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Argentina: Kirchner llega con muchas caras nuevas

El próximo domingo Néstor Kirchner llegará a la presidencia de Argentina con el gabinete de ministros más joven de los últimos años y con muchas caras nuevas. No tuvo empacho en nombrar a su hermana en el área social y ni menos en dejar el ministerio del Interior en manos de un alfil de Eduardo Duhalde.


El domingo se cumplirán 193 años desde la revolución de Mayo, que marcó la salida de la corona española de Buenos Aires. Sin embargo, a diferencia de las fiestas patrias chilenas que trasuntan en festejos populares, en Argentina poco queda del fervor patriótico. Los últimos 25 de mayo se resolvieron con algunos actos formales y ya.



En este próximo 25 de mayo no habrá fervor, aunque sí algo de expectativa. Será el día de la asunción de Néstor Kirchner como presidente de la Nación, cerrando un ciclo de presidentes interinos que comenzó el 20 de diciembre de 2001, cuando la ira social terminó con el prometedor gobierno de la Alianza.



Ya casi nada queda en la arena política local de aquel estrepitoso fracaso. Tal vez aquella desilusión sea una de las explicaciones de la apatía generalizada ante la asunción de Kirchner. En todo caso, el nuevo presidente sabe que la mirada desconfiada de la mayoría de los argentinos será difícil de remontar, más ahora que la defección de Carlos Menem del balottage lo dejó con sólo un 22 por ciento de votos propios.



Pero a pesar de la soledad electoral, el gabinete de Néstor Kirchner no se parece en nada a un gabinete de "unidad nacional", tal como muchos lo esperaban para esta tapa donde, a juicio de la mayoría de los analistas, la tarea de generar consensos es casi tan importante como enfrentar las erupciones del magma de la crisis social y económica más profunda y duradera de aquel 25 de mayo de 1810 para acá.



Así, la mayoría de los ministros serán del Partido Justicialista, y los que no lo son provienen de ese palo. Pero no habrá lugar para las listas partidarias de Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Sáa. Sí quedan ministros de Eduardo Duhalde. Uno de ellos estaba anunciado: el titular de Economía, Roberto Lavagna seguirá en su puesto, luego que el argumento de la continuidad de la misma política ante los organismos de crédito sirvió para consolidar la performance electoral. O al menos así se asegura cerca de Kirchner.



Sin embargo, el poder de Lavagna quedará recortado: Kirchner decidió crear un nuevo ministerio, de Planificación Federal, Inversiones Públicas y Servicios. Un área que, anunció, será central en su política de combatir el desempleo y la recesión con obras públicas. Allí, colocó a un hombre de su confianza, Julio De Vido, quien lo acompañó varios años en la gobernación de Santa Cruz.



Este hombre, que tendrá despacho en la Casa Rosada, sería el timonel en una de las primeras tormentas que enfrentará Kirchner: la renegociación de los cuadros tarifarios y los contratos de las empresas de servicios públicos privatizadas en la década menemista.



El plantel de ministros de máxima confianza se completa con Alberto Fernández, un hombre que llegó a la política de la mano de Domingo Cavallo, el dos veces ministro de Economía padre del esquema de "1 a 1" entre el peso y el dólar. Hoy definitivamente enterrado. En esa lista de dirigentes muy cercanos al nuevo presidente figura también el futuro ministro de Trabajo, Carlos Tomada, que llega con aval de dos de las tres centrales sindicales.



Pero quien corona la lista de los "íntimos" es la nueva encargada del área más urgente que enfrenta el nuevo gobierno: la asistencia social. Será Alicia Kirchner, hermana mayor del patagónico, la que se ponga el sallo del ministerio de Desarrollo Social, tal vez el ministerio de nombre más pomposo en un país con descontrolados índices de pobreza y desnutrición infantil.



Kirchner también dejó lugar en el gabinete para dos "duhaldistas puros", Aníbal Fernández en la estratégica cartera de Interior y José Pampuro, un ladero fiel e histórico de Eduardo Duhalde, en la siempre ríspida cartera de Defensa. El ministro de Interior será el encargado de lidiar con los gobernadores de provincia, un ámbito donde Kirchner cosecha por ahora menos avales que los necesarios. En Salud, por otra parte, se queda el ministro menos cuestionado de los que también acompañaron a Duhalde, Ginés García.



El resto del elenco ministerial se completa con dos sorpresas. Rafael Bielsa, abogado constitucionalista de peso y hermano del técnico de la selección argentina de fútbol, Marcelo, será el nuevo canciller. Hoy, los diarios de Buenos Aires aseguraron que la designación causó varios signos de interrogación en Washington, y hay quienes recordaron su pasado muy cercano a Carlos "Chacho" Álvarez, el vicepresidente de la Alianza que con su temprana renuncia dio paso al comienzo del fin del gobierno de Fernando De la Rúa.



La otra sorpresa es, por lejos, la designación más polémica del gabinete. Se trata de Gustavo Béliz, el mismo que hace diez años era una suerte de "niño mimado" de Carlos Menem, que lo llevó a la ministerio del Interior, del que renunció asegurando que tenía los pies "en un nido de víboras". Su salida temprana de un menemismo todavía en ascenso le permitió sacar cartel de político honesto, capital que le sirvió para ser diputado de la ciudad de Buenos Aires primero y nacional después.



Béliz llegará al ministerio de Justicia y Seguridad, una cartera muy compleja con una justicia cuestionada desde su Corte Suprema y actuando una y otra vez -por los conflictos electorales y la incautación de los depósitos de ahorristas- en el centro de la política. Su ministerio incluye también una secretaría de Derechos Humanos, y fue desde ese ámbito que partieron las más encendidas críticas al ministro que vuelve. Al desempolvar su curriculum, en todas las redacciones se recordó su catolicismo a ultranza y su nunca desmentida pertenencia al Opus Dei.



"Hay Kirchner para ocho años", repite superlativo el presidente saliente, Eduardo Duhalde, mientras soporta una andanada de críticas por su decisión de indultar al ex militar golpista Mohamed Alí Seineldín y al ex referente del setentista Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Enrique Gorriarán Merlo. Ambos purgaban condenas de prisión perpetua y Duhalde los dejó en libertad en aras de una difusa "reconciliación nacional" que, opinan la mayoría de los analistas, poco tiene que ver con dejar en libertad a hombres que hace mucho dejaron de tener al menos una mínima ascendencia pública.



Desde Santa Cruz, mientras preparaba la valija, Kirchner dijo que no estaba de acuerdo con los indultos y Duhalde replicó que -hasta el domingo al mediodía- el presidente era él. Una independencia de criterios que no se sabe si perdurará de aquí en más.



Por ahora, en el discurso al menos, Kirchner viene ganando la batalla de despegarse de una imagen que Carlos Menem intentó instalar cuando estaba todavía en campaña: el presidente entrando sentado sobre la falda de Duhalde del saliente, como un ventrílocuo con su muñeco. ¿Lo logrará? Es otras de las dudas del porvenir inmediato en la política argentina.

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