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Las cuatro reglas de Trump para la guerra comercial Opinión

Las cuatro reglas de Trump para la guerra comercial

Los aranceles en China también reducirán la competitividad de muchas compañías estadounidenses. Analistas del Instituto Peterson de Economía Internacional han calculado que el 95 por ciento de esos aranceles se está aplicando sobre bienes de capital y bienes intermedios. China ha adoptado un enfoque diferente para elegir los aranceles de represalia, de los cuales el 38 por ciento se destina a productos agrícolas y alimenticios y el 35 por ciento, a bienes intermedios y de capital.


Los nuevos aranceles sobre las importaciones chinas entraron en vigor el 6 de julio, por lo que es demasiado pronto para hablar de un resultado en la guerra comercial y qué país, si es que lo hay, será el ganador. Incluso el más acérrimo defensor del libre comercio debería admitir que, en teoría, es posible que la amenaza de los aranceles pueda inducir a otros países a hacer concesiones que nos dejen (y posiblemente, los dejen) en mejores condiciones. Sin embargo, un escenario en que todos pierden también es muy posible.

Lo que sí podemos decir con certeza es que estamos aprendiendo cuatro reglas para librar una guerra comercial, al estilo del presidente Donald Trump.

Primero: suponer que se ganará sin esfuerzo.

En marzo, el asesor comercial de Trump, Peter Navarro, predijo que ningún país tomaría represalias contra nuestros aranceles. Su razonamiento: somos el mercado más grande del mundo, por lo que otros países tienen demasiado que perder. Negándose a cooperar con esta teoría, Canadá, China, la Unión Europea y México han impuesto aranceles de represalia.

El propio presidente Trump ha defendido la tesis de que nuestro déficit comercial garantiza nuestro éxito, porque «cuando ya estás con US$500.000 millones MENOS, ¡no puedes perder!». Es cierto que, en teoría, podemos reducir más importaciones desde el resto del mundo hacia nosotros de lo que el mundo puede reducir en exportaciones nuestras.

Pero la pérdida de exportaciones no es la única forma de daño que un conflicto comercial puede causar, y aumentar las barreras a las exportaciones no es la única forma en que los países pueden actuar para dañar nuestros intereses económicos. Según ha trascendido, China está considerando «suspender las licencias para las firmas estadounidenses, demorar la aprobación de fusiones y adquisiciones que involucren a empresas de Estados Unidos y aumentar las inspecciones de los productos estadounidenses en las fronteras».

La estrategia de la administración tendrá su recompensa si Navarro y Trump entienden los intereses de nuestros socios comerciales mejor que los mismos socios comerciales.

[cita tipo=»destaque»]Los funcionarios de la administración Trump no parecen muy interesados en aclarar ninguna confusión. Kevin Brady, el presidente republicano del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, comentó recientemente, con un poco de exasperación, que «hoy no hay discusiones comerciales serias entre EE.UU. y China, no hay planes para negociaciones comerciales en el corto plazo, y aparentemente pocas acciones para encontrar una solución». Nadie puede decir con confianza cuáles asesores de Trump reflejan la posición de la administración.[/cita]

Segundo: asegurarse de que sus aranceles estén diseñados para infligir el máximo daño a las compañías de su propio país.

Los aranceles de la administración sobre el acero y el aluminio importados perjudican a las empresas que utilizan esos insumos para fabricar sus propios productos, y estas empresas emplean a más estadounidenses que las propias industrias del acero y el aluminio.

Los aranceles en China también reducirán la competitividad de muchas compañías estadounidenses. Analistas del Instituto Peterson de Economía Internacional han calculado que el 95 por ciento de esos aranceles se está aplicando sobre bienes de capital y bienes intermedios. China ha adoptado un enfoque diferente para elegir los aranceles de represalia, de los cuales el 38 por ciento se destina a productos agrícolas y alimenticios y el 35 por ciento, a bienes intermedios y de capital.

Tercero: enfrentarse a tantos países de forma simultánea como sea posible.

La administración de Trump tiene muchas preocupaciones en lo que respecta a comercio. Su lucha es contra los déficits comerciales bilaterales, las barreras comerciales de otros países contra nuestros exportadores, la manipulación de la moneda, el robo de propiedad intelectual y la transferencia tecnológica forzada.

Una forma de abordar estos problemas sería elegir los peores abusos, o los peores abusadores, y abordarlos primero. Por ejemplo, se podría intentar construir una coalición con otros países que compartan un interés en combatir el mercantilismo chino incluso si queremos que algunos de esos países también cambien sus políticas comerciales.

Los encargados de política de EE.UU. han rechazado este pensamiento. En cambio, hemos avanzado rápidamente en contra de las prácticas de China y de casi todos los productores de acero y aluminio del mundo. Una ronda anterior de medidas comerciales se enfocó en paneles solares y lavadoras importados. Hemos ignorado las señales de que nuestras políticas están haciendo que otros países se acerquen más a China. Al mismo tiempo, estamos presionando para que se modifique el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Trump está apostando a que puede tener éxito sin construir una coalición o establecer prioridades.

Cuarto: No sentir que debe establecer claramente sus demandas de negociación.

Como señala Martin Wolf, nuestros objetivos con respecto a China son «imprecisos». Es posible que deseemos que China reduzca su superávit comercial con nosotros, o que finalice su programa «Hecho en China 2025», o que reduzca sus barreras comerciales contra nosotros, o alguna combinación inescrutable de lo anterior.

Los funcionarios de la administración Trump no parecen muy interesados en aclarar ninguna confusión. Kevin Brady, el presidente republicano del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, comentó recientemente, con un poco de exasperación, que «hoy no hay discusiones comerciales serias entre EE.UU. y China, no hay planes para negociaciones comerciales en el corto plazo, y aparentemente pocas acciones para encontrar una solución». Nadie puede decir con confianza cuáles asesores de Trump reflejan la posición de la administración.

Entonces el equipo de Trump no aclara lo que quiere o realmente no lo sabe. Tener un objetivo a menudo se considera útil para lograrlo.

Pero esta es una administración decidida a romper las reglas, perturbar los modelos antiguos y probar nuevas tácticas. Su comportamiento con el comercio está definitivamente en consonancia con ese espíritu.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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