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Estadounidenses comienzan a pasarle la cuenta a George W. Bush

A poco más de un año de las elecciones presidenciales en EEUU, el futuro político de George W. Bush se presenta cada día más sombrío. Hoy se encuentra atrapado en Irak por una paz que no puede costear ni ganar por si solo, y también asediado en el frente político interno. El ataque terrorista a la sede de la ONU en Bagdad y la inflamada crisis del Oriente Medio, lo obligan a dar paso atrás en su cometido, en momentos en que por primera vez desde antes del atentado a las Torres Gemelas una encues


Los signos de recuperación de la economía estadounidense en este segundo trimestre, con un crecimiento del PIB del 3,1 por ciento, cifra dada a conocer ayer por el departamento de Comercio, complican aún más los planes de Bush de imponerle al país un déficit fiscal que, en vez de tener un carácter coyuntural, a todas luces fue concebido por sus ideólogos como estructural y permanente, de modo de sostener en el tiempo los gastos en defensa necesarios para asegurarse que el XXI sea el indiscutido Siglo Americano.



El miércoles pasado la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC) de EEUU, ente políticamente neutral, estimó que el déficit fiscal de Washington será este año de 401 mil millones de dólares (casi siete veces el PIB de Chile), mientras que el de 2004 sobrepasará los 480 mil millones. Esto, sin tener en cuenta los ineludibles gastos de la ocupación militar y de la reconstrucción de Irak, así como los costos de otras posibles futuras aventuras militares en el mundo, según la nueva política preventiva de la Guerra Global contra el Terrorismo.



La OPC calcula que en los próximos 10 años el déficit fiscal de EEUU se acumulará hasta alcanzar 1,4 billones (millones de millones) de dólares. Cálculo optimista, según el premio Nóbel de economía 2001 de la Universidad de Berkeley, George Akerlof, quien estima que la irresponsabilidad fiscal de Bush hijo, "la peor política fiscal de los últimos 200 años", según sus palabras, provocará en 10 años un déficit de 6 billones (millones de millones) de dólares.



El déficit fiscal de 2004, representa sólo el 4, 2 por ciento del PIB de EEUU. Nada de alarmante, sostienen en la Casa Blanca, visto que durante el gobierno de Ronald Reagan el déficit llegó a superar el 6 por ciento del producto, sin que esto arrastrara a la economía al desplome. Sin embargo, no hay que olvidar que la Reserva Federal se vio entonces obligada a subir el costo del dinero a las nubes, lo que provocó el derrumbe de las economías más débiles del mundo en 1982-83.



Según el editor de economía del diario The Guardian de Londres, Mark Tran, la teoría clásica keynesiana, hoy mal apropiada por los neo conservadores de Washington, sostiene que para despertar a una economía del estancamiento es saludable aumentar el gasto fiscal, siempre y cuando se haga de manera coyuntural y que el aparato productivo de ese país este operando por debajo de su potencial. "El problema surgirá cuando la economía de EEUU comience a crecer y los altos déficit fiscales se mantengan anclados en el tiempo", declaró anteayer Douglas Hotz-Eakin, director de la OPC del Capitolio.



Y es justamente eso lo que está comenzando a ocurrir en EEUU. Varios analistas económicos coincidían ayer en que el crecimiento del 3,1 por ciento del PIB, durante el segundo trimestre, se debe en gran parte al aumento del gasto militar provocado por la guerra de Irak. De hecho, desde los tiempos de la guerra de Corea en 1951 no se verificaba un alza del gasto militar comparable al de hoy, con un aumento del 45,9 por ciento respecto al presupuesto del año pasado. Si el gasto fiscal sigue sosteniéndose a este ritmo y la economía mantiene o supera la acutal recuperación, Alan Greenspan de la Reserva Federal se verá obligado a subir la tasa de interés, lo que abortaría las expectativas de crecimiento del resto de la economía estadounidense.



El costo de la paz en Irak



El miércoles pasado el Washington Post publicó una entrevista a Paul Bremer, coordinador civil de las fuerzas de ocupación en Bagdad, donde éste sostiene que se requerirán "varias decenas de miles de millones" de dólares para reconstruir la infraestructura de Irak y revivir su moribunda economía. Sólo asegurar el normal abastecimiento de agua potable a la población costará 16 mil millones de dólares. El costo total de la reconstrucción de Irak, destruido por más de 20 años de guerras, se ha llegado a estimar en más de 60 mil millones de dólares. Además, EEUU está gastando mil millones de dólares semanales en mantener una fuerza de ocupación de alrededor de 138 mil soldados en Irak, es decir 48 mil millones de dólares al año.



La Casa Blanca sostuvo antes y durante la guerra que el costo de la ocupación y de la reconstrucción podían ser costeados por el petróleo iraquí, país que posee la segunda reserva mundial de crudo después de Arabia Saudita. Cuentas demasiado felices, a la luz de la realidad que hoy se vive en Irak. Después de cuatro meses de ocupación, la producción de petróleo iraquí apenas alcanza a poco más de la mitad de los 2 millones de barriles diarios exportados en tiempos de Sadam Husein. Los últimos atentados con explosivos a oleoductos y la precaria situación de seguridad del país hacen imposible prever cuándo se estabilizará la producción. Irak no tiene dinero para pagar nada y la situación pareciera empeorar con el tiempo.



