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Director Sebastián Araya revela detalles de filme sobre barras bravas

Con la actuación de Tamara Acosta, Juan Pablo Sáez, Pablo Macaya, Luis Dubó, Daniel Muñoz, y la participación especial de Iván Zamorano -interpretándose a sí mismo-, Azul y Blanco narra la historia de amor de dos integrantes de barras de fútbol contrarias, dentro del violento contexto de estos enfrenamientos domingueros, tras el término de los partidos.


Protagonizada por Tamara Acosta y Juan Pablo Sáez, Azul y Blanco, la opera prima de director nacional Sebastián Araya, cuenta la historia de Paloma y Azul, dos integrantes de barras bravas de fútbol contrarias. En un ambiente de completo caos y violencia, ambos intentan escapar, dando origen a una sangrienta persecución por la calles de Santiago.



Filmada en dos partes -durante los veranos del 2002 y 2003-, la cinta se basa en la mítica relación de Romeo y Julieta y las conocidas rivalidades entre sus familias. "Es una especie de adaptación libre de la obra de Shakespeare, en una realidad contemporánea de barras bravas. Está centrada fundamentalmente en la violencia y marginalidad de ese mundo", explica su realizador, Sebastián Araya.



La idea de Azul y Blanco se remonta a cinco años atrás, cuando Araya trabajaba como asistente de dirección en un programa de fútbol para Canal 2. "Me tocaba ir mucho al estadio y hacer notas. A partir de mi experiencia y visión de los barristas, comencé a escribir una especie de guión. Más que la odiosidad que existía entre estas dos barras, intenté mostrar esas rencillas que existen en Chile, en varios ámbitos: entre los ricos y pobres, izquierda y derecha, etc. Entonces, además de ser una historia entretenida, de un mundo súper visual como es el fútbol, Azul y Blanco tiene que ver mucho con lo que es Chile hoy. Con esta polaridad que existe en nuestro país".



Según el cineasta, el filme intenta alejarse de los típicos clichés sobre las adaptaciones de Romeo y Julieta, buscando centrarse en la marginalidad de sus protagonistas, escudriñando en su submundo y la crudeza de su diario vivir. "Los barristas estuvieron con los actores, fuimos a las poblaciones donde viven para conocer su mundo, a conversar con ellos, a recorrer sus barrios. Fue todo trabajo muy intenso el que realizamos con la gente de las barras. Ellos me apoyaron incondicionalmente".



Y agrega: "Filmé un clásico entre Colo Colo y la ‘U’ en un día normal. Después realizamos tomas en las barras, en diferentes días con cada uno. Fue toda una experiencia, porque los "cabros" de las barras bravas son súper especiales, tienen una energía y una fuerza única, entonces tú tienes que estar un poco en su sintonía. Pero para mí, una de las cosas más gratificantes de la película fue trabajar con ellos, conocerlos de verdad, hacernos amigos y confiar en ellos".



Azul y Blanco se desarrolla casi por completo -hay cerca de diez minutos de imágenes en el estadio- en lugares marginales como La Pincoya, El Cerro Renca o en la maestranza San Eugenio, en la carretera del sol. "Es un Santiago muy poco visto. Esto es lo interesante. De repente parece que estuvieras viendo una película que ocurre en otra parte. Un submundo como barrio", comenta Araya.



La sobreexposicion de Iván Zamorano



La inclusión de Iván Zamorano en Azul y Blanco y los líos amorosos del futbolista en los últimos día, han suscitado más de alguna polémica entre la prensa y el director. Si bien el jugador aparece siete minutos en pantalla, como un actor secundario, la cinta ha sido blanco de algunos comentarios que, según Araya, no tienen ningún fundamento.



"La misma prensa que ha estado destrozando a Zamorano, arremete ahora con la película. Estoy súper molesto con los medios, porque están inventado cosas. Se ha especulado que hay negociaciones raras con Iván, por su contrato en la cinta. Parecen inventos de un niño de doce años. Puros cahuines, que realmente me han traído muchos problemas. Las últimas dos publicaciones por parte de la prensa, han dañado mucho la imagen del filme".



"Todo lo que ha salido en torno a que la película adelantó su estreno para aprovechar la situación de Iván Zamorano, es absolutamente falso. La cinta en un comienzo tenía fecha para el primero de abril y ahora, por diversos motivos, se corrió para el 22. Es decir, pasó lo contrario, se atrasó", asegura.



La figura de Zamorano, quién se interpreta a sí mismo, cumple un papel de mediador entre ambas barras bravas, intentando establecer una especie de dialogo-tregua. "Sin duda que Zamorano es un aporte a la película, pero también lo son la Tamara Acosta, Juan Pablo Sáez, Daniel Muñoz, etc. Son una serie de factores que se suman, e Iván es uno más. Mi idea de tenerlo en la película, más allá de cualquier tema comercial, se basa en mi intención por contar con el ícono de Chile en los noventa, dentro de un largometraje de fútbol. Tenía que estar".



Para Sebastián Araya la avalancha de periodistas que persigue al jugador en los últimos días, dista mucho de funcionar como una herramienta comercial. "Pienso que es pésimo para la película y para los involucrados. Conozco a Zamorano y no estoy muy contento con lo que le pasó. A mi forma de verlo, la situación es más un problema que un gancho comercial. Prefiero que Iván esté bien, esté contento, para que pueda participar en la película activamente y nos ayude en la promoción. Con esto, no tendrá ganas de saber de nada. Y con toda razón".



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