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Capítulo 18 «el penúltimo capítulo»: No fue culpa de la lluvia, ni de mi jefe. ¡Me pasó por caliente! Historias de sábanas

Capítulo 18 «el penúltimo capítulo»: No fue culpa de la lluvia, ni de mi jefe. ¡Me pasó por caliente!

Conti Constanzo
Por : Conti Constanzo Descubrió su pasión por los libros de pequeña, cuando veía a su abuelo leerlos y atesorarlos con su vida. Cada ejemplar de su biblioteca debía cumplir un único requisito para estar ahí: haber sido leído.
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Capítulo 18

Bloqueado como nunca en mi vida he visto a alguien está Mauricio, todo sucede como en cámara lenta, rápidamente cojo las sábanas y me cubro lo que más puedo, hasta que es la voz de Sofía quien nos saca a ambos de esta burbuja algo bizarra que se ha formado.

-Soledad está enojada.

Con el solo hecho de escuchar ese nombre Mauricio salta de la cama tal y como Dios lo echó al mundo.

-¡Imposible!¿¡Cómo va a estar enojada si esta…!?

-¡Mauricio! -le grito al mismo tiempo que le pongo la almohada en sus partes íntimas, porque estoy segura que Sofía en su vida ha visto a su padre desnudo y tampoco crea que sea algo muy decoroso para recordar-. La gata, está hablando de la gata.

-¡Qué gata!

«Será idiota», pienso tratando de aguantarme la risa, porque la cara de la enana es de todo menos feliz, sus ojos parecen pelotas de pin pon y van desde su padre a mi intercaladamente.

-La gatita que trajimos hoy en la tarde, Mauricio -empiezo a hablarle como si fuera un niño, ahora está sudando y no por el esfuerzo.

-Muy enojada -nos interrumpe dando un paso más hacia adentro Sofía  y mi idiota preferido en este momento retrocede y cae en la cama. Con eso me confirma que no solo es idiota, sino que está en shok, no es que yo sea muy experta, pero al menos reacciono mejor, rápidamente me pongo la parte de arriba y tomo la bonita piecera de la cama y me la enrollo a la cintura, camino como si no hubiera pasado nada y tomo de la mano a Sofía.

-Vamos a ver qué le pasa a Soledad, y así dejamos que tu papá se recupere de la impresión que le dio ver la película de terror -digo, pero en ese mismo momento se detiene y me mira con sus ojitos perspicaces.

-Mi papi no tiene tv en su pieza, solo hay en la mía, a él no le gusta mirarla.

-¡¡No!! -exclamo pensado rápidamente en cómo salir de este embrollo-, no es que la estuviera viendo de ver, de mirar, ¿entiendes? -ella niega con la cabeza-. Yo…yo se la estaba contando una película de terror.

-Ahmm -murmura y seguimos caminando.

Al llegar a su habitación veo que Soledad está fuera de su caja, en tanto Pasqui duerme plácidamente, la gata al vernos comienza a chillar, y yo no sé quién lo hace más fuerte, si yo en modo excitada por no decir caliente, o la gata que parece que está reclamando algo.

-Ves, está enojada.

Me agacho para cogerla y automáticamente se queda callada y comienza a ronronear.

-Solo quiere cariño -le cuento abriéndole la cama para que se vuelva a costar y cuando lo hace pongo el animalito a su lado.

-Mi papi me dijo que no podía dormir con ellos -responde apenada-, por eso no la acosté conmigo.

«¿Será idiota?, no, lo que es, es que no tiene sentido común»suspiró y le regalo mi mejor sonrisa.

-No te preocupes, tu papá no se va a enojar, y tú vas a dormir hoy con la gatita para que no se sienta sola.

La pequeña asiente feliz un par de veces y agrega:

-Si yo voy a dormir con Soledad, ¿tú vas a dormir con mi papi para que no se sienta solito?

-¡No! -chillo abriendo mucho los ojos, tanto, que hasta Sofía sonríe.

-¿Y entonces por qué estabas acostada con la luz apagada?

¡Diossss, qué niña más inteligente!

-Ya te dije, porque le estaba contando una historia de terror y para que tuviera más miedo teníamos la luz apagada.

-Ahmm, pero tú tenías más miedo.

