Opinión
El problema con los incentivos es que la mayoría de las veces se acaba obteniendo solo lo que se está pagando; pero eso no es siempre lo que uno espera al proponerlos.
Lo consigna Katrine Marçal en su libro ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?, al dar como ejemplo lo ocurrido a comienzos del siglo XX en Hanoi (hoy Vietnam; en esa época Indochina Francesa), cuando se propagó la peste bubónica a través de las ratas y se contrató a cazadores con el fin de exterminarlas y así combatir a la enfermedad. La historia señala que como al poco tiempo el municipio vio que no había avances, se decidió pagar a cada ciudadano una recompensa por cada cola de rata entregada. Hubo incentivo y (en un principio) se pensó que la medida era exitosa, porque las colas de rata llegaban por cientos, pero la plaga estaba lejos de terminar. ¿Por qué pasaba esto? La gente había comenzado a criarlas con el propósito de obtener el dinero prometido…
El problema con los incentivos es que la mayoría de las veces se acaba obteniendo solo lo que se está pagando; pero eso no es siempre lo que uno espera al proponerlos. Esa misma figura ocurre hoy también en la economía mundial debido a las medidas tomadas por el Presidente Trump, intentando colocar aranceles y bajar los impuestos, buscando incentivar la inversión industrial interna. Sin embargo, la medida ha provocado que hoy las empresas enfrentan mayores costos de producción, lo que las hace ser menos competitivas en el mercado de exportación. Algunas han ido más lejos tomando la decisión de colocar sus plantas en otro país. Finalmente, el incentivo provocó un efecto inverso en la economía.
El mayor ejemplo de lo anterior es lo que ha ocurrido con Harley-Davidson, la icónica marca de motocicletas estadounidense, que ahora está “en guerra” contra Donald Trump. La decisión del presidente estadounidense de elevar los impuestos a la Unión Europea, así como la amenaza directa a las firmas chinas, en beneficio de su industria interna, ha desencadenado una serie de reacciones del mercado (inestabilidad de las bolsas, incertidumbre en el futuro de acuerdos comerciales como el Nafta, etc.), así como también medidas concretas como la de Harley-Davidson, que decidió montar una fábrica fuera de las fronteras de Estados Unidos con el fin de seguir siendo rentable y competitiva, escapando de las consecuencias de las medidas tomadas por Trump que la situaban pagando altos impuestos para mantener su mercado europeo.
Pero más allá de las acusaciones de traición por parte del presidente de Estados Unidos contra la marca de motos y una nueva amenaza de mayores gravámenes, este hecho no es solo una muestra de lo que ha comenzado a desencadenarse en la economía mundial producto de este paquete de medidas que partió con los impuestos al aluminio y al acero, y que tuvo inmediata respuesta desde los afectados por la decisión. Por ejemplo, la Unión Europea está contemplando medidas provisionales para proteger el sector del acero, agudizando la inestabilidad en los mercados.
¿Y Chile, cómo termina afectado por este escenario mundial? Dado que los incentivos del Presidente Trump probablemente le jueguen en contra, el Gobierno chileno tiene que reafirmar su compromiso con el libre comercio y la OMC –como la institución a cargo de resolver conflictos y disputas comerciales–, además de desarrollar un programa de atracción de inversiones, garantizando los mismos de derechos para los capitales extranjeros. Países como China están entrando en un proceso de inversión extranjera, motivados en parte por la caída de la rentabilidad en el mercado interno y por la posibilidad de contribuir al desarrollo industrial de países en vías de desarrollo y sin temor al dumping. Por ello, como industria va a ser muy relevante salir a ofrecer inversiones en Chile, fijando y promoviendo nuestras ventajas competitivas, junto con el compromiso de contar con un mercado transparente y libre de corrupción.
