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Banco Mundial poscrisis: lo técnico y lo político

Banco Mundial poscrisis: lo técnico y lo político

Me gustaría plantear la falsa dicotomía entre lo técnico y lo político que se ha intentado plasmar con la controversia del indicador del BM, dejando completamente de lado la arista política de la cual Romer se retractó, en el sentido de que pareciera que no existe una interacción entre ambos y menos en una ciencia social como la economía.


Dos días antes de la visita del Papa a Chile, el economista jefe del Banco Mundial (BM), Paul Romer, reveló al diario The Wall Street Journal que los cambios metodológicos hechos en el ranking de competitividad empresarial Doing Business estuvieron potencialmente contaminados por el staff del BM debido a motivaciones políticas que terminaron perjudicando de manera injusta al gobierno de Bachelet.

Incluso a través del mismo medio estadounidense, Romer pidió disculpas personales a Chile por la manipulación de datos que afectó al índice por razones que van más allá de las técnicas y se comprometió a que la entidad iba a recalcular el indicador para los últimos cuatro años.

Bastó un par de días para que muchas repercusiones salieran a la luz pública, tanto del mundo académico como político. La propia Presidenta salió a condenar lo ocurrido con el ranking de competitividad, indicando que una institución como el BM no puede dañar su credibilidad de esta forma, ya que debe contar con la confianza de la comunidad internacional, y que este tipo de índice deben ser confiables, pues tienen un impacto en el desarrollo de los países. Su ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, no se dejó estar y afirmó que “no podemos aceptar que se nos manosee con innovaciones de las que no tenemos información y que se prestan a manipulaciones indebidas”.

Por su parte, el canciller Heraldo Muñoz planteó que el BM no solo debía aclarar la controversia sino también estimar si los cambios metodológicos, supuestamente contaminados, afectaron la inversión en Chile. Por último, el ministro de Economía sostuvo que, a pesar de que el índice no es determinante en la economía, sí estaría afectando a todo Chile.

El BM, dos días después de la declaración de Romer, emitió una carta dirigida hacia el ministro de Hacienda, donde recalca, a mi gusto, dos cuestiones claves: 1) la declaración de economista jefe no es la visión de la gerencia del BM y 2) no existe evidencia de que el cambio metodológico estuviera sesgado con la intención de perjudicar a Chile y que este fue solo bajo motivos técnicos.

En la misma línea, Romer un día después de la carta del BM, se retractó de sus hechos, indicando que “no he visto ningún signo de manipulación de los números publicados en el informe Doing Business ni en ningún otro informe del Banco”, sino que el problema fue de comunicación en la medida que el BM no es capaz de explicar bien sus números.

Además, agregó que Chile sin los cambios metodológicos habría bajado 5 puestos en vez de los 21 que cayó desde el 2014 al 2018. Desde Chile, los académicos y técnicos tampoco se dejaron estar y fue el mismo presidente del Banco Central, Mario Marcel, quien planteó que este indicador está dirigido a los gobiernos y a los hacedores de políticas públicas más que a los inversionistas. Asimismo, los economistas Igal Magendzo (Pacífico Macroeconomía y Finanzas) y Aldo Lema (Grupo Security) opinaron sobre el tema.

El primero insistió en que hubo una sobrerreacción en cuanto al posible efecto sobre la inversión, mientras que el segundo aseguró que la facilidad para hacer negocios en Chile no sufrió cambios significativos durante el gobierno de Bachelet sino que la caída se produjo por la mejora en el ranking de otros países (México, Colombia y Perú). Una mirada más crítica fue esbozada por Luis Eduardo Escobar, director del Centro de Estudios del Desarrollo, que sí dijo que el tema es grave, ya que el instrumento del BM se ocupa en la práctica para la elaboración de políticas públicas y que es probable que Chile se haya mirado con más cuidado al momento de ser opción para invertir.

Más allá de los dichos y desdichos de Romer, de la carta enviada por el BM para defender su indicador, de la bajada de perfil que en general los expertos hicieron con respecto a la inversión y los dichos de nuestros personeros de gobierno, como se vio en el párrafo anterior, en esta columna me gustaría plantear la falsa dicotomía entre lo técnico y lo político que se ha intentado plasmar con la controversia del indicador del BM (sobre todo en su carta), dejando completamente de lado la arista política de la cual Romer se retractó, en el sentido de que pareciera que no existe una interacción entre ambos y menos en una ciencia social como la economía.