-¡No! -sonrió-, yo era la valiente.

-Pero yo te escuche gritar a ti.

Cierro los ojos un momento y me armo de valor, porque la paciencia ya se me agotó y le invento un cuento más o menos creíble en donde justo yo gritaba avisándole que los malos venían, y así, mientras estoy creándome una verdadera historia no tan tétrica y apta para su edad Sofía empieza a cerrar los ojos hasta que duerme profundamente.

Cuando me giro para dejarla sola veo a Mauricio mirándome desde la puerta con los brazos cruzados y una expresión indescifrable, con cautela me acerco y susurro:

-Todo está bien y… -antes de terminar la frase, me abraza fuerte y respira sobre mi cabeza.

-Eres increíble.

-¡No! -le digo riéndome-, es increíble que tú hayas inventado una excusa tan tonta como la de la televisión, ¡si no tienes!

Solo se encoge de hombros y salimos para dejarla dormir tranquila, voy directo a buscar mi ropa frente a su atenta mirada que estoy seguro que es de reprobación.

-No quería terminar así la noche.

Del alma se me sale una carcajada porque este hombre es un verdadero adolecente que solo piensa en su satisfacción, y bueno, para no faltar a la verdad en la mía también.

-Bueno, pero como has podido ver, no podemos, es tarde, ahora me voy y mañana nos volveremos a ver.

-¡Cómo que te vas! -casi pone el grito en el cielo-, ¿cómo te vas a ir?, imposible, es tarde.

-Soy una mujer adulta que sabe tomar un taxi.

-¡Sola!

-Por favor Mauricio, cálmate, ¿qué me va a pasar?

-Quédate aquí.

Aunque estoy tentada en decirle que sí, me acerco a él, lo beso con ganas y le doy a entender que es imposible. Veinte minutos después al fin con mi nueva mascota tomo un uber y me voy a mi hogar, al entrar tal y como si fuera la loca de los gatos le habló:

-Soledad, este será tu nuevo hogar.

La gata me mira y ronronea entre medio de mis pies, y así me voy a dormir, con la Sole entre mis brazos.

Como pocas veces lo hago antes de que suene el despertador suene me levanto, me planto frente al closet y estoy varios minutos pensando en que me voy a poner, hoy comienzo una etapa diferente.  ¡Voy a trabajar en mi sueño!

Escojo un vestido azul apegado que me queda como guante, y no es que se me suma el ego, pero es la pura y santa verdad.

Lo primero que hago es ir a mi puesto de trabajo y automáticamente mis ojos se van a su oficina, está cerrada, y es la propia Carmen quien me dice que el señor Costabal está en recursos humanos, nada más y nada menos que con la víbora, eso me amarga, pero no pienso dejar que eso me quite la alegría.

Luego de llegar a mi nuevo piso es el propio don Agustín  quien me explica las cosas básicas de mi nuevo trabajo y así se me pasa absolutamente toda la mañana.

Cuando dan la una bajo a mi antiguo piso con ganas de verlo a él, pero nada, su oficina está abierta y el señor Costabal no está. Apenada me voy y antes de llegar al final del pasillo siento que me agarran del brazo y no tengo que girarme para saber quién es.

-Te extrañé en la mañana, ya me estás haciendo falta.

Me giro y lo miro a los ojos, y antes de que pueda continuar le doy un beso furtivo en los labios.

-Yo también te he extrañado -le digo poniéndole cara de puchero. A lo que él me mira con las pupilas dilatadas y una sonrisa sexy de infarto.

-Tenemos cuarenta y cinco minutos para solucionarlo.

-¡¿Aquí?! -chillo mirando para ambos lados del pasillo.

-En mi oficina.

-¡No!

-¿Cómo qué no?, además no sería la primera vez -me recuerda y antes de poder responderle ya me está tomando de la mano, y está vez, al llegar se encarga de poner el pestillo en la puerta.

Sus labios fuertes y ansiosos se mueven magníficamente, no alcanzó ni a parpadear cuando sus manos empiezan a hacer su trabajo en tanto mi mente deja de pensar en todo y en todos y con este beso…¡pero qué beso! todo comienza a parecer un sueño. Mis ojos se cierran y comienzan a devolverle el beso con el mismo fervor y así, tal como si estuviéramos almorzando, nos devoramos con ardor.

