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Cuando los crímenes terrenales son trivializados

Dirigida por Gustavo Meza y protagonizada por Berta Lasala, Luz Croxato, Sigdrid Alegría, Elvira López, entre otras, Los 7 pecados capitales, incurre en el error de intentar divertir al espectador a fuerza de tallas y situaciones livianas, en desmedro de un desarrollo más profundo en cada subtema del montaje.


Gustavo Meza, en un intento por llevar a escena Los 7 pecados capitales, reunió a siete dramaturgos para que cada uno escribiera un monólogo en base a un pecado. Entre los seleccionados están Poli Delano, Hernán Rivera Letelier, Marco Antonio de la Parra y Juan Radrigán. Con textos muy dispares, y preferentemente en tono de comedia, Meza construye una obra sobrevalorada por el público, repleta de clichés narrativos, lugares comunes e interpretaciones que van desde lo aceptable -siendo generoso- hasta lo ridículo.



Con una trivialización desmedida en algunos escritos, Los 7 pecados capitales pierde la oportunidad de profundizar en temáticas de gran fuerza, dejando al desplante de sus actrices el futuro de un montaje construido tan solo sobre la base del entretenimiento. Lux Croxatto (Avaricia), Sidgrid Alegría (Envidia), Amparo Noguera (Ira) o Berta Lasala (Lujuria), son algunas de las encargadas de llevar a puerto un proyecto concebido para las masas, para las grandes audiencias, las menos exigentes, las que disfrutan con Sinvergüenzas o 23 centímetros.



Para interpretar estos monólogos se convocó a actrices egresadas de Escuela Teatro Imagen, que hubiesen desarrollado una labor destacada ya sea en teatro como en televisión. Si bien hay uno que otro monólogo medianamente bien realizado, queda esa sensación de pérdida en torno al tratamiento del dramaturgo por la interpretación de la actriz o viceversa. Por ejemplo, Trinidad González realiza un trabajo espléndido al retratar a una mujer abatida por su ruptura amorosa. Sin embargo, la soledad, la angustia o la desesperanza no son pecados capitales. De la única forma que el público asuma que su representación se trata de la Pereza, es mencionándola a cada instante y trivializando cada situación con su creciente flojera.



En la envidia, Sidgrid Alegría representa a una frustrada dueña de casa que desea el cuerpo de otras mujeres. En su diálogo, los exagerados garabatos y los chistes baratos son la tónica de un texto usado, molesto y poco pensado. Luz Croxatto en la Avaricia, interpreta a una mujer que consuela las tragedias de su vida con bolsas de oro. Aquí, nuevamente en clave de humor, la actriz intenta llevar a cabo un relato dinámico, interactivo y por supuesto superfluo, en donde tan solo los últimos segundos de su rutina, logran elevar en algo -aunque sea mínimo- su actuación.



En la Lujuria, Berta Lasala es una monja que canaliza su erotismo soñando con trabajar en un café con piernas. Amparo Noguera en su actuación interpreta a una mujer llena de ira por la vida. Antonia Zegers, quien no soporta que su marido la haya abandonado por alguien peor que ella, escenifica la Soberbia. Estas tres historias, con sus respectivas actrices se transforman sin quererlo, en la línea medular de la mediocridad de la obra. La previsibilidad de sus diálogos, los gastados recursos de humor y la poca asimilación de los temas, trasforman a este trío de monólogos en una especie de sketch de programa dominguero de segunda.



Un punto aparte merece la actuación de Elvira López en la Gula, quien interpreta a una mujer perdida en un aeropuerto, por causa de su debilidad. En el estreno de la obra Los 7 pecados capitales, al que asistió El Mostrador.cl, la actriz presentó un espectáculo realmente patético. Durante los primeros minutos de su monologo, López se mostró nerviosa, poco convincente, sobreactuada y con una historia que no tenía por donde llagar a el pecado capital seleccionado. De súbito y tras un bloqueo artístico, la hija de Ángel Mercader en Machos, se levantó, pidió disculpas al director, al público y se retiró. El broche de oro a una noche negra, desde todo punto de vista.



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