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Chile a oscuras


La interdependencia entre Argentina y Chile no es novedad. Es histórica y es de siempre. Hubo disputas fronterizas y de territorio y las seguirán habiendo, pero los dos países como parte de confines estratégicos, deberán hacer el camino del futuro juntos. Y más vale que así lo sea, porque los poderes reales del mundo hacen valer su peso cada vez que una deficiencia histórica, como la energética, anuncia la incertidumbre.



Lo concreto es que la pereza o la tacañería, o la incapacidad de las empresas españolas para renovar el equipamiento y la infraestructura está pasando la factura. Máquinas saturadas, sistemas fatigados, no pueden continuar sosteniendo precios irreales hacia el consumidor. El fenómeno es mundial y la bonanza financiera para las empresas españolas, en esta parte del mundo, está terminando. El público deberá acostumbrarse a un costo más elevado por el consumo de energía, para evitar la recurrencia de estas situaciones.



Eduardo Bustelo, un analista argentino le decía a El Mostrador.cl, hace un par de meses, que "las empresas energéticas españolas funcionan con criterios de explotación del siglo XIX. Extraen, pero no invierten". Son sociedades explotadoras como las que dejaron la Patagonia en el estado en que está.



La confrontación entre las empresas españolas que comandan más del 60 por ciento del suminsitro de energía en la Argentina, y el Gobierno del Presidente Kirchner, ha sido cotidiana desde que asumió éste último la presidencia del vecino pais. Célebres han sido los berrinches de la ministro de RREE de Aznar, Ana Palacio, con las máximas autoridades argentinas, sobre el tema de la tarifas.



También está la acción de dos lobbies que se entrecruzan: el español en Chile y Argentina para desacreditar, y por qué no, desestabilizar el gobierno de Kirchner, que ya venía operando desde el día uno cuando Kirchner asumió el poder; y el de Menem, en Chile y en Argentina, con el mismo objetivo. Algunos ven en esta fresca arremetida de las empresas españolas, que controlan el sector energético en Argentina, como el último estertor del gato antes de que asuma el gobierno de Rodrigues Zapatero.



Es como una vuelta de mano hacia Menem, que facilitó la abarcante entrada española en el mercado energético de Argentina y Chile. Menem, se recuerda, recibió el fuerte respaldo de estas empresas para sus campañas políticas.



Lo cierto es que Aznar, el puntal del lobby empresarial español, no estará por un tiempo en esa posición privilegiada de ser jefe de Estado. Esta posición asegura el corte transversal de las influencias y, por sobre todo, en el caso de Aznar, el haber sido un interlocutor privilegiado en el reordenamiento del naipe política-finanzas que ejercitan Bush y Blair en forma acelerada. Basta ver el reciente encuentro entre Blair y Ghadafi, el líder libio, y los acuerdos para erradicar del norte de África a los disidentes de la globalización, léase fundamentalistas islámicos o proto-terroristas.



Con Aznar ido, el tridente del nuevo orden mundial quedaba sin una pieza importante para articular negociaciones, en un continente como América latina, que se debate entre la república bananera y la república tecnocrática, sobre más del 50 por ciento de personas en la línea de la pobreza.



España y la brújula perdida



Pero todo esto que pareciera ser pasado, porque Menem no está en la política visible, y Aznar deja luego su pedestal presidencial, no es tan así.



La penetración de España en América latina, con capitales en sectores estratégicos de la economía, como es el de la energía, había sido adoptada como una política de estado desde los gobiernos de Felipe González. Esa política respondía a un modelo de reinsercion de España como ex potencia en el concierto de dominios estratégicos territoriales. Estaba en consonancia con las políticas de la Comunidad Europea de equilibrar el predominio estadounidense que se avecinaba con la pronta caída de la ex URSS, a fines de los 80.



También estaba la sustentación de la emergente tercera vía del socialismo moderno, que abogaba fuertemente por el crecimiento y la privatización de activos, sobre todo en recursos claves como el de la energía y recursos naturales, como su soporte. Aznar, con su integración al eje de Bush y Blair, por lo de Iraq, alienó esa vieja idea de España como parte del corazón de la comunidad europea. También desordenó el itinerario original de la expansión del capital financiero español por el mundo. El diario El País, puntal de esta expansión finacinera, reflejó en varias editoriales esta pérdida de brújula del antiguo plan que se trazó con González.



La entrada de los capitales privados españoles contaron con un lobby muy poderoso, porque se trataba de una política de estado centrada en la privatización de las empresas del estado. Sin embargo, es vox populi en Argentina que el ministro de economía Lavagna le ha hecho saber a los españoles que hubiera preferido las privatizaciones bajo empresas estadounidenses que, por lo menos, invierten en infraestructura y en renovación de equipamiento.

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