Con una sonrisa satisfecha antes de las dos de la tarde nos separamos y mirándonos a los ojos nos arreglamos la ropa. Un último beso furtivo del adiós es el que nos damos.

Justo cuando estoy cerrando la puerta escucho:

-¿Qué haces en este piso?

-Vine…vine a entregarle unos documentos al señor Costabal –logro mentirle más o menos convencida, pero ella cómo la víbora que es me mira de arriba abajo y espeta:

-El jueves estará listo el anexo de contrato para que bajes a fírmalo, y el curso de inglés comienza el mes que viene.

-Gracias, señorita Rojas -digo y paso por su lado, aunque sé que es imposible siento un cartel en mi frente que dice “ recién follada”

-Beatriz -me detiene sin mirarme-, no arruines tu carrera.

-¿Perdón? -me giro con actitud altiva, una cosa es que sea mi jefa y otra que me dé amenazas solapadas.

-Lo que escuchaste -me repite y cuando estoy a punto de atacarla continua-, trabajar con don Agustín es una oportunidad única, aprende de él.

Si esto fuera una caricatura yo estaría boqueando como un pez, ¿qué le digo yo a sus buenos deseos? ¡Nada!

Durante la tarde sigo aprendiendo y el súper jefe no me da tregua, tanto así que salgo después de las seis y ni siquiera puedo volver a ver a Mauricio.

En mi casa me siento sola, pero es Soledad la primera en darme la bienvenida y yo como la loca de los gatos que me estoy convirtiendo ¡le hablo! Incluso le cuento lo de calienta José y nuestro extraño encontrón.

Sin ganas me preparo algo para comer y por un largo rato hablo por wassap con las chicas, y el día que debería ser el más feliz de mi vida se transforma en uno triste porque quiero estar en otro lado, y con dos personas. Para ser una mujer moderna le echo la culpa a las hormonas y como hace mucho que no hago llamo a mi madre para contarle mi pequeño problema.

En claro y conciso le empiezo a decir que estoy saliendo con un hombre que viene con  mochila incluida, y ella  a pesar de estar reticente al principio me apoya y me dice, no en realidad me exige conocerlo este fin de semana.

Mientras me estoy  negando dándole mil excusas tontas  suena el timbre, pienso que debe ser don Hugo para traerme cuentas, porque el conserje no sube a nada más que no sea para eso.

Abro con el teléfono en la mano y mi sorpresa es enorme cuando los veo.

-¡Mauricio, Sofía y…Pasqui! -digo alejando el teléfono y aun no atino a hacerlos pasar.

-Pasqui quería verte -es Mauricio el que habla, porque Sofía ya ha entrado para juntar a los gatos.

-Beita, beita, ¿sigues ahí?-me recrimina mi madre por el otro lado de la línea.

-Sí, mamá.

-¿Y quien ha llegado?-por Dios…,¡esta señora es siquica!

-Mau…Mauricio y Sofía.

-Dame con él.

-¡Qué!—chillo ante la atenta mirada de mi inesperada pero bienvenida visita.

-Quiero hablarle -repite.

Niego con la cabeza como si me viera, pero como la señora habla tan fuerte repite la orden y claro, Mauricio que no es sordo la escucha, como si nada me quita el teléfono y contesta:

-Buenas noches, señora.

Intento acercarme al aparatito pero Mauricio que es más alto se yergue un poco más y se me hace imposible escuchar bien, lo único que oigo es “encantado, señora, el domingo nos vemos en su casa” y luego de eso me entrega el teléfono.

-No lo puedo creer -le suelto aún anonadada.

-¿Que? Si  tú conoces a mis padres es justo que yo conozca a los tuyos.

-Pero…, pero es que no sabes como son, te harán mil y una pregunta y creerán…. ¡cresta! -exclamo y me tapo la boca horrorizada.

-¿Qué sucede? -quiere saber quitándome las manos con cariño.

-Mis padres…mis padres creerán que lo nuestro es serio, que es…

-Lo nuestro es serio, Beatriz.

Con esas palabras me lanzo a sus brazos al mismo tiempo que mi corazón comienza a latir desbocado dentro de mi pecho.

La siguiente hora y media la pasamos los tres conversando felices en tanto los gatos jugaban entre sí.

