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Macri debe estar nervioso antes de elecciones Columna de Bloomberg

Macri debe estar nervioso antes de elecciones

Se podría pensar que sacar al país del borde de una catástrofe económica podría comprar a una nueva administración algo de holgura, pero no en Argentina, donde la tolerancia para cualquier cosa que no sea un milagro es baja. Así que tal vez no sea una sorpresa que menos de dos años después de asumir el cargo y anunciar un Plan Marshall del siglo XXI, el presidente Mauricio Macri está luchando no sólo para arreglar el segundo mayor mercado de Sudamérica, sino también para salvar su carrera.


Se podría pensar que sacar al país del borde de una catástrofe económica podría comprar a una nueva administración algo de holgura, pero no en Argentina, donde la tolerancia para cualquier cosa que no sea un milagro es baja. Así que tal vez no sea una sorpresa que menos de dos años después de asumir el cargo y anunciar un Plan Marshall del siglo XXI, el presidente Mauricio Macri está luchando no sólo para arreglar el segundo mayor mercado de Sudamérica, sino también para salvar su carrera.

En octubre, los votantes se dirigen a las urnas para las elecciones de medio término, donde un tercio del Senado y alrededor de la mitad de los escaños de la cámara baja del congreso están en juego. Macri no está en la boleta electoral, pero la elección ha sido considerada un referéndum sobre su gobierno y un preludio a la contienda presidencial de 2019, y no es de extrañar por qué: La inflación está por encima del 20 por ciento, el crecimiento económico es bajo y tres de cada 10 familias urbanas viven en la pobreza. Si las primeras encuestas sirven de guía, a Macri le esperan problemas. La opinión de los argentinos sobre la serie de reformas orientadas al mercado que ha promovido y que aún no han logrado prosperidad parece estar volviéndose adversa.

Al menos eso es a lo que apuesta Cristina Fernández de Kirchner. La ex presidenta (y predecesora directa de Macri) anunció recientemente su candidatura para el Senado. Aunque su reinvención política es el argumento de su campaña, Fernández de hecho está desempeñando varias tareas al mismo tiempo: volver a ocupar un cargo de elección popular, después de todo, la protegería de las múltiples acusaciones penales que ahora enfrenta, desde lavado de dinero hasta manipulación de la moneda. «Como en muchos países latinoamericanos, los políticos saben que ocupar un cargo de elección popular es la mejor manera de evitar ser procesado», me dijo el historiador argentino Federico Finchelstein, de la Nueva Escuela de Investigación Social.

Otro motivo es saldar cuentas retomando el liderazgo del movimiento peronista, la fuerza política más conocida de Argentina, que el divisivo mandato de Fernández dejó muy fracturado, lo que abrió el camino a Marci y a su coalición Cambiemos.

Pollester Management & Fit mostró recientemente a la coalición de Fernández prácticamente empatada (con poco menos de 28 por ciento) con los candidatos de Macri en la provincia de Buenos Aires, un hallazgo preocupante para un gobierno a la defensiva. La misma encuesta reveló que el nivel de aprobación de Macri había caído a 41 por ciento, mientras que casi 46 por ciento de los argentinos desaprobaron su gobierno. Si Fernández gana las primarias del 13 de agosto, en las que los partidos seleccionan a sus candidatos oficiales, estará bien posicionada para conseguir apoyo de los peronistas y regresar a la Casa Rosada.

Macri cuenta con que se repita lo que sucedió en la elección de 2015, en la que triunfó como el candidato anti-Kirchner, una referencia al turbulento gobierno de 12 años del presidente Néstor Kirchner y su esposa y sucesora, Fernández. Su estilo confrontativo y derrochador populismo frenaron la economía, polarizaron a los argentinos y repelieron a los acreedores globales que se vieron afectados por los masivos defaults (impagos de deuda) del país en 2001 y 2014. «La mejor esperanza de Macri es no ser Cristina», dijo Finchelstein.

Macri actuó rápidamente para desmantelar el legado de Kirchner, devaluando el peso sobrevalorado, recortando subsidios derrochadores y poniendo fin a las estadísticas retocadas de inflación, crecimiento y alivio de la pobreza para hacerlas lucir mejor. También hizo la paz con los tenedores de bonos del país, devolviendo a Argentina al mercado de deuda internacional. Argentina está en mejores condiciones por esas iniciativas y otras reformas, como establecer metas de inflación para controlar los precios y una amnistía fiscal para revertir la fuga de capitales. Sin embargo, traer el país de vuelta a la Tierra ha significado un alto precio que sus adversarios están dispuestos a explotar.

Por ejemplo, permitir que el peso fuertemente controlado flotara libremente hizo subir la inflación, que actualmente es de cerca de 22 por ciento, mientras que la eliminación de suntuosos subsidios (electricidad y combustible, por ejemplo), ha afectado a las familias de bajos ingresos. La tasa de desempleo tocó 9,2 por ciento a principios de 2017, frente a 7,5 por ciento hace dos años, y casi la mitad de los niños del país vive actualmente en la pobreza.

Macri también puede ser culpable de exagerar su sello reformista, desmantelar los subsidios sociales sin crear salvaguardias adecuadas para los pobres y pedir prestado demasiado en el extranjero en una apuesta a que los prestamistas abrazarían el nuevo día de Argentina de la sensatez fiscal. Y sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos para abrir una de las economías más cerradas de Sudamérica, los inversionistas siguen siendo cautelosos. En junio, MSCI Inc. se negó a elevar a Argentina al estatus de mercado emergente, por temor a que las políticas amigables con los negocios fueran perecederas.

«Los problemas de Argentina provienen en gran parte de los desequilibrios y las políticas insostenibles de antes, pero Macri está pagando el precio», dijo Alberto Ramos de Goldman Sachs. «Este es el modelo populista: creas la ilusión de progreso con políticas que no son sostenibles, pero luego necesitas un ajuste y tiene que devolver progreso social”.

El gobierno de Macri merece una oportunidad para mostrar que las reformas deben ser arregladas, no descartadas. Pronto sabremos si los electores argentinos están de acuerdo o prefieren creer en la ilusión.

Esta columna no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o Bloomberg LP y sus propietarios.

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