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Reforma Agraria


Señor Director:

Se cumplen 50 años de la llamada Nueva Ley de Reforma Agraria, promulgada en julio de 1967.

Se trata de un debate que nace fracturado, en la medida que los sectores más conservadores han demonizado durante años un proceso que, si bien tuvo errores en su implementación, resultó capital para el desarrollo de la sociedad chilena.

Hoy nadie se asusta cuando como socialistas, como parte de la Nueva Mayoría, y como integrantes del gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, hablamos de avanzar hacia una sociedad de derechos. Creemos que la Reforma Agraria fue un reflejo claro de dicha situación, al terminar con un sistema tradicional, el latifundio, que era el principal obstáculo para el crecimiento y desarrollo de una agricultura moderna en nuestro país.

Este sistema perduraba desde la Colonia, absolutamente atrasado, con una subexplotación de la tierra, y con una verdadera oligarquía agraria que usaba su poder para ejercer una dominación política y oponerse al desarrollo como nación.
Jacques Chonchol, uno de los principales impulsores de la reforma, ha manifestado que el gran proyecto era una agricultura campesina organizada en cooperativas, cuestión que quedó frustrada por el golpe de estado. Pese a que parte de las tierras fue devuelta a sus antiguos propietarios con posterioridad a 1973, la profundidad del cambio realizado provocó que no se pudiera volver a la vieja y atrasada estructura del latifundio.

En los años 60 había un mayor desarrollo del campesinado. También es una época en la cual se produjeron grandes contradicciones entre el mundo rural y los latifundistas. Además, una serie de organismos como la FAO, la OEA y la CEPAL manifestaban que era necesario que el mundo campesino se incorporara como protagonista al desarrollo rural.
Ese fue el contexto que permitió avanzar con la Reforma Agraria. Entendemos que hubo imperfecciones propias de un proceso social complejo y conflictivo. Pero creemos firmemente que, sin la Reforma Agraria, nuestro país habría demorado décadas en realizar un proceso transformador que no sólo modernizó nuestra agricultura, sino que entregó dignidad a nuestro mundo campesino.

Alfonso de Urresti, Senador

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