Cuando se fueron, tras darme un beso que me deja en las nubes y pidiendo más me voy a dormir, y por primera vez en muchos años me siento sola  y triste. ¡Quiero estar con él! ¡Con ellos! Como dicen que los animales son intuitivos Soledad se acerca y me entrega el cariño que necesito.

Por la mañana ya no tengo que pasar por mi antiguo piso y no encuentro ninguna excusa decente para hacerlo, así que me voy directo a mi escritorio y comienzo a trabajar. La verdad es que aquí es una relación entre la computadora, el teléfono y las pantallas que me indican los movimientos de la bolsa, y aunque esto es lo que he querido siempre y me encanta, también extraño mirar hacia la oficina y ver de reojo al señor Costabal. En eso estoy pensando cuando don Agustín interrumpe mis pensamientos.

-Beatriz, me gustaría ver los balances financieros de estos clientes -me dice y cuando veo de quienes se tratan mis ojos se iluminan.

-¡Claro! Puedo traerle los balances y sus estados financieros, estos clientes los lleva Raúl.

-Perfecto, que me mandé los archivos de inmediato.

-¡No!-hablo un poco más alto-, no se preocupe, se los traeré en físico así los puede analizar de mejor manera.

-Pero que sea rápido -expresa mirando la hora, sé que está apurado porque rara vez pide todo de inmediato.

¡Qué me dijeron a mí!, no esperé ni un segundo más y bajé, y cual sería mi decepción al ver la puerta abierta, pero no al señor Costabal ni a Raúl.

Con cautela me acerco a Carmen.

-Buenos días.

-Hola, qué tal todo por los cielos.

-Increíble, y más tranquilo de lo que me imaginé.

-Me alegro, aquí abajo estamos vueltos locos, tenemos auditoria interna.

-¿Hoy? -digo totalmente sorprendida.

-Sí, en eso estamos todos, ¿qué necesitas?

-Unos balances de un cliente, pero no está Raúl para pedírselos.

-No, llegará más tarde, pero puedes buscarlos tú misma por favor, es que tengo que terminar este informe.

-Si claro -le digo no muy contenta, no vi ni a mi amigo ni mi amor-, nos vemos.

Como ya he perdido mucho tiempo voy directo a buscar la carpeta, cuando la encuentro la reviso y me aseguro de que esté todo lo que necesito, y al volver, ¡al fin! Ahí todo serio revisando algo desde el teléfono está mirando por la ventana. No me demoro ni un solo minuto y voy a su encuentro.

-Al fin lo encuentro, señor Costabal -susurro y me acerco-. Necesito el beso de los “buenos días”  y si es la mitad de bueno que el de anoche… -no termino la frase cuando siento su boca sobre la mía y me muerde el labio. Me toma por los hombros y arrincona contra la pared obligándome a ponerme de puntillas para quedar más cómoda.

-Definitivamente este beso es mejor -jadeo en su boca.

-Deja de hablar y ahora salúdame tú.

-Sí, señor -respondo y esta vez lo beso yo, así seguimos por un momento hasta que ruidos en el pasillo nos distraen y nos separamos rápidamente.

Por suerte para ambos solo es uno de mis compañeros que nos saluda y sigue de largo, pero yo me quedo con la sensación de algo extraño, incluso me siento observada, pero rápidamente esa sensación es distraída por palabras de grueso calibre que ahora mi no tan decente señor Costabal murmura en mi oído poniéndome la piel de gallina.

-Quiero tenerte en mi escritorio de nuevo, pasar la lengua por tu interior mientras tú te aguantas las ganas de gritar y entierras las uñas en mi espalda.

Aturdida, atónita y alucinada me deja este hombre, pero sobre todo, ¡caliente! Lo que Costabal me ha dicho hace que me sonroje porque no hay nada que no sea verdad y ni siquiera puedo defenderme, y como lo sabe, con lo cabrón y seguro de sí mismo que es pasa sus manos por mis senos haciendo que mis peones se pongan duros automáticamente dejándome sin respiración.

