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«Hay un miedo generalizado ante los avances de la biotecnología»

Directora de la colección de bioética de editorial Gedisa -que se une en Chile a Océano-, y profesora titular de la Universidad de Barcelona, María Casado ha intervenido en diversas instancias en torno al debate moral sobre la aplicación de la biotecnología en el hombre. ¿Es posible crear bebes perfectos?, ¿se puede alargar la vida?, ¿es factible conformar una sociedad perfecta?.


Producto de un plan de visitas organizado por la nueva alianza entre las editoriales Océano y Gedisa, la directora del observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona, María Casado, de visita en Chile, conversó con El Mostrador.cl sobre los fantasmas que rondan temas como la reproducción asistida o la clonación y la función de los medios en la difusión del miedo ante ciertas temáticas.



Casado además se dio el tiempo para establecer la real importancia que el debate en torno a la biotecnología necesita entre la población mundial. "En esta colección de Gedisa lo que hemos intentado es hacer una difusión de los problemas reales de la biotecnología. Tratamos de suministrar a la sociedad información para que esté en condiciones de tomar decisiones. Hemos intentado que tengan cabida las opiniones de gente de ciencia, como las opiniones de personas que trabajan desde la filosofía moral a la política", señala.



Según Casado, la difusión mediática de algunos temas sobreexplotados, como la clonación o la reproducción asistida, han provocado cierto distanciamiento entre la ciencia y la población, induciendo por ende, a un desconocimiento de las nuevas tecnologías. "En nuestro país sobran montones de embriones de reproducción asistida que están caducados y no se pueden implantar. Tenemos entre 35 mil y 45 mil embriones sobrantes reconocidos. Finalmente o se destruyen o los usas para investigar. Lo importante es comunicárselo a la gente, sino comienzan especular sobre las clínicas de reproducción asistida y que se están creando embriones para investigar, etc".



– Ante la posibilidad de la reproducción asistida se ha especulado sobre la opción de crear bebes a la carta, un viejo sueños de millones de padres. ¿Qué tan cercana se avizora esta situación?
-Creo que no se debe jugar con la ciencia ficción. De momento no es posible elegir las características de un niño, en relación al termino de "un bebe a la carta". Todos aquellos padres que a veces sueñan con tener un hijo mucho más inteligente, más guapo, más preparado para la vida, tendrán que esperar un buen tiempo, porque la verdad es que hoy las tecnologías genéticas no están en condiciones de hacerlo. Primero, porque no sabemos muy bien que es estar más preparado para la vida, o ser más alto o ser más guapo. Quiere decir que en el momento en que esas supuestas mejoras las generalicemos, ¿dejarán de serlo? Es decir, si hacemos personas cada vez más altas, seguiremos necesitando ser mucho más y más altos. Eso no se hasta que punto sería una ventaja. Necesitaríamos casas más altas, camas más largas y sería una especie de carrera sin fin.



-Dicho en palabras menos jocosas, las cualidades complejas como la inteligencia, y ese tipo de aptitudes para vivir feliz, pues no son fáciles de conseguir mediante la mejora genética, ya que no se debe a la actuación de un gen sino de muchos. Pero tampoco se debe solo a la actuación de los genes sino del medio ambiente, de la educación, de la cultura e incluso la alimentación que se recibe. Por lo mismo, creo que es jugar un poco a la ciencia ficción. Personalmente, no me gusta confundir la ficción con lo que las nuevas tecnologías pueden hacer. Nosotros sabemos que con la misma dotación genética las personas son distintas. Es el caso por ejemplo de los gemelos. Creo que se le da demasiada importancia a la genética en relación a lo que es un ser humano. Una persona es mucho más que sus genes.



– Usted mencionaba el concepto de felicidad. ¿De qué modo la variabilidad del mismo repercute en la finalidad de lo que estas nuevas tecnologías pretenden entregar?
– Creo en la tendencia de la autonomía de las personas y que cada uno asuma su propio proyecto vital, que pueda definirlo, que tenga información para hacerlo y que tenga las capacidades para hacerlo. En el fondo es un proceso de democratización de la sociedad y de elevar el nivel de vida y de cultura. Pero la felicidad de los demás no se puede definir desde afuera. Esto ya se planteo de la Edad Media en adelante sobre si las leyes tenían que hacer a los súbditos santos o felices