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Plan para desestabilizar Argentina: Menem y firmas españolas en la mira

El mismo analista que confrontó abiertamente las políticas del ex Presidente, da cuenta ahora de la situación que, a su juicio, se vive en la nación. También con el apoyo de Aznar, empresarios españoles del sector energético se encontrarían en una campaña de presiones para continuar con su actual monopolio.


Si pudiera, el ministro de Economía de Argentina, Roberto Lavagna, escogería a los empresarios estadounidenses y dejaría a los españoles. Estos últimos, además de financiar a Menem e intentar desestabilizar el país, son monopolistas, explotan pero no invierten y no quieren asumir sus responsabilidades de inversión ni las sociales.



Ese es el descarnado análisis que hace el cientista político argentino Eduardo Bustelo, el mismo que, actuando como director de la UNICEF, fue el primero en confrontar abiertamente las políticas económicas y sociales de la administración del ex presidente Carlos Menem.



Autor de obras esenciales como Los Nuevos Pobres, Bustelo, quien lleva casi 30 años asesorando en política redistributiva a naciones latinoamericanas, observó con anticipación el descalabro del crecimiento que se produjo en los años 80. Hoy, analiza para El Mostrador.cl la situación actual del gobierno de Néstor Kirchner y las ondas desestabilizadoras que se ciernen sobre el país vecino, en medio de las amenazas de que estaría en las prioridades de organizaciones terroristas.



– En Argentina se habla de desestabilización, pero no queda aun claro si esta va contra el gobierno de Kirchner o contra el país como tal. ¿Cuál es su visión sobre este punto?
– Más que desestabilización, hablaría de una fuerte presión de los empresarios españoles agrupados en el sector energético, para que Argentina no exija a las empresas españolas que monopolizan el sector a cumplir sus obligaciones.



Ahora, también pueden haber imbricaciones con sectores de empresarios chilenos, que operan como instancias subrogantes de los empresarios españoles. No hay que olvidar que, en su gran mayoría, los empresarios españoles financiaron la campaña de Menem. Otros de la región, algunos chilenos, se inclinaron por López Murphy, que era el candidato de los Estados Unidos. Ciertamente, hay corrientes que apuntan a una desestabilización.



– ¿Las empresas españolas funcionan casi con un catálogo de gestión del siglo XIX?
– Las empresas españolas, con el total apoyo del Gobierno de Aznar, adoptan un rol de monopolistas. Pero con características de un capital proveniente de una especie de nuevo centro colonial. Explota pero no invierte, y no genera el empleo que prometió. No quieren asumir sus responsabilidades de inversión y otras en el plano social.



– Y, ¿cuál sería la otra alternativa?
– Si la Argentina tuviera que elegir, iría por la vía de las empresas estadounidenses. Son modernos, aportan con tecnología, invierten, se preocupan del largo plazo. Esa es la experiencia en casi todas partes. Ahora bien, eso no significa un "entreguismo" a los norteamericanos. Es una cuestión de estilo corporativo. Estados Unidos conoce este negocio mejor que los españoles, que aún no se modernizan en este aspecto.



Los españoles en Argentina son liberales cuando esos principios los aplican para el beneficio de ellos mismos, pero cuando se les exige que cumplan sus obligaciones, sus respuestas son retrógradas y se apartan de sus responsabilidades. Es el caso, repito, de las empresas del sector energético en Argentina.

– ¿Qué está haciendo Kirchner a este respecto
– Kirchner está preocupado de que el inversionista y el capitalista local, el argentino, también se desarrolle y participe. Kirchner es duro, y es vertical, va directo al grano. Tiene mucho por hacer, y por la dimensión de la crisis, los tiempos son escasos. Escucha, consulta y delega, pero también se hace respetar. En un contexto como el justicialismo y su trayectoria, que ha sido compleja y repleta de caudillismos de todo tipo, el estilo de Kirchner puede no ser captado en su verdadera dimensión por aquellos que no conocen el justicialismo y eso provoca incomodidad a ciertos sectores. Con algunos empresarios españoles, ocurre esa situación. No estaban habituados a un interlocutor más frontal y directo. Ese estilo irrita en los niveles donde se negocian cuestiones clave para la Argentina. Esto no es una situación paradojal, es hasta explicable, con todo el desastre que dejó Menem.



– Lavagna parece tener un rol protagónico en esto…
– Si de él dependiera, el sector energético debería estar vinculado al capital norteamericano, porque cambiaría esta situación de monopolio colonial con reglas antiguas.



– La suerte de las privatizaciones en Argentina y América Latina correría, entonces, de un poder colonial a otro
– No es tan mecánico. Los norteamericanos en sectores como el que estamos hablando (energía) tienen una perspectiva de mundialización donde se estimula la competencia y tienen condicionantes y rasgos regulatorios antimonoplio más eficientes. Al menos tratan de aplicarlos. En las empresas españolas, la eficiencia no se mide por el servicio público sino por la rentabilidad. Sin ser más altruistas, las empresas norteamericanas tienen otro decoro.



