Publicidad

Segunda vuelta motiva alianzas de última hora

En unas elecciones signadas por la apatía generalizada, dos peronistas, Carlos Menem y Néstor Kirchner, se repartieron cerca de la mitad de los votos e irán a la segunda vuelta, dentro de tres semanas. El escenario que surge deja serias dudas sobre el alineamiento político para el ballotage.


No hubo fiesta, no hubo marchas, no hubo alegría. Un recién llegado a la ciudad de Buenos Aires jamás hubiera adivinado que acababa una elección presidencial. La apatía fue generalizada en todo el país, y sólo festejaron los militantes cercanos a Néstor Kirchner, en la sureña provincia de Santa Cruz, y los acólitos de Carlos Menem, que aplaudieron a su jefe cuando prometió que la segunda vuelta, en tres semanas, "será un paseo".



Con Cecilia Bolocco al lado, Menem recordó que "un año y medio atrás" estaba detenido (acusado de ser el jefe de una banda que contrabandeaba armas a países en guerra) y aseguró que "ya era" presidente.



Sin embargo, la táctica del optimismo permanente del ave fénix argentino tal vez no baste para la victoria en segunda vuelta. Para esto, deberá esperar qué dicen las tres fuerzas que quedaron fuera del ballotage, que se repartieron la otra mitad de los votos.



Los cómputos oficiales finales ubicaron primero a Carlos Menem con 24,34% (4.677.213 votos) y a Néstor Kirchner con el 21,99% (4.227.141 votos). Así, se cumplen las condiciones legales para la segunda vuelta, que se utilizará por primera vez en la historia institucional argentina.



Más atrás quedaron el ultraliberal Ricardo López Murphy (16,35 %); la centroizquierdista Elisa Carrió (14,15%) y otro candidato peronista, Adolfo Rodríguez Sáa (14,12%). Los tres cosecharon el caudal de votos suficiente como para desnivelar el ballotage. Y lo saben.



Por eso, desde la misma noche de ayer, cuando los números del escrutinio eran irreversibles, comenzaron los posicionamientos y las especulaciones. Elisa Carrió fue la más terminante: dijo que "jamás" votaría a Carlos Menem, pero adelantó que tampoco prestaría un apoyo explícito a Kirchner.



En general, los analistas coinciden en que los votos de Carrió no pueden ir a Menem (a quien la hasta ayer candidata fustigó hasta el cansancio por la corrupción de su segundo mandato), pero Kirchner no los puede sumar automáticamente a su alforja.



Distinto es el caso de López Murphy. El ex ministro de Economía de Fernando De la Rúa hizo una excelente elección en la Capital Federal (se impuso con el 25,82%) y cosechó votos del casi extinguido partido radical, que lo avaló sin medias tintas.



Pero el votante de tradición radical es, a la vez, profundamente antiperonista, y se encuentra ahora que debe elegir en la segunda vuelta entre dos candidatos de ese partido. La reacción es, todavía, un misterio. ¿Votarán en blanco? ¿O primará el sentimiento anti-Menem y se inclinarán por Kirchner?



Menos dudas arroja la reacción futura de los votantes de las clases más acomodadas: votaron a López Murphy ahora pero en segunda vuelta nos le queda otra alternativa que volver a su viejo amor: Menem, el hombre que agrandó como nunca la distribución desigual de las riquezas.



El tercero en discordia es Rodríguez Sáa. Sus colaboradores dijeron que recién a mitad de semana tomarán una decisión, pero en el bunker electoral del ex gobernador de San Luis y efímero presidente de la Nación anoche eran más los que criticaban al presidente Eduardo Duhalde y su candidato Kirchner que a Menem.



Por otro lado, quedaron nuevamente relegadas todas las opciones de izquierda, que una vez más no resolvieron el viejo karma de la división en infinitésimas porciones. Entre todos, arañaron el 4 por ciento de los votos.



Se define en tres semanas



Así quedó planteado el escenario para la segunda vuelta, prevista para el 18 de mayo. Antes, el congreso nacional deberá realizar el llamamiento y consagrar a Menem y Kirchner como los que disputarán el ballotage.



Mientras se cumplen los trámites institucionales, se verá si los escenarios de alineamientos se aclaran algo. Por ahora, aparecen tan volátiles como el voto de ayer, que se definió a último momento en una dirección muy argentina, que los medios de comunicación locales bautizaron en esta oportunidad como "voto útil": ir a favor o en contra pero optando -muchas veces sin convicción- por los que pueden ganar.



Una intelectual progresista formada en la universidad pública definió ese voto de otra manera: "el voto con asco". En su caso, confesó que votó a Kirchner para conjurar el peligro de una segunda vuelta volcada definitivamente a la derecha entre Menem y López Murphy.



Así de efímero es el voto argentino de estos tiempos, tal vez se explique por esto la ausencia de cualquier cosa parecida a una cierta alegría cívica.



__________________



Artículos relacionados:



Insultos y denuncias aisladas marcaron presidencial argentina (27 de abril de 2003)

Publicidad

Tendencias