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Un perfecto weekend en tiempos de guerra

Bolivia, tropas en Haití y en Irak, ahora Argentina y el gas. El dossier internacional de Chile crece con aristas impensadas y se destaca el acento beligerante en declaraciones oficiales y de políticos. O es el signo de los tiempos, o el guiño a un país y a una población que necesita reafirmar que somos poderosos.


El apagón de ayer se sintió como un golpe. Cuando millones de kilowatts suspenden su presencia, en cuatro regiones centrales, el impacto también es sonoro. Más que el vacío que se siente ante la incapacidad de absorber lo inesperado, se percibe una fragilidad especial, al depender todo del fantástico insumo. Electricidad, gas, pretróleo, carbón, son la base de cualquier dircurso, y cualquier movimiento. Y el insumo, que en la Edad Media se pensaba que era producto de lo divino, hoy es una clave de la interdependencia entre los países.



El incidente del gas con Argentina, así como la arremetida boliviana por la salida al mar, son comparables al arresto de Pinochet en Londres, en octubre de 1998. Prevaleció en las intepretaciones el " factor sorpresa", eso de que "nadie sabía", pero también de que algunos "sí sabían". Como siempre, el que nunca sabe es el público, porque no está metido (a) en los pasillos del poder. Pero, como siempre, las cosas se empiezan a saber, tarde o temprano, como una serpiente que sale de su hoyo.



Así como se conocía lo del dossier de Garzón sobre Pinochet, el dossier sobre el gas argentino existía desde hace algún tiempo, desde 1999. Independiente de los tratados entre los dos países sobre el tema, el anuncio en 2003 sobre los superpoderes que se establecían en el estado argentino, para renegociar los contratos con las empresas privatizadas, entre ellas las del gas, era conocido. La Nación de Buenos Aires informaba acerca de ellos el 2 de octubre de 2003, en plena agitación de Evo Morales, por no dar salida al gas boliviano, a través de Chile.



Precios del gas: «una situación de inflación reprimida" (Julio Nudler, de Página 12)



La política de precios en Argentina estaba al centro del futuro problema, que se estaciona ahora, entre el gobierno argentino, las multinacionales propietarias del gas y con el tercer factor de la exportación hacia Chile. Se había detectado hace tiempo una crisis de reservas que se agotan por la pobre inversión en perforaciones y prospección, como también en infraestructura para copar con la expansión de la demanda. Todo eso formaba parte de un proceso conocido y que hace estallar suspicacias -en las empresas y ahora Chile-, cuando el gobierno argentino decide implementar una nueva política de precios.



En Argentina se ha hablado desde que Kirchner asumió el poder, de una especie de inflación reprimida, respecto al costo de los servicios públicos. El análisis más sensato sugería que en vista de la devaluación de la moneda y el fin de la dolarización de la economía -con un peso a la par casi con el dólar, y no la relación de uno a tres de hoy-, el alza de tarifas se hacía inevitable. El periodista Julio Nudler apuntaba en Página 12, del 2 de octubre, que "El día en que mínimamente se repare la distorsión en precios, como el del gas, algún impacto se descargará sobre los índices".



Antes de la devaluación del peso argentino, el abundante gas boliviano podría haber evitado que el manejo tipo monopolio del mercado argentino hiciera disparar los precios. Esta situación era conocida. Sin embargo, la conexión entre Argentina y Bolivia fue entregada, al privatizarse Gas del Estado (Argentino), a empresas de hidrocarburos que se beneficiaban con los altos precios del gas. Ya en 1999 la importación de gas boliviano se había suspendido por parte de Argentina. Un temprano anuncio de que los tratados entre Chile y Argentina podrían someterse a alteraciones inevitables.

Con la importacíon del gas bolivano suspendida, Argentina durante casi cuatro años hizo depender todo el sistema de abastecimiento de las fuentes propias y a precios mantenidos. O sea, menos gas disponible y a igual precio. Se produce hacia fines de 2003, la asonada popular en Bolivia, para que este país no exporte su gas a través de Chile. Otro indicador crítico en el dossier.



Weekend de gatos mojados



El presidente que pasará a la historia como uno de los más grandes del continente, según las palabras del escritor mexicano Carlos Fuentes, dichas durante su paso por el Palacio de La Moneda, ha impactado por sus acertadas acotaciones y oportunas intervenciones. La estampa del dedo que advirtío los límites durante el gobierno militar, es ícono establecido. Los extranjeros que observan la política nacional desde hace años, se preguntan por qué Lagos no fue el candidato No 1 de la Concertación, después del NO, o por lo menos el candidato siguiente, con chances de repetirse el plato presidencial ahora que la Concertación necesita de un candidato.



También es célebre su frase de que "Chile es un gato mojado", en medio de la polémica nacional de los ’90, de si Chile era o no era tigre, como los países asiáticos. La frase hizo aterrizar y marcó un hito y lo del gato mojado coincidió con un año de incertidumbre energética. Ahora la situación de Chile como gato mojado, frente a la dependencia con Argentina, le toca sentirla al propio autor de la frase célebre.



Por la reacción del público, todavía parece inconcebible que el gobierno chileno no haya estado informado oportunamente, para negociar a tiempo ante la inminente decisión argentina de implementar una nueva política de precios. Esta venía incubándose a partir de las negociaciones de la deuda con el FMI, a comienzos de 2003, antes de que asumiera Kirchner. En ese sentido, la carta de la Ministra de RREE, no es más que una epístola de colegiala amurrada, que hace bien sus tareas y que le imputa arbietrariedad a un profesor avasallante y poco delicado por haber cambiado las reglas del juego.



Como siempre, hay una pieza que no encaja en el puzzle y el público, nuevamente, queda a oscuras.

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