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EEUU pierde la brújula en Irak

El precipitado retiro de Garner -en apariencia un avance por su incapacidad de detener el caos- es, en el fondo, un alejamiento de posturas más conciliatorias y proclives a otorgar un rol central a la ONU en la reconstrucción de Irak, según un analista contactado en el Medio Oriente.


En estas páginas dejamos consignado con anticipación que el proceso post Sadam, sería más difícil que la guerra misma. Planteamos que las causas estaban en un plan de reconstrucción concebido a partir de discusiones entre la Oficina del Secretario general de la ONU y la de Jay Garner, en diciembre del 2002.



Ahora, Garner ha sido reemplazado por Paul Bremmer, un especialista en estrategias de combate anti terrorista, cuyo currículo recoge que trabajó para Henry Kissinger en su época más tenebrosa, cuando se orquestaban golpes de Estado por doquier en plena confrontación con el bloque soviético.



Si el dossier de Garner lo vinculaba al eje seguridad-finanzas, por el lado de las armas y material bélico, el de Bremmer, que está disponible hasta en internet, lo vincula al mismo eje, pero por la arista de la infiltración y la penetración ideológica.



Paul Bremmer es un operativo con capacidad de conceptualizar una estrategia de control civil y paramilitar que abarque áreas extensas en política, la academia y los servicios públicos. Su objetivo en Irak será iniciar la purga de funcionarios del antiguo gobierno y del partido Baas que hasta hoy constituyen la dualidad más difícil de resolver: un escollo para las fuerzas de ocupación que no confían en las estructuras heredadas, pero también una base, ya que no pueden gobernar sin ellas.



Bremmer no es un especialista en acciones humanitarias, ni en aquellas tendientes a generar gobernabilidad como las que necesita Irak. Su elección se ajusta a las características de la Resolución que han preparado los EEUU y el Reino Unido, donde prevalece una administración centralizada en los dos poderes que derrocaron a Sadam Husein.



El rol subsidiario otorgado a la ONU -en una resolución que Jack Straw ha defendido en el gabinete británico a brazo partido- se reduce a unas pocas acciones humanitarias y ciertas auditorías sobre el uso que se dará a los recursos que generará el petróleo iraquí.



El precipitado retiro de Garner -en apariencia un avance por su incapacidad de detener el caos- es en el fondo el abandono de las posturas más conciliatorias y proclives a otorgar un rol central a la ONU en la reconstrucción de Irak, según un analista contactado en el Medio Oriente.



Jay Garner, dentro de su incapacidad para sortear la crisis, representaba, por lo menos, un vínculo con el plan maestro original que fue discutido con funcionarios de la oficina del Secretario General Kofi Annan. "Ese plan consideraba un rol central para la ONU en la administración de la etapa de normalización de Irak", nos dice nuestra fuente.



"En lugar de Garner, un militar desarmado, ahora se hará cargo de Irak, en la práctica, un pistolero con rango de embajador y con ansias de erradicar el terrorismo del Medio Oriente. Su ductilidad para administrar la inmensa tarea, con una masa de burócratas sofisticada y con experiencia como la iraquí, se verá puesta a prueba en el corto plazo", agrega.



Garner no alcanzó a completar un mes como Administrador de la operación para reconstruir Irak. Unos dicen que su retirada fue precipitada por sus vínculos con los negocios de armas, otros aluden a su incompetencia y los más benevolentes asocian su caída a sus nexos con los kurdos que los iraquíes no toleraban.



Cualquiera haya sido la causa, con el alejamiento de Garner también se archiva el plan maestro para reconstruir Irak que consideraba un rol preponderante para la ONU. La administración Bush optó por la incertidumbre e insiste en tensionar las relaciones con sus "aliados" al presentar un nuevo plan para el futuro de Irak, el cual ya fue rechazado por Rusia y Francia, y que está provocando, de paso, una crisis política en el partido laborista inglés de su aliado Tony Blair.



Para muchos analistas, la reconstrucción concebida en este nuevo plan, solo es explicable en el terreno de la irracionalidad. El argumento para reducir el rol que tendrán en la reconstrucción iraquí la ONU y aquellos países que no apoyaron la guerra, se basa en una cuestión, esencialmente, patriotera y emocional.



Así lo confirman las declaraciones de Ari Fleischer, el portavoz de la Casa Blanca, y Condoleezza Rice, la asesora en Seguridad de Bush. Pero a juzgar por el tipo de nombramientos para administrar la fase post Sadam, el argumento patriótico pierde sustentación porque, en medio de todo, siguen primando los negocios energéticos y de seguridad.

El diseño macro de esta aventura no ha sido compartido, en detalles, con los miembros de la desgastada alianza transatlántica, que el propio Rumsfeld define como demodé.



