ciclo de oro de inversión en minería, como tampoco el impacto negativo del menor dinamismo del comercio mundial. Sin embargo, en coyunturas externas mucho más complejas que las de los últimos años, la economía chilena no había anotado tres años consecutivos, que esperemos no sean cuatro, de caída en la inversión. Todo lo anterior permite afirmar, sin ningún margen de error, que reformas mal diseñadas, torpemente negociadas y finalmente promulgadas, como la tributaria y la laboral, afectaron significativamente las decisiones de inversión.


En los últimos días hemos presenciado un debate entre autoridades y economistas independientes, sobre las causas que permiten explicar el bajo crecimiento que sostiene la economía chilena por ya más de tres años. Nos parece estéril intentar asignarle la explicación solo a una causa, es evidente que detrás del fenómeno interactúa una serie de elementos.

Nadie puede desconocer el impacto negativo del fin del ciclo de oro de inversión en minería, como consecuencia de la caída en el precio del cobre a partir del año 2015, como tampoco el impacto negativo del menor dinamismo del comercio mundial, o de la profunda crisis sufrida por importantes economías latinoamericanas.

Sin embargo, en coyunturas externas mucho más complejas que las de los últimos años, la economía chilena no había anotado tres años consecutivos, que esperemos no sean cuatro, de caída en la inversión. Esta caída no solo fue en minería, sino en general en todos los sectores productivos, y no se debe olvidar que sin el fuerte ciclo de crecimiento de la construcción habitacional, corolario inesperado de la reforma tributaria, la caída en la inversión y el impacto negativo sobre el empleo habría sido mucho mayor.

Todo lo anterior permite afirmar, sin ningún margen de error, que reformas mal diseñadas, torpemente negociadas y finalmente promulgadas, como la tributaria y la laboral, afectaron significativamente las decisiones de inversión.

El clima de negocios y las expectativas se dañaron enormemente, producto de la incertidumbre sobre el impacto de las reformas antes mencionadas, impacto que va más allá del efecto directo de bajar la rentabilidad de la inversión después de impuestos, en la medida que ambas reformas, por lo engorrosas que son, dejan muchos espacios indefinidos, a la espera de interpretaciones y reglamentos que no terminan de conocerse plenamente.

La iniciativa del ministro de Hacienda de argumentar “técnicamente”, intentando asignar a un fenómeno el grueso de la explicación, parece ser una reacción más bien política, algo desesperada, para tratar de restarle responsabilidad al accionar del Gobierno saliente en su pobre desempeño económico.

Es entendible que la principal autoridad económica del Ejecutivo sienta frustración, toda vez que, a pesar de haber hecho un gran esfuerzo por contener un deterioro mayor, sobre todo manteniendo un cierto orden en materia fiscal, no logra revertir la inercia negativa que trae la economía.

Lo cierto es que, al menos para el presente año, la “suerte” en materia económica ya está bastante echada. El Banco Central ajustará a la baja el rango de crecimiento para este año en su próximo IPoM, tal cual lo adelantó su presidente en una reciente presentación, ante la evidencia de que la inversión no da muestras de recuperación y el consumo, que ha logrado sostener un crecimiento bajo pero estable, podría perder fuerza ante un acusado deterioro del mercado laboral.

Efectivamente, la ocupación está creciendo a su menor ritmo desde comienzos de 2015, mientras el empleo asalariado agudiza su caída. Si agregamos la desaceleración de las remuneraciones, concluimos que la masa salarial de la economía, elemento central detrás del consumo, pierde dinamismo de manera rápida y preocupante.

Además las expectativas de los hogares, que mostraban algún repunte hasta hace solo dos meses, anotan ahora una nueva recaída. Todo esto hace difícil pensar en un repunte del consumo privado y, más bien, hace probable una desaceleración adicional.

Respecto de la inversión, además de expectativas empresariales que se mantienen en terreno claramente negativo, como lo muestra el indicador IMCE construido por ICARE, no da señales de recuperación, con dos meses consecutivos de caída en las importaciones de bienes de capital, y desaceleración sostenida en las colocaciones del sistema financiero a las empresas.

Si agregamos que en el ámbito de las concesiones aún no se observa una recuperación, y que en la inversión en construcción habitacional se espera menor actividad que el año pasado, conformamos un cuadro que no nos permite descartar una nueva caída en la inversión total el presente año.

¿Cuándo aparece la luz al final del túnel?

Hace algunos meses, en este informe, habíamos augurado que a lo largo del presente año observaríamos una gradual mejoría en el clima de negocios y expectativas, lo que generaría una recuperación de la inversión y una suerte de círculo virtuoso sobre la actividad, el empleo y el crecimiento económico.

La razón: se proyectaba un escenario político que era bien recibido por los empresarios, con una contienda entre Sebastián Piñera y Ricardo Lagos. Lamentablemente, el panorama político se enredó en forma significativa y se encuentra aún “muy líquido”, por lo que la incertidumbre en esta materia sigue siendo significativa.

A diferencia de elecciones anteriores, en que el impacto del ciclo político sobre el económico era bajo, porque se asumía una continuidad en lo grueso de la conducción política y económica, en la presente elección, como sucede en muchas otras economías latinoamericanas, el impacto es significativo.

Existen muchos proyectos “en carpeta” a la espera de que se aclare cuál será el próximo Presidente y cuáles serán sus medidas tendientes a recuperar la confianza de los inversionistas en pos de retomar un mayor crecimiento para la economía.

A pesar de que el escenario político es aún incierto, ya se observan algunos síntomas positivos “adelantados” de recuperación de expectativas. El mercado bursátil local ha tenido un muy buen desempeño en lo que va del año, lo que puede asociarse en parte a una apuesta política positiva, para quienes creen que el próximo Gobierno electo va a enmendar el camino para retomar el crecimiento, lo que se vincula con un triunfo de Piñera.

Por otra parte, el mejor crecimiento proyectado para la economía mundial este año y el próximo y, sobre todo, la importante recuperación en el precio de los commodities, donde destaca el cobre pero se suman otros relevantes como el hierro y la celulosa, constituyen un escenario que más temprano que tarde realizaría un aporte relevante a la recuperación en el crecimiento económico.

Con todo, en la medida que el escenario externo siga estable o mejorando, y que la situación política interna vaya siendo relativamente menos incierta y apunte a un triunfo de posturas moderadas pro mercado, es factible pensar que el incipiente proceso de mejoría de expectativas se acentúe en los próximos meses.

De ser así, la trayectoria del crecimiento para el año podría ir de menos a más, partiendo con un muy mal primer trimestre, que ya es un hecho cierto, para terminar el año con un crecimiento mayor, favorecido por un mejor desempeño efectivo y por una muy baja base de comparación. De ser así, aún podemos aspirar a al menos superar el muy bajo crecimiento anotado el año pasado.

(N.d.R.: Este análisis apareció en el informe mensual, correspondiente a marzo, de Gemines)

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