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Recuerdo: Bartolomé Ortiz bate todos los records en la prueba más exigente

Recuerdo: Bartolomé Ortiz bate todos los records en la prueba más exigente

El 30 de octubre de 1952 el piloto chileno recibió una triunfal y multitudinaria bienvenida en el aeropuerto de Los Cerrillos después de dar clases magistrales de conducción frente a los mejores del continente y adjudicarse el Gran Premio Nacional de Perú.


Ningún piloto se adentró tanto en el alma popular como Bartolomé Ortiz. Y no fue sólo por sus triunfos, que fueron incontables. Había en él ese algo, que algunos llaman ‘clase’, que los distingue de los demás.

Don Bartolo se convirtió en uno de los grandes ídolos del deporte nacional en los años cincuenta porque supo atesorar las virtudes que caracterizan al chileno ideal: alegre, trabajador, arriesgado.

Tal vez la ocasión en que mejor hizo un compendio de sus virtudes fue cuando se adjudicó el Gran Premio Nacional del Perú, la pruebas más exigente de la época, comparable sólo a los durísimos rallies mundiales de nuestros días.

Las dificultades se reflejan en un dato: partieron 39 coches, y a la meta sólo llegaron 15. Los 24 restantes quedaron en el camino, como fue el caso de los chilenos Raúl Jaras, que abandonó por problemas mecánicos, y Francisco Cremer, que chocó en la ruta.

Dividido en cuatro etapas, con partida y llegada en Lima, y con una distancia total de 2.783 kilómetros, el Gran Premio provocó un entusiasmo inigualado en todas las ciudades y villorrios por donde pasaron los bólidos de esa época.

En su fiel Ford, con el número 10 y la bandera chilena dibujados en las puertas, Bartolomé Ortiz destrozó todos los records y se transformó en uno de los personajes extranjeros más queridos en el Perú.

Los vecinos del norte reconocieron el coraje de Ortiz para superar tantas dificultades como las que sufrió en la primera etapa: siete cambios de rueda, aparte de desperfectos menores que fueron solucionados en la tregua que los corredores tuvieron en Arequipa. Desde Lima hasta esta ciudad -1.071 kilómetros-, todo pareció darse para los dueños de casa, aunque Hernán Videla amenazaba con su cuarto lugar y Bartolomé Ortiz aún tenía opción al clasificar sexto, pese a estar a 38 minutos del puntero, Lizardo de las Casas.

Y los peruanos tuvieron que rendirse a la evidencia desde la segunda etapa -648 kilómetros entre Arequipa y Cuzco-, cuando Ortiz dio una clase magistral de conducción, impuso records inesperados de velocidad y, junto con ganar el tramo, quedó al frente de la clasificación general con una ventaja de 13 minutos sobre el que le precedía, el crédito local Arnaldo Alvarado. Desde el kilómetro 60 en adelante, de Ortiz sus rivales sólo supieron por referencias: le sacó media hora al segundo en el tramo.

La etapa clave era la tercera. Los 626 kilómetros entre Cuzco y Nazca. La más corta, pero más difícil por el camino sinuoso y disparejo, y por las cuestas prolongadas a una altura media de 3.000 metros sobre el nivel del mar, hasta llegar como punto máximo del altitud a la localidad de Arcopeta, donde los 4.370 metros apunaban los motores.

Fue una nueva e impresionante demostración de calidad. Al promediar la etapa ya tenía 14 minutos y 40 segundos sobre su escolta inmediato, el peruano Juan Perry. Ya quedaban solamente 24 pilotos en carrera, y Ortiz seguía aumentando sus ventajas. Cuando lo aplaudieron los 50 mil peruanos que se congregaron en las tierras incas, había sacado una luz de 43 minutos sobre el segundo en la clasificación general.

Había batido, por una hora, el record que ostentaba, para ese tramo, el estadounidense Henry C, Bradley.
Tendría que ocurrir un desastre para que Bartolomé Ortiz no fuera el ganador. El último tramo, Nazca-Lima, era de 438 kilómetros planos y asfaltados. Era cosa de cuidar motor, nada más…

Y apareció el genio que Ortiz llevaba adentro: en vez de especular con la ventaja, hundió el acelerador y no sacó más el pie, pese a las advertencias de Tomás Li, su eficiente copiloto.

Eso le permitió llegar puntero a la meta en Miraflores, donde esperaban 400 mil fanáticos, con un promedio de 141,430 kilómetros por hora. Y adjudicarse la prueba con una ventaja de 56 minutos y 30 segundos sobre Perry.

Una multitud lo esperó días más tarde en Los Cerrillos. Y aunque hubo un retraso de cuatro horas (la llegada del avión estaba anunciada para las 17:00 horas y lo hizo poco antes de las 21:00) a nadie le importó. La tardanza se había producido porque había costado embarcar a ‘Liberty’, un potro chileno que el mismo día de la llegada de Ortiz a Lima había ganado el Gran Premio Presidente de la República del Perú.

A ‘Liberty’ le dieron ración especial de zanahoria como premio y pronto lo retiraron para dejarlo como semental.
Ortiz quedó inscrito en la historia del deporte chileno y al domingo siguiente estaba con el acelerador a fondo en el Circuito del Parque Cousiño.

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