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Fotos:  La fe e ilusión de los bailarines del desierto

Fotos: La fe e ilusión de los bailarines del desierto

«Los seres humanos en algún momento buscamos dar sentido espiritual a nuestro viaje por la vida y renovarlo cada cierto tiempo. A ratos con los pies en la tierra, a ratos mirando las estrellas», expresa el fotógrafo Hernán Pereria, quien junto a Pamela Daza y Jorge Vigueras llegaron a La Tirana para captar con sus cámaras la tradicional festividad religiosa que se lleva a cabo por estos días en el norte del país. Vea aquí las imágenes y conozca también su relato.


Para quienes somos iquiqueños, la Festividad de la Virgen del Carmen de la Tirana es baile y peregrinación desde siempre. Cada año, a partir de la infancia, con la familia primero y con los amigos después, recorremos a pie o en vehículo, los 72 kilómetros de desierto que separan al poblado de la ciudad de Iquique. Nos encontramos allí con la inmensa multitud colorida, el variado comercio alrededor de la plaza, los interminables grupos de bailarines, las decenas de bandas que animan la festividad sin pausa. Esto en la superficie, porque hay otras claves y símbolos que subyacen como signos invisibles y parte de un sistema donde la fe, la racionalidad, lo mágico y lo espiritual, se integran.

Con los fotógrafos Pamela Daza y Jorge Vigueras retratamos la festividad ampliamente. De eso se tratan las fotografías que acompañan este artículo. Momentos que ya no están pero que fueron captados como una gran gesta colectiva que se inicia en julio con la peregrinación desde ciudades y países vecinos, sigue con el baile y permanece en la plaza y alrededores por varios días. Así entonces para el sociólogo Bernardo Guerrero, la búsqueda de salud y bienestar es lo que motiva a los peregrinos a bailar cada 16 de julio a la Virgen del Carmen. Salud no es sólo la ausencia de enfermedad sino que un estado de equilibrio con el cosmos. Bienestar, como su nombre lo indica, es estar bien, no sólo entre los hombres y las mujeres, sino que también a nivel cósmico. Pedir salud y trabajo son los motivos más recurrentes en las mandas.

Hay que estar allí y dejarse llevar por el ritmo aparentemente caótico que nos hace caminar entre multitud y disfrutar una realidad que es mucho más de lo que vemos. Las oportunidades de captar imágenes son infinitas, con situaciones, rostros, detalles de la fugacidad icónica que lo inunda todo. Conviene asumir lo que el fotógrafo Sergio Larraín llamaba “estado de gracia fotográfico” y aceptar que entre el universo, la cámara y el ojo, se producirá una sincronía que premiará lo observado con imágenes inolvidables.

Finalmente la plaza queda vacía, la última banda con su baile han partido, los peregrinos iniciaron el regreso a casa. Sin embargo, estas imágenes se resisten a que todo acabe olvidado por otros ritmos y otros ritos que impone la vida de ciudad. Tiene mucho sentido preservar en imágenes esta experiencia colectiva como sello de nuestra identidad cultural. Vale la pena ir, quedarse varios días y finalmente comprender algo que es muy sencillo y profundo: los seres humanos (bailarines, músicos, cargadores, centinelas, religiosos, promesantes incluidos) en algún momento buscamos dar sentido espiritual a nuestro viaje por la vida y renovarlo cada cierto tiempo. A ratos con los pies en la tierra, a ratos mirando las estrellas.

Hernán Pereira

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