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Buran, el hermano ‘congelado’ del Columbia

Sobrepasada por la industria espacial estadounidense después de décadas de llevar la delantera, la Unión Soviética decidió en los ’80 fabricar su propia versión de un transbordador espacial, más grande y con una importante diferencia: era capaz de funcionar de manera automática, sin tripulantes.


Más grande y adosado a un cohete más potente: ésa era la apuesta que la Unión Soviética desarrolló en medio del más absoluto secreto entre los años ’70 y ’80 para tratar de ponerse a la par de EEUU en el negocio de los transbordadores.



La nave se llamaba Buran (tormenta), y era exteriormente muy parecida al Columbia, el primer transbordador espacial que despegó por primera vez en 1981 y ayer hizo su último y trágico vuelo. Probablemente buena parte de su diseño provino del espionaje, aunque los soviéticos desarrollaron en medio de absoluto sigilo muchos experimentos con pequeños vehículos de reentrada de los que Occidente solo pudo ver fotos obtenidas mediante aviones de reconocimiento.



A diferencia del transbordador de EEUU, Buran solo tenía pequeños motores de maniobra en la popa.

La originalidad del Buran residía en dos factores: fuerza bruta, y capacidad automática. El enorme transbordador estaba adosado al cohete más poderoso del mundo, el Energiya, desarrollado por la veterana industria espacial soviética orgullosa de sus potentes impulsores.



El gigantesco Energiya era capaz de propulsar por sí solo al transbordador ruso sobre su lomo rumbo al espacio, a diferencia de las naves estadounidenses que utilizan en el despegue el empuje combinado de sus propios motores (tres de combustible líquido) y dos cohetes sólidos desprendibles.



Buran sobre su poderoso cohete nodriza





El Buran demostró sus capacidades en su primer vuelo orbital, realizado en 1988 de manera perfecta y sin ningún tripulante a bordo. Toda la misión fue realizada automáticamente y solo con el control desde tierra.



La promesa del transbordador del Este se vino abajo junto con la Unión Soviética. Cinco años después la nave de 75 toneladas fue guardada en una enorme bodega, y solo vio el exterior en contadas exhibiciones aéreas en las que ha participado Rusia, montado en el lomo de un enorme avión de transporte Antonov AN-225, otro de los orgullos del ingenio aeroespacial de la URSS.



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