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“Pensiones: del descontento a las soluciones”: un libro necesario para discutir en este nuevo Gobierno Opinión

“Pensiones: del descontento a las soluciones”: un libro necesario para discutir en este nuevo Gobierno

François Meunier
Por : François Meunier Economista, Profesor de finanzas (ENSAE – Paris)
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Destaca con palabras simples los datos duros que se imponen a cualquier sistema de cobertura del riesgo de vejez. Por ejemplo, la debilidad recurrente de la productividad laboral en Chile, que dificulta el logro de un fuerte crecimiento de los salarios y, por lo tanto, de mayores cotizaciones. O el persistente problema de la baja “densidad” de cotizaciones (por ejemplo por las lagunas en las imposiciones).


El presidente Piñera conoce bien del tema que probablemente esté en la cima de su agenda política: finalizar la reforma previsional iniciada por el Gobierno de Bachelet. Con el continuo envejecimiento de la población chilena, no hay duda de que el tema seguirá siendo prioritario en la agenda de los gobiernos posteriores.

Ciertamente, las propuestas llevadas a cabo por un grupo de trabajo reunido por Clapes UC serán un paso necesario para cualquier proyecto de reforma, una especie de prêt-à-porter para el político. Son el tema de un libro que acaba de publicar Ediciones UC: Pensiones: del descontento a las soluciones, bajo la dirección de Salvador Valdés Prieto, probablemente la reflexión más sólida sobre el tema desde los famosos Libro blanco de 2013 e Informe del Senado de 2014.

El interés del libro viene sobre todo de la calidad de su documentación y de su enfoque pragmático y abierto a las preguntas planteadas al sistema chileno. Destaca con palabras simples los datos duros que se imponen a cualquier sistema de cobertura del riesgo de vejez. Por ejemplo, la debilidad recurrente de la productividad laboral en Chile, que dificulta el logro de un fuerte crecimiento de los salarios y, por lo tanto, de mayores cotizaciones. O el persistente problema de la baja “densidad” de cotizaciones (por ejemplo, por las lagunas en las imposiciones). Las soluciones aquí se encuentran menos en los parámetros internos del sistema que en reformas económicas o educativas más amplias.

El libro también destaca el grave error de política económica de no haber aumentado las tasas de cotizaciones mucho antes. De hecho, desde 2005 los expertos identificaron disminuciones rápidas tanto en los rendimientos financieros como en la tasa de fertilidad de la población. Esto ha resultado en la pérdida de 10 años de cotizaciones más altas que habrían limitado el número de personas que dejan hoy el sistema o lo dejarán pronto con “pensiones de pobres”, lo que requiere el establecimiento de medidas de solidaridad lo antes posible. Reguladores y políticos claramente se han quedado dormidos al volante, tal vez bajo la suave música de organizaciones internacionales que elogiaron la «solidez» del sistema chileno y lo recomendaron para el resto de América Latina. Todo esto creó malentendidos que alimentaron el movimiento No + AFP.

El libro resalta una serie de reformas de tamaño modesto, sobre las cuales es fácil encontrar un consenso político, y que, juntas, pueden mejorar significativamente el sistema existente. Este es el caso, por ejemplo, de las reglas de indexación para el APS o la pensión básica. Este es también el caso del escándalo –el libro usa una palabra menos brutal– de los créditos de consumo de las compañías de seguros de vida a sus propios pensionados. Estos son créditos con un riesgo cero, ya que están totalmente cubiertos por las pensiones futuras. ¿Por qué muestran tasas de casi usura de un 18% real anual?

¿Por qué todavía quedamos insatisfechos con leer el libro?

La respuesta radica en la elección editorial de no dar lugar a los argumentos que militan por una reforma más profunda del sistema.

