Publicidad

El ataque de Sharon : Se cumple una antigua amenaza

Como una respuesta inmediata al atentado terrorista a Atocha, con el asesinato del líder espiritual palestino Ahmed Yassin, Ariel Sharon en connivencia o no con los EEUU, le dio una lección a sus maestros. Hasta este punto es pertinente preguntarse: ¿quién es el maestro de quién?


Ariel Sharon amenazó con acabar con el líder palestino Ahmed Yassin, el mismo dia en que asumió el poder, y señaló que lo mismo haría con Arafat. La revista Revue du Liban, el más antiguo semanario del Medio Oriente, con mas de 50 años de circulación, informaba en titulares del 8 de febrero de 2003 "Sharon: Una victoria de repercusiones peligrosas, que atenta contra la paz en el medio oriente".



Veinte días después, cuando la invasión a Irak era inminente, Ariel Sharon se mantenía en el poder en Israel, con una votación que lo obligaba a negociar una mayoría en el parlamento. El partido laborista de Amram Mitzna, heredero político de las posturas más conciliadoras de Peres y Rabin, se rehusaba a formar un gobierno de unidad nacional y Ariel Sharon era forzado a formar una mayoría con grupos de centro derecha. Pero pesea las resistencias, finalmente Sharon obtiene el salvoconducto para la arremetida contra esta generación de líderes palestinos, donde Ahmed Yassin ocupaba un rol muy importante.



Israel: las raíces del terrorismo moderno



En un análisis frío, la lógica de Sharon aplicada en su extremo es contundente. Tiene el aval de la postura central de la potencias occidentales, que prevaleció cuando se comenzó a fundar el moderno Estado de Israel: «Antes de 1947, Palestina nunca fue una nación y sólo adquiere esos ribetes una vez que Israel existe (William Pfaff, 1987)». Esta visión de que Palestina nunca fue estado, fue sustentada por la Naciones Unidas, organismo que facilitó el camino para fundar el Estado de Israel.



Ni en el más pesismista de los pronósticos se pudo observar que se iniciaba un itinerario de tragedias y que, curiosamente, nunca amenazarían los equilibrios entre los dos poderes de la guerra fría, la ex URSS y los EEUU. Existía allí un consenso no escrito: en ese tema no iban a diferir. Podrían haber diferido por el control del petróleo o el rol de Turquía, Iran o Iráq, como plataforma militar antisoviética, pero sobre el tema del Estado de Israel, las dos potencia no iban a quemarse los dedos. En el momento, la zona estaba bajo la tutela británica, y dichas fuerzas aceleran su salida por las presiones de grupos terroristas judíos como Irgun, la Stern Gang y Haganah.



Israel, por un mandato de la ONU, expulsa a más de la mitad de la población, una mayoría de árabes y musulmanes que ocupaban las cuatro quintas partes del terrirorio. Permanecen cerca de 200 mil árabes palestinos y los que abandonan la nueva nación superan los 500 mil. Israel abría asi el país a los judíos del mundo (James Trager, 1992).



Truman, el presidente de los EEUU, reconoce al estado de Israel que se proclama el 14 de mayo de 1948, con la oposición de su secretario de Estado, George Marshall, que renuncia señalando que Truman actuó precipitadamente por razones politicas internas. Los árabes protestaron con violencia y el belicismo entre ambas partes continuó sin tregua hasta hoy.

El nuevo Estado, si bien era una aspiración histórica de un pueblo judío repartido, también incubaba las raices de un modelo de terrorismo moderno en el mundo.



Para Ariel Sharon nunca hubo diferencias entre miembros del PLO moderados y extremistas. Para él, según Saida Aliya, una investigadora de la American University, en Beirut, "en la base del PLO son todos potenciales terroristas", y "hay que erradicarlos". No muy lejos, Paul Bremmer, el administrador de Irak, plantea lo mismo con el Partido Baas: erradicarlo, es decir, eliminarlo.

Lamentablemente, hoy nos vemos enfrentados a un escenario más complejo. Hay algo más que la presidencia de los EEUU sabe, o no sabe, o no quiere revelar, que está incidiendo vitalmente para que los atentados, o los ataques aunciados como el de Sharon, no puedan prevenirse. El aspecto complejo de la situación es que los EEUU y algunas potencias europeas, con intereses políticos y lazos históricos en la zona, han tenido oportunidades y poder para prevenir la situación catastrófica de ahora. Igualmente, no se constata una participación activa, de una cada vez menos convincente administración de la ONU.



Dicha situación es una invitación para que las burocracias de Amnesty International y Human Rights Watch, en ausencia de una Naciones Unidas más enérgica, observen y actúen con una atención que sea palpable por el público.




Vías aleatorias militares para un problema politico



Con las invasiones de Afganistán e Iraq y con la operación militar que se prepara en zonas de Pakistán para arrestar o acabar con Osama Bin laden, la administración del Presidente Bush ha sentido los golpes reiterados del fracaso de su estrategias para derribar los puntos neurálgicos del terrorismo.



Como se ha constatado durante el 2002 y 2003, los regímenes que aparecen inculpados en apoyar el terrorismo, de acuerdo a la información disponible, no demuestran albergar o estimular las redes que cometen actos terroristas. El caso palestino es doblemente dramático. Porque no es un estado formado con dominio territorial, y el ataque a sus bases se hace en forma aleatoria. O sea, al atacar cualquier zona donde haya palestinos, se podrán encontrar blancos terroristas.



En esta senda aleatoria, para resolver militarmente un problema que es político, nos afirman desde Beirut que todo es aterrorizador en la zona misma. Los vuelos rasantes de aviones israelitas son parte de la cotidianeidad, bordean las fronteras de Siria en un cuadro amenazante.



Mientras tanto, EEUU continúa con sus planes de ocupar un territorio de Pakistán -ya entró con una fuerza especial, se dice que la Delta-, para obtener la cabeza de Bin Laden. Fuentes provenientes de la India (S. Chandra)y de EEUU (Seymour Hersch), señalan que el Gobierno del presidente pakistaní Musharraff estaría aceptando las operaciones de las FFAA de EEUU en Pakistán, para dar con Bin Laden, a cambio de que el controvertido Dr. Abdul Qader Khan, el padre de la bomba atómica pakistaní, y principal promotor de la exportación del know how nuclear hacia el mundo árabe e islámico, permanezca inmune por sus actividades en Irán, Corea del Norte y Malasia.



Es la lógica de la guerra actual. La gradual, la sorpresiva, la de la amenaza multidimensional, también con arsenales nucleares repartidos en estados y en grupos, que la institucionalidad internacional, post caída de los muros, no pudo dar cuenta a tiempo. En verdad no hay análisis que resista algún grado de consistencia. A la luz de negociaciones y pactos efectuados en un ambiente político desintegrado y de alta compartimentalización, "los chicos malos" de la vieja guerra fría se ven como personajes benignos de un mundo quizás más controlado, pero casi nunca al borde del precipicio.



La filosofía de los quejumbrosos sólo es válida en un lugar contemplativo desde la academia. La sustentación de la modernidad debería pasar por algunos cursillos en instituciones que permanecen en el margen aparente, pero que en el fondo determinan el fondo de las cosas. Ariel Sharon y su aliado principal Bush, hacen del discurso teórico e intelectualizante, algo absolutamente onírico. Hay que dedicarse a soñar, al menos en ese espacio. La pesadilla entrega la posibilidad de despertar. Hay que fomentar la guerra porque es rentable, y los gruesos salarios que provee no cargan la tributación filosofica. Pensar es gratis. Matar cuesta caro.

Publicidad

Tendencias