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Torito (fragmento)

Julio Cortázar


Qué le vas a hacer, ñato, ñato, cuando estas abajo todos te fajan. Todos, che, hasta el más maula. Te sacuden contra las sogas, te encajan la biaba. Anda, anda, que venís con consuelos, vos. Te conozco, mascarita. Cada vez que pienso en eso, Salí de ahí, salí. Vos te crees que yo me desespero, lo que pasa es que no doy más aquí tumbado todo el día. Pucha que son largas las noches de invierno, te acordás del pibe del almacén como lo cantaba. Pucha que son largas… Y es así, ñato. Más largas que esperanza’e pobre. Fijate que yo a la noche casi no la conozco, y venir a encontrarla ahora… Siempre a la cama temprano, a las nueve o a las diez. El patrón me decía: “Pibe, andate al sobre, mañana hay que meterle duro y parejo.” Una noche que me le escapaba era una casualidad. El patrón… Y ahora todo el tiempo así, mirando el techo. Ahí tenés otra cosa que no se hacer, mirar p’arriba. Todos dijeron que hubiera convenido, que hice la gran macana de levantarme a los dos segundos, cabrero como la gran flauta. Tiene razón, si me quedo hasta los ocho no me agarra tan mal el rubio.

(* Cortázar escribió este cuento en homenaje a Justo Suárez, el Torito de Pompeya o de Mataderos, el primer gran ídolo del boxeo argentino. En este párrafo, Torito está tumbado en su lecho de muerte).

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