Tengo entendido que el caso chileno con las experiencias españolas ha sido similar al de Argentina. Han operado con un excelente lobby político de alto nivel, incrustado en la cúpula que toman decisiones de Estado. En Argentina contaron con todo el apoyo de Memem, desde el inicio. Lo claro es que la experiencia empresarial española en Argentina ha sido buena para los españoles y pésima para los argentinos.



Amenaza terrorista



Sobre la comunicación de que Argentina estaría en el itinerario de organizaciones terroristas, Bustelo sostiene que ella es, al menos, extraña, en parte porque el país ha tenido siempre una posición de crítica clara a la invasión de Irak.



– ¿No es sospechoso que un país que viene saliendo de una profunda debacle socio económica, que incluso afectó la gobernabilidad, se vea enfrentado a una amenaza así?, ¿puede al menos sospecharse que existen poderes que no están interesados en que Argentina se estabilice?
– La información recibida está relacionada a blancos británicos e italianos en Argentina, como fue en Estambul. No es Argentina como país. Más aún, Argentina ha tenido una posición muy clara frente la invasión de Irak. Se ha manifestado claramente en contra de la violación del derecho internacional y de los derechos humanos, y está contra los procedimientos que afectaron el multilateralismo.



En Argentina, la desestabilización es concomitante a la razón de estar en el poder y a la sustancia de permanecer en el poder. El país se ha gobernado con grados de desestabilización que, por cierto le hacen, pero al final siempre sale a flote. El estilo Kirchner no gusta en algunos sectores porque es duro, frontal y franco. Pero Kirchner no se sale de los marcos de la diplomacia en ningún sentido. La prensa contraria, que aún es minoritaria, ha tratado de crear flancos en su Gobierno, pero no han minado las confianzas que él ha generado y que estaban derrumbadas después de la caída de Menem.



– ¿Cómo ven a Chile los sectores políticos argentinos?
– Chile ha demostrado una manera eficiente de hacer las cosas en esta etapa de la globalización. Mientras los otros países de la región se desgastan en peleas intestinas, con algunas excepciones, Chile ha mantenido una estabilidad política en los últimos 14 años, y eso le da consistencia. Es claro que hay un diseño a largo plazo. Han experimentado un camino para establecer lazos comerciales con la Comunidad Europea y los EEUU, que los otros países desean -no cabe duda- adoptar. Para los EEUU, Chile se ha transformado en el "flagship", en el buque escuadra del modelo de desarrollo vigente.



– Pero existen opiniones críticas de que Chile se estaría vendiendo a los EEUU…
– Los países no se venden, el fenómeno es diferente. En la coyuntura actual, el desarrollo de un país depende en gran medida de su posicionamiento en el entramado comercial internacional. Se puede observar que uno de los foros que adquiere cada vez más importancia es el de la Oficina Mundial de Comercio. Eso era impensado hace 20 o 30 años atrás. No se pueden plantear estrategias de desarrollo de los países subdesarrollados al margen de las plataformas donde se negocia. Eso sería un aislamiento casi suicida. Lo interesante es construir internamente confianzas y capacidades para desarrollar niveles necesarios de autonomía. Cada país, por pequeño que sea, tiene su ventaja comparativa. En lo territorial, en el capital humano, o en la manera de hacer las cosas. Las multinacionales no la tienen todas consigo, lo mismo le sucede a los EEUU.



EEUU ha tratado permanentemente de obstaculizar el Mercosur con presiones bilaterales, pero grados de autonomía se pueden construir en la región manteniendo esas presiones a raya. Ellos a la larga verán que es beneficioso para el sistema.



Lo que sí que hay que demostrar es que este sistema es socialmente más eficiente que el que se derrumbó con el espejismo socialista. Y eso aún está por verse. Argentina ha sido hasta Menem un ejemplo de cómo no hacer las cosas.



– ¿Es efectivo que las autoridades argentinas, su Presidente y su ministro de Relaciones Exteriores mantienen diálogos permanentes con sus pares en Chile?
– En Argentina existe un gran respeto por Ricardo Lagos, y tengo la impresión de que el Presidente Kirchner lo consulta. Lo mimo sucede con el ministro Bielsa y su par chilena, todo dentro de un marco de hacer cosas concretas. Chile ha mostrado un camino para hacer las cosas y la eficiencia de hoy depende mucho en el saber escuchar. Este Gobierno escucha.



– Finalmente, ¿cuál sería el "pero" en esta situación argentina, que más allá de la incoherencia suicida de la amenaza terrorismo, se perfila hacia la estabilidad con el presente Gobierno?
– Argentina es un país en default. Todo dependerá de cómo se generen confianzas entre ella y los acreedores. Lo que se observa es un realismo en ambas partes. El Gobierno de Kirchner está en esa postura, la deuda será pagada en los plazos posibles. Los importante es que en los países exista estabilidad política de verdad, no una construida en base a arreglos cupulares que, al destaparse, generan sólo incertidumbre en la población.





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