Una institución tan importante como el BM, que elabora informes como el Doing Business y muchos más para encausar el diseño y desarrollo de políticas públicas en muchos países, sobre todo para los en vías de desarrollo,  como es el caso de Chile, no puede en el ámbito de esta gestión pública trazar una separación tan fácil entre lo técnico y lo político. A mi juicio, y al de muchos otros y otras, ambos conceptos se correlacionan y se definen el uno al otro. Incluso, yendo más allá, cualquier decisión política pasa por una mirada técnica y del mismo modo cualquier decisión técnica pasa por una mirada política. El BM no se escapa de esto.

A mi parecer, el BM con sus instrumentos de análisis, como lo es el ranking de facilidad para hacer negocios, beneficia a gobiernos que promueven un modelo económico de carácter neoliberal, entendiéndose por esto a un sistema que impulsa políticas de desregulación, libre comercio y una reducción de la intervención del Estado con el propósito de darle mayor ponderación al sector privado. Esto en desmedro de gobiernos que impulsan políticas de carácter social a través de la intervención estatal, que, de hecho, fue lo que de alguna manera se intentó en el gobierno de Bachelet.

Para desarrollar tal argumento, se observa la evolución del índice de DB en el periodo Bachelet-Piñera-Bachelet y durante el cambio de gobierno argentino. Además se muestra la relación entre el color político del gobierno de turno de un país y dos indicadores ampliamente usados por periodistas, profesores, inversionistas y hacedores de política: el ya conocido Facilidad para hacer Negocios del BM y el de Libertad Económica.

En el cuadro 1 vemos que tanto en Chile como en Argentina, cuando hubo un viraje en el gobierno de izquierda a derecha, el ranking mejoró. De hecho, durante los dos gobiernos de izquierda, de Bachelet y de Fernández, el indicador la mayor parte de los años empeoró. Se toma a Argentina como comparación, porque su presidente actual, Mauricio Macri, es un símil a Piñera, ya que ambos vienen del mundo de los negocios.

Por su parte, el cuadro 2 nos muestra que al parecer sí existe una correlación entre la posición política que tenga un gobierno de turno y su posición en el ranking para ambos índices. Entre más de izquierda es un país, menor es su ranking o tiene una mayor probabilidad de estar en puestos más bajos.

Cuando se analizan los factores con los que se construye cada índice, se observa que estos se basan en tres cuestiones fundamentalmente: 1) Burocracia del Estado; 2) Estado de derecho; y 3) Libre mercado. Entonces, los países que tengan un Estado reducido tanto en su intervención en la economía como en su rol para regular negocios, pero que a la vez sea capaz de proteger los derechos de propiedad (propiedad privada) y hacer cumplir los contratos, dejando al mercado la mayoría de las decisiones económicas, es un país que supuestamente tendrá un ambiente propicio para que haya crecimiento y desarrollo.

Con lo mostrado aquí, que sin duda no es aún suficiente, podríamos decir que países o gobiernos que impulsan políticas económicas acordes a los dos índices antes mencionados, que a su vez son generalmente de derecha o centroderecha, son países que tendrían mejores resultados económicos, ya que estarán mejor posicionados. En contraposición con países que promueven políticas de carácter social, en general de izquierda, donde a veces es necesaria la intervención de los mercados por parte del Estado para llevarlas a cabo. Chile es, sin duda, uno de los países más neoliberales del mundo, debido a las reformas económicas hechas en dictadura, de hecho, figura en el décimo puesto del índice de libertad económica (de 180 países) y solo es superado por México en la región en el índice del BM, estando en el puesto 55 (de 190 países).

Todavía así, Chile actualmente presenta un elevado índice Gini en comparación con los países de la OCDE; cerca del 50% de los trabajadores según la última ESI percibe ingresos bajo los 350 mil pesos; el porcentaje de la población en situación de pobreza por ingresos (extrema y no extrema) y pobreza multidimensional es de un 11,7% y 21%, según la encuesta CASEN 2015, respectivamente; el 1% más rico de la población percibe un poco más de un 20% de los ingresos totales ; y existe un alto nivel de desagregación y desigualdad en salud, educación y vivienda, aristas claves para para el bienestar social.

El Banco Mundial es una institución que busca encauzar la economía, usando sus herramientas y análisis técnicos, hacia una de las tantas formas e ideas que hay sobre esta, el neoliberalismo, el cual a su vez se basa en ideas como el liberalismo económico y laissez-faire, doctrinas sumamente políticas, que en su tiempo buscaron implantar un tipo de organización socioeconómica. En este contexto, la disociación entre lo técnico y lo político es, en la práctica, imposible.

Francisco Gómez Ávalos
Economista ICAL

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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