"EEUU no está jugando con un mínimo de cartas abiertas sobre la mesa. Así no se puede negociar", responde una fuente consultada en la Oficina de La Comunidad Europea en Bruselas.



Desmoronamiento general



Pareciera que grandes las teorías y análisis demasiado apasionados pierden consistencia con los hechos que están ocurriendo en toda la zona del golfo.



En Irak, pasamos de la sensación de ser testigos de una verdadera revolución en el orden mundial y de pronto, con la misma velocidad, vemos una sucesión de hechos incomprensibles. Buena parte de esa imagen del gran acontecimiento se desmorona. Intuimos que lo que sabemos es apenas la punta del iceberg. Lo más importante no se conoce.



Toda esa sensación de cambios portentosos, de liberación y del estreno de un diseño, de una nueva forma de hacer las cosas -para algunos mala, para otros buena- se desvanece. Mientras todo eso ocurre, estallan los primeros brotes de cólera, la desnutrición infantil y el caos generalizado no tiene freno en Irak. En resumen, se constata un constante vaivén direccional sin control alguno.



Con lo sucedido en Irak ya no es posible reconocer lo que es válido políticamente, ni lo que se sitúa en el plano legal o ético. Lo hecho está hecho. "Si es legal la ocupación, es un debate académico que puede durar 30 años. Hay que enfrentar lo que se hizo y lo que está por delante". Así de simple, al menos para el nuevo embajador chileno ante la ONU, Heraldo Muñoz, y muchos otros que adhieren a esta visión.



Aún no se da con el paradero de Sadam y menos con las armas químicas y la complejidad no resulta ha despachado en dos semanas a tres figuras prominentes de la saga iraquí. A la defenestración de Jay Garner, administrador de la Oficina de Asuntos Humanitarios y Reconstrucción (ha tenido otros nombres en menos de tres meses), hay que sumar el alejamiento de la Gobernadora de Bagdad, Barbara Budine, y a la Ministra de Cooperación Internacional del Reino Unido, Clare Short, quien abandonó el gabinete de Tony Blair.



Short presentó su renuncia ante la falta de argumentos del primer ministro británico para justificar la "quitada de piso" que se le hizo a la ONU y la falta de compromiso de Blair con la Organización de Naciones Unidas en esta fase de la ocupación.



Sin embargo, la actitud de Short motivo que un comentarista de The Guardian la considerara un estorbo. "Emocional, voluntarista, oportunista, nadie llorará por ella", se lee en su crónica.



La ONU agazapada y frígida, pareciera estar en la estrategia de la espera y ver cómo se desmorona una operación que carece de un plan o estrategia conocida.



En la misma administración Bush, dicen nuestras fuentes, se comenta que el mejor plan para Irak, es aquel que no existe, porque el objetivo principal de derrocar a Sadam solo la mitad de la tarea. Lo que resta solo el tiempo lo dirá. "Podemos quedarnos nueve semanas, nueve meses o nueve años", sostuvo Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa, en una conferencia de prensa apenas decretado el final de la guerra.



El retorno del enemigo principal

Como si hubiera estado en perfecta sincronía con la designación de un especialista en antiterrorismo para administrar Irak, las explosiones en un complejo residencial en Riad, capital de Arabia Saudita, reafirman que la decisión de invadir fue precipitada y representó una «dispersión» respecto del enemigo principal erigido después del 11 de septiembre de 2001: las redes terroristas.



Una vez más las advertencias de columnistas respetados del New York Times y The Guardian que estuvieron en franca oposición a la forma como se derrocó a Sadam, demuestran que estaban en lo cierto. Desde estas páginas hemos insistido en lo desprolijo de la forma cómo la administración republicana está tratando de implementar un nuevo orden mundial.



Ya no está Sadam ni su régimen para ser testigo en este nuevo juicio virtual que se hace ante cada acción terrorista. La gran diferencia reside en que el "acto" de Bagdad fue anunciado. Como se presume con ciertas bases, el retiro escalonado del régimen demuestra cada vez más la ausencia de legitimidad de los presuntos vínculos de la estructura del régimen iraquí con Al Qaeda.



El atentado en Riad no solo viene a aumentar las dificultades para resolver el puzzle de la reconstrucción de Irak ,sino que entrega una señal al mundo sobre la complejidad del fenómeno terrorista, cuyas redes están entramadas con una complejidad insospechada. No son extraterrestres, ni adláteres de conspiraciones en tren de fuga. No son tampoco problemas insalvables entre islámicos y cristianos o árabes y occidentales (el mito del choque de culturas).



Las raíces del terrorismo son profundas y, paradójicamente, terrenales. Su núcleo está en las mismas barbas de quienes lo combaten y no parecen darse cuenta.



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