La crisis financiera de Irak ha llegado a tal punto que en los próximos días Bush se verá obligado a tocar una vez más las puertas del Congreso para solicitar presupuesto adicional que permita pagar los sueldos de los funcionarios del Consejo Gobernante iraquí y de las insipientes estructuras del Estado.



Sin embargo, la mayoría republicana de las dos cámaras ve cada vez con más recelo el gasto en Irak, debido a que tiene su propia agenda de gastos fiscales adicionales. Quisiera contar con 400 mil millones de dólares fuera de presupuesto para financiar el plan "Medicare", un programa federal de salud para ancianos. Y todo esto sin subir los impuestos.



Por otra parte, el principal contendor de George W. Bush en las próximas primarias republicanas, el senador por Arizona John MacCain, acusa a Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, de ser demasiado ligero con el cálculo de tropas de ocupación necesarias para pacificar Irak. Si se toma como ejemplo el caso de Kosovo, donde la fuerza de paz de la OTAN ha tenido éxito, en Irak deberían haber al menos 526 mil soldados, usando el mismo criterio de número de tropas por habitante aplicado en el país de los Balcanes. Es decir más de tres veces el contingente actual. Número imposible de alcanzar por EEUU, tanto por los altísimos costos como por la falta de tropas de reservas. Más aún cuando el propio Rumsfeld ha recientemente manifestado sus intenciones de recortar el número de efectivos de las FFAA estadounidenses. Propone llevar adelante una ulterior modernización de las estructuras militares, privatizando aún más sus tareas administrativas y de logística, plan que provoca malestar en los uniformados. Pero ojo, la reducción de personal no conlleva una reducción del gasto militar. Por el contrario, el gasto se concentraría ahora en la actualización de los equipos y en nueva tecnología. Es decir, iría a parar directamente en manos del Complejo Industrial Militar.



La invitación de ayer de Colin Powell a la ONU para que acepte enviar tropas a Irak, pero -por ahora- sin que esto signifique a EEUU renunciar al mando, es prueba de que la situación en Irak escapa de las manos de Washington.



El ex agente de la CIA, Robert Baer, autor del libro "Durmiendo con el Diablo: Como Washington vendió su alma al crudo saudita", comparó el miércoles pasado en el Washington Post la actual situación en Irak con la vivida por los marines estadounidenses en Líbano en 1983. El 23 de octubre de ese año un atentado suicida dejó 241 soldados muertos. Meses más tarde, después de un segundo atentado contra la embajada de EEUU en Beirut, las tropas abandonaron el escenario de guerra. Mientras se alejaban de la costa, los acorazados estadounidenses descargaron sus cañones de alto calibre contra las barriadas de la capital libanesa.



Según las cuentas que lleva el New York Times, ayer el número de soldados muertos en Irak, después de que George W. Bush declarara terminada la guerra, llegó a 141, tres más que los soldaos muertos durante el conflicto.



El costo interno de la guerra



Por primera vez desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, una encuesta de opinión realizada por la Princeton Survey Research Association y publicada por el semanario Newsweek, arroja que más estadounidenses (49 por ciento) dicen oponerse a que Bush sea reelegido Presidente en 2004, que los que estarían dispuestos a apoyarlo (44 por ciento).



El 69 por ciento de los encuestados opina que EEUU se verá obligado a permanecer por años en Irak y que esto no mejorará la seguridad de los estadounidenses. El 49 por ciento de ellos dice estar muy preocupado por esta situación.



Sin embargo, un 53 por ciento todavía aprueba en líneas generales la gestión de Bush, y un 61 por ciento aún piensa que la invasión de Irak fue justificada.



En temas como economía, salud y educación, los encuestados por Princeton Survey opinan que los demócratas son más capaces de resolver situaciones en esos ámbitos que los republicanos.



En estos días al presidente de EEUU pareciera lloverle sobre mojado. Hace apenas unas semanas la Cámara de Representantes votó a favor (309 contra118) de una moción presentada por el partido Republicano que impide el uso de fondos federales para espiar a ciudadanos estadounidenses sin autorización judicial y sin que éstos sepan que están siendo o han sido investigados. Estas fuertes restricciones a las libertades individuales, entre muchas otras, fueron aprobadas pocos días después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, en un paquete de leyes de seguridad interna, bautizadas por Bush con el nombre de "USA Patriotic Act". Con el pasar del tiempo, tanto conservadores como liberales se han propuesto derogar muchas de estas leyes consideradas atentatorias contra las libertades civiles. Tanto es así que el Fiscal General (ministro de Justicia) John Ashcroft, está recorriendo el país en una cruzada por defender el Patriotic Act de los intentos por reformarlo.



Siempre en el plano de los derechos y libertades civiles, el Colegio de Abogados de EEUU en su reunión anual realizada días atrás, interpeló al Congreso y al Ejecutivo para que revisaran los procedimientos utilizados por los tribunales militares en Guantánamo, porque son contrarios a los principios del debido proceso.



Pero quizás el verdadero talón de Aquiles de la Casa Blanca esté en las demandas civiles y penales que preparan los familiares de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre. Con la paciencia y determinación de las Madres de Mayo, diversas asociaciones de familiares buscan justicia y una explicación coherente y satisfactoria de los hechos que terminaron con la vida de sus parientes cercanos y amigos.

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