1- ¿Cómo, por ejemplo, introducir elementos de solidaridad dentro de la capitalización? El modelo chileno es extremadamente brutal: solo las contribuciones individuales cuentan, rechazando cualquier elemento de seguro. La persona que se queda sin trabajo, o gravemente enferma, o la mujer que cría a sus hijos pequeños, no pueden contribuir tanto y padecen de carreras penalizadas. ¿No es posible, manteniendo la misma seguridad financiera, establecer contribuciones nocionales que introducirían elementos de redistribución?

Esta es, por supuesto, una opción política y ética que escapa al simple tecnicismo del sistema de pensiones. Hace parte de la «convivencia» a la que se adheriría una gran mayoría de chilenos si las reglas del juego se pusieran claramente sobre la mesa. El pilar solidario, con la pensión básica o el APS, funciona como una retaguardia, pero que recoge solo a los más pobres, en la práctica a los deciles 1 a 3 en la distribución del ingreso. El sistema tributario también juega este rol de redistribución, pero de manera muy imperfecta. ¿Por qué todas las personas, de clase media-baja, especialmente las mujeres, no tendrían acceso a protecciones, mientras que en última instancia son baratas de implementar y muy efectivas?

2- La propuesta de introducir un componente de reparto es barrido con el argumento trillado de la evolución demográfica de Chile que lo haría financieramente insostenible, como si la capitalización pudiera manejar este riesgo invirtiendo sabiamente en el exterior. Pero la desaceleración demográfica es ahora un fenómeno mundial – y bienvenido–. ¿Les parece posible arreglarlo invirtiendo en activos financieros de Burkina-Faso o Níger? Aquí también hay otro dato duro para cualquier sistema de pensión: el número de brazos que trabajan en relación con la cantidad de bocas que alimentar. Las consecuencias se sienten solamente por diferentes canales, según sea reparto o capitalización. Y, además, el atractivo actual de Chile para los posibles migrantes, incluidos los calificados, permite no exagerar este riesgo demográfico.

3- El libro trata el nivel de las pensiones e insuficientemente la variabilidad y el riesgo de estas. Como tal, es preferible que el país tenga un sistema diversificado de financiamiento de la jubilación, combinando contribuciones y beneficios definidos, capitalización y reparto, cada uno de ellos reaccionando de manera diferenciada a los diferentes shocks, económicos, financieros y demográficos que ven durante el tiempo de una vida humana. Proteger significa diversificar y Chile hace tomar un gran riesgo a su población apostando en una sola modalidad de financiación para su sistema de jubilación. Lo vemos hoy en día.

4- El libro permanece en el marco donde solo los salarios dan lugar a una contribución obligatoria. Otros países de la OCDE con contribuciones obligatorias, Suecia o Francia, por ejemplo, han ampliado la base para incluir todos los ingresos, incluidos los ingresos financieros e inmobiliarios. Hoy asistimos a una evasión del sistema por parte de personas de altos ingresos que ahora están invirtiendo en bienes raíces, aprovechando la burbuja inmobiliaria en Santiago y creando así un capital de retiro de alto rendimiento, del que la población más modesta está excluida. La ampliación de la base tendría un efecto estabilizador en el sistema, sin elevar excesivamente el costo de la mano de obra y limitando el flujo de actividad al sector informal.

5- Finalmente y siempre, un estudio sobre la jubilación chilena no puede dejar a un lado la cuestión de las administradoras de fondos de pensiones, las AFP. ¿Es realmente el sistema menos costoso? ¿La competencia entre las AFP hace su trabajo de ajustar la remuneración del gerente al riesgo asumido o, por el contrario, no se agota en una carrera improductiva hacia el gasto comercial para capturar al cliente? ¿No es irracional que por falta de activos financieros negociables chilenos los fondos de pensiones se vean tan obligados a invertir en el exterior, es decir, a financiar economías extranjeras y no a la propia (un tema en el que el reparto encuentra algunas ventajas)?

Estos límites no desvirtúan las propias cualidades del libro, una vez que se acepta la elección editorial, que es respetable, de mantenerse dentro del marco actual del sistema y limitarse a profundizar sus posibilidades internas de mejora. Pero no es suficiente.

François Meunier

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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