Su mirada intensa llena de lujuria me aceleran y me excitan a tal punto que muero de ganas de tocarlo, y cuando lo hago noto lo abultado de su pantalón, y olvidándome de todo, respondo de igual manera que él, que se aprieta contra mí buscando algo más, justo ese “más” que es imposible dar. Durante varios segundos nos besamos apasionadamente en la soledad del pasillo. Mi cuerpo tiembla suplicando un poco más en tanto sus manos me están estrangulándome la cintura. Cuando la cordura vuelve a reinar, se aparta jadeando y me dice:

-A las seis nos vamos juntos.

Niego con la cabeza, no porque no quiera sino que porque estoy comprometida con Claudia, pero claramente a él parece no importarle y afirma casi en un gruñido:

-A las seis te espero en el estacionamiento.

-Pero…

-Ni se te ocurra no estar, se en que puesto trabajas y hoy Agustín se va a las cinco -demanda y luego de darme un beso casto y puro en la frente se va.

Así, desconcertada subo, le entrego el informe a mi jefe y me pongo a trabajar como posesa para dar la talla que corresponde. En este departamento todo es más serio, y claro, se juegan altas sumas de dinero, pero nadie habla mucho con nadie y aparte de la secretaria soy la única mujer, y además creo que por ser la más joven no me ven con tan buenos ojos.

A las seis en punto he olvidado llamar a Claudia para avisarle que no voy, así que… obligada a pedirle a Mauricio que nos acompañe.

Tal y como me dijo me está esperando en el estacionamiento y yo por más que quiero quitarme está sensación no puedo, y siento que algo me observa….¡estoy psicosiada! ¡Maldición!

-Cinco minutos tarde, señorita Andrade -me dice en tono formal.

-Qué puntual, señor Costabal -bromeo cruzando las piernas y por supuesto poniéndome el cinturón-, pero creo que tengo una noticia que no le va a encantar.

-Me da igual si estás con la regla, o con ese tal Andrés como dices tú.

-¡Mauricio!

-¿Qué?, es verdad, a mí no me da asco nada de ti -dice acelerando el auto.

-No, no es eso, y sí, a mí sí me da asco así que olvídalo.

-¿Entonces?

-Me tengo que juntar con Claudia, se lo prometí -ahora el que gira  la cabeza como la niña del exorcista es él, y tarda varios segundos mirándome.

-Bueno, no me vas así, traté de decírtelo.

-Te acompaño.

-¡Que!

-Eso, que te acompaño, ¿o es que no quieres presentarme a tus amigas?

-Ya las conoces.

-Sí, pero podemos beber algo de forma normal.

Suspiro un par de veces, cierro los ojos y le digo que acepto. Mientras avanzamos le mando un mensaje a Claudia avisándole que voy con Mauricio, ella en respuesta me manda el típico monito con las manos en la cara, ese que dice “wow”

Al llegar la veo de inmediato, está en el lugar de siempre bebiéndose una cervecita y a mí se me hace agua la boca. Antes de llegar a la mesa paso a saludar a julio, el dueño del bar. Me abraza como siempre y me levanta un par de centímetros del suelo. Incomoda por como sé me están mirando le pido que me baje, me da un beso en la mejilla y me baja.

-¿Lo de siempre? ¿Heladita y con limón?

-Sí, por favor.

-Enseguida va, ¿pero…está vez como la vas a pagar? -bromea cerrándome un ojo y yo no quiero ni darme vuelta.

Me acerco a  Mauricio que por supuesto está con el ceño fruncido y le digo que no es lo que se imagina,  ambos caminamos a la mesa, Claudia se levantó de inmediato y antes de saludarme a mi le estira la mano a mi acompañante.

-¿Vienes en plan jefe o acompañante?

-Vengo con mi mujer, tómalo como quieras.

«Mi mujer», eso me derrite de inmediato y si pudiera echarle porras lo haría, pero me contengo y al mirar a Clau, sé que su respuesta le gusta.

Nos sentamos los tres y Mauricio levanta la mano para que lo atiendan, pero no sé por qué se demoran un poco más hasta que una de las camareras llega y muy coquetamente para mi gusto le toma un pedido, ¿y qée pide? ¡Whisky! ¡Aquí!! En donde todos tomamos cerveza, pero ni modo, Mauricio siempre será el señor Costabal, mi cabrón favorito.

La conversación fluye rápidamente entre los tres, Claudia es una dama y aunque no hablamos de nada importante somos capaces de reírnos.

-¿Vienen siempre?

-Uf, si este lugar hablara, las cosas que contaría, pero…

-Lo que ocurre en el bar se queda en el bar -acota una voz enérgica y suspicaz.

Levanto la mirada y veo a mi feminista favorita que no sé en qué plan exactamente está hoy.

-¡Francisca! -chillo.

-Así tengo el gusto de llamarme -sonríe irónicamente, y mirando hacia el lado sabiendo perfectamente quien es pregunta-, ¿y tú serías?

-Mauricio Costabal -se presenta en todo su esplendor levantándose como signo de buena educación.

-No es necesario que te pongas de pie, ni que me corras la silla, las mujeres sabemos hacerlo solitas -le recita un decálogo de inmediato.

-No me cabe duda, pero la caballerosidad no se hace menos por ser educado.

Ignorando el comentario, Francisca se sienta y de inmediato llega su cervecita y desde luego la conversación se pone más tensa.

-Bueno, ¿y tú qué haces aquí? -le pregunta de sopetón sin guardarse nada Fran justo cuando Mauricio se llevaba el vaso a los labios, él, con lentitud termina de beber y mirándola directo a los ojos le responde:

Hoy es martes, no es su día de… –alarga la palabra-, “chicas”

-Vaya, así que además de todo eres controlador-resopla.

-En absoluto, sólo aclaro un punto.

-Fran…-niego con la cabeza, pidiéndole paz.

-Está bien. No diré nada más, pero que sepas que estás coartando mi libertad de expresión-me dice.

-Por mí no te cohíbas.

-Por ti no, por supuesto, pero por mi amiga sí, se llama “sororiridad”, ¿conoces la palabra?

-Por supuesto, ¿y tú conoces la palabra «respeto”?

-No me gustabas antes y menos lo haces ahora, punto y final.

-Salud por eso -levanta el vaso Mauricio mirándola a los ojos-, mientras le guste a Beatriz, todo bien.

-Vale, entendimos el punto, ahora por favor continuemos en “paz” porque ambos conocen la palabra, ¿o se las describo?

Mauricio suspira y se reclina hacia atrás de la silla pasando su brazo por mis hombros, luego en signo de cansancio se afloja un poco la corbata.

-¿Ahora te sacarás la ropa? Digo, para mostrarnos tus atributos -espeta Francisca al aire.

-Eso es lo que te gustaría -responde en el mismo tono sarcástico y creo que entre estos dos nunca habrá feeling.

Al rato por supuesto se nos une la que faltaba, Paula y así como jamás pensé comenzamos a compartir los cinco, aunque eso de cinco como cinco, no, pero al menos conversábamos entre cuatro, porque Fran hablaba sólo para decir una pesadez.

Casi una hora después logro zafar, me despido de las chicas con un abrazo y un beso, en tanto Mauricio por supuesto lo hace dándoles solo la mano, bueno, así es el señor Costabal, un robot que solo demuestra sus emociones en ciertas ocasiones, y tengo claro cuando es eso.

Al salir le digo:

-Perdón, no pensé que estarían todas las chicas, sólo me juntaría con Claudia.

-No me pidas perdón, está claro que no soy santo de su devoción.

-Pero tampoco era la idea que estuviéramos dentro de una batalla constantemente.

-Yo me entretuve -dice de lo más suelto de cuerpo.

-¡Mauricio!

-Solo digo la verdad, estar sentado con ustedes fue como sentarse con varias niñas que protegen a otra niña.

-O sea, me estás llamando “pendeja”

Afirma con la cabeza.

-Sí, mi pendeja favorita -sonríe y me apega a su cuerpo-, pero, tú, ahora, cuando lleguemos a tu casa vas a resarcir este momento siendo una muy pero muy buena chica.

Y así con esas palabras nos vamos y literalmente calentamos motores dentro de su auto, apenas llegamos a mi departamento,  el primer preludio sexual comienza en el ascensor y para que describir lo que sucede en la alfombra, si basta con resumir que me besó hasta la sombra. Sí, así tal cual como dice mi cantante favorito. Con la única diferencia es a pesar de la negativa de Mauricio, Soledad se quedó con nosotros todo el tiempo.

¡Sí! ¡Creo que tengo una gata voyerista!

 

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