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Efectos del abandono de la política económica contracíclica en Chile Opinión

Efectos del abandono de la política económica contracíclica en Chile

Alexis Guardia
Por : Alexis Guardia Economista. Universidad de Chile. Doctor en Economía. Universidad de Paris IX Dauphine
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Cabe preguntarse entonces si en la economía chilena existe o no espacio para políticas macroeconómicas contracíclicas. Según el economista Ricardo Ffrench-Davis, desde el año 1999 Chile abandonó tales políticas, pues en el periodo 1990-1999 estas incluían regulación de la entrada de capitales, gestión del tipo de cambio, uso del producto potencial y objetivos en la cuenta corriente de la balanza de pagos.


La próxima discusión presupuestaria –a iniciarse a fines de septiembre– será una excelente ocasión para evaluar el entorno internacional de la economía chilena y su política monetaria durante 2017, contexto que eventualmente se proyecta hacia 2018. Desde ya esta discusión estará marcada por un trasfondo preocupante para todos y es el hecho de que esta economía ha venido creciendo débilmente, a una tasa promedio de 1,8% anual, en el período 2014-2017.

Si la economía chilena ha entrado en un sendero de débil crecimiento en los últimos cuatro años, ello se debe en buena medida al descenso, a partir de comienzos de 2015, del precio del cobre, con una parálisis parcial de las inversiones en la minería, junto a la ausencia de una política contracíclica eficaz.

El entorno económico internacional

¿Ha cambiado el entorno económico internacional para la economía chilena? En cierta medida sí. El Banco Mundial pronosticó en junio pasado un aumento del comercio mundial de 4% para 2017, en circunstancias de que este solo fue de 2,5% en 2016. Sin embargo, el crecimiento en los principales países impulsores del mismo es todavía muy frágil. Empecemos por uno de nuestros principales socios comerciales que es China, responsable del 50% del consumo mundial de cobre. Cuando su economía se acelera, su crecimiento significa un aumento de la demanda de cobre y, por consiguiente, una mejora en las estimaciones proyectadas del precio de este metal.

La economía china creció el segundo trimestre de este año 6,9%, tasa similar a la del primer trimestre, con una meta oficial de crecimiento para 2017 de 6,5%. Este fuerte crecimiento está alimentado por un creciente e inquietante endeudamiento. La deuda china total (hogares, empresas no financieras, Estado y colectividades locales) sobrepasa hoy el 250% del PIB. La expansión crediticia ha creado un exceso de capacidad productiva en la industria y un fuerte crecimiento de la inversión inmobiliaria (7,9% a junio pasado) generando burbujas en el sector.

Cabe observar, sin embargo, que la mayor parte de la deuda china está extendida en su moneda nacional y suscrita al interior del país; básicamente constituida por préstamos efectuados por bancos estatales a empresas del Estado, ella no depende de acreedores extranjeros, limitando con ello el riesgo de turbulencia y contagio. Además no hay que olvidar que China tiene un importante excedente de ahorro. Con todo, existe preocupación sobre esta situación y muchos están a la espera del 21 Congreso del Partido Comunista Chino en octubre, donde el Presidente Xi Jinping espera obtener un nuevo mandato por otros cinco años, a partir del cual se prevé un freno importante a este tipo de crecimiento, a fin de que la economía aterrice su tasa de crecimiento a 5,9%, el segundo semestre de este año y en 2018.

Situación en la zona euro

Los países de la Unión Europea y los de la zona euro están logrando superar cuatro años de estancamiento económico. Actualmente, la zona euro registra una tasa de crecimiento anualizada de 1,7% para el 2017. Naturalmente es una tasa desigual según los países, cuyas tasas de desempleo varían de 3,9% de la población activa en Alemania a 18,2% en España.

El optimismo ha vuelto a la zona euro, al punto de que muchos se preguntan si se puede volver a tener tasas de crecimiento mayor al 2%. Hay varias razones económicas que pueden explicar la salida de la zona euro del estancamiento, pero sin duda la más significativa es el éxito de su política monetaria. En marzo de 2016, el Banco Central Europeo (BCE) redujo su tasa de interés a cero, un año después de haber lanzado un programa de recompra masiva de deudas públicas y privadas, actualmente a la altura de 60.000 millones de euros mensuales.

Las dos medidas mencionadas estaban orientadas a sostener el crédito y la actividad económica, los que naturalmente han tenido consecuencia sobre los precios. Frente a ello el BCE estimó que si la inflación se movía en torno al 2% anual, era signo de una buena salud económica. Actualmente el BCE tiene como objetivo de inflación 1,7% para 2017 y 1,6% para 2018. Naturalmente, la salida de esta política monetaria es compleja, como lo fue en el caso de los Estados Unidos, en tanto que la mantención prolongada de tasas de interés muy bajas es caldo de cultivo para la creación de burbujas en el mercado de activos financieros y/o en el mercado inmobiliario.

Incertidumbre en Estados Unidos

Para hacerse una idea del crecimiento previsto para los años 2017-2018, la incertidumbre mayor se da en el caso de los Estados Unidos. En su discurso de campaña, el año pasado, el Presidente Trump comprometió una tasa de crecimiento anual de entre 3% y 4% y la creación de 25 millones de empleos en 10 años, con foco en el mercado interno y en la inversión. Para ello se propuso una baja masiva de las tasas de impuestos sobre las empresas de 35% a 15%, incluso a 10% sobre las ganancias repatriadas del extranjero el primer año. Al mismo tiempo propuso un plan de inversión en infraestructura (caminos, puentes, agua potable) equivalente al 6% del PIB.

El proyecto de reducción de impuestos ya se conoce, pero el de infraestructura aún no. Según Trump, la baja masiva de impuestos debe ser financiada por el aumento de ingresos fiscales que generará el crecimiento esperado por su gobierno. Si el crecimiento no fuera suficiente, es difícil pensar que el Congreso tome el riesgo de aumentar el techo de la deuda cuando el peso de la deuda federal es hoy de 5% del PIB. En este contexto de incertidumbre más vale quedarse con las proyecciones que hace el Banco Mundial para el crecimiento de la economía estadounidense, que es de 2,1% para 2017 y de 2,2% para 2018. Ambas son altas para esta economía, pues existe baja tasa de desempleo, de 4,8%, estimada para el presente año.

Chile y su Política Monetaria coja

Con miras a la discusión del presupuesto para 2017, la bancada de senadores socialistas entregó un informe a las autoridades de Hacienda, acompañado de un catastro de proyectos sobre las posibilidades de activar un programa de inversiones en infraestructura, con lo cual se podría diseñar una política presupuestaria moderadamente expansiva y con ello estimular la inversión privada, de modo de ir saliendo del estancamiento.

De emprender rumbo en esa dirección, ello ayudaría a ir generando nuevos ingresos fiscales para hacer frente al déficit de 3,2% del PIB esperado y –lo más importante– ello permitiría ir reforzando el crecimiento del producto potencial que se ha ido contrayendo con el estancamiento económico de 4 años

La reacción de los economistas de Hacienda no se dejó esperar: ¡por ningún motivo!, aduciendo que los multiplicadores de la inversión pública son muy bajos, de poco serviría aumentar la inversión pública en infraestructura para reactivar la economía. Este es un tema fuertemente discutido al interior del FMI, y Hacienda, sin un estudio empírico para la economía chilena, rechazó la idea de los parlamentarios socialistas, por razones estrictamente ideológicas. Para Hacienda lo principal es hacer bajar el déficit fiscal vía reducción del gasto público.

La verdad es que hoy nadie pone en cuestión el objetivo de la estabilización de las finanzas públicas, de lo que se trata es solo de repartir los esfuerzos en un período más largo, pues en general la austeridad presupuestaria tiende a reducir la inversión tanto pública como privada.

De esta manera, todo el esfuerzo de reactivación quedó depositado en la política monetaria del Banco Central, por la vía de la baja gradual de su Tasa de Política Monetaria (TPM), que entre otras cosas podía impulsar el crédito y la reactivación. Pero el objetivo básico del Banco Central es alinear las expectativas de inflación a su meta de 3% anual. Mes a mes hay una discusión engorrosa, entre los cinco consejeros del instituto emisor, sobre diferentes resultados económicos y financieros de la economía preparados por el mismo banco, a fin de decidir una reducción (o aumento) de la TPM. No se trata de una reunión científica, pues una misma cifra o conjunto de cifras pueden tener varias interpretaciones.

En la última reunión de julio del presente año, una de las autoridades votó por reducir la TPM, pues, respecto al balance de costos y beneficios, indicó que “le costaba ver los costos de una baja de la TPM en 25 puntos base, dada la suma de antecedentes entregados”. Por otra parte, la División de Estudios del banco consideró que “dada la magnitud de la sorpresa de la inflación y el contexto de actividad todavía débil, era atendible evaluar la conveniencia de aumentar la expansividad de la política monetaria”.

Cabe recordar que el Banco Central chileno tiene como único objetivo abordar el tema de la inflación, a diferencia del Banco Central Europeo, o de la Reserva Federal de los Estados Unidos, los cuales abordan simultáneamente el tema inflación junto con el de la actividad y el empleo.

Cabe preguntarse entonces si en la economía chilena existe o no espacio para políticas macroeconómicas contracíclicas. Según el economista Ricardo Ffrench-Davis, desde el año 1999 Chile abandonó tales políticas, pues en el periodo 1990-1999 estas incluían regulación de la entrada de capitales, gestión del tipo de cambio, uso del producto potencial y objetivos en la cuenta corriente de la balanza de pagos.

Probablemente reconstruir en Chile una macroeconomía contracíclica en el mundo actual sea una tarea pendiente, sobre todo cuando la experiencia señala que, excluida la política presupuestaria, la política monetaria muestra importantes limitaciones reactivadoras.

Alexis Guardia
Economista Universidad de Chile
Doctor en Economía Universidad de París IX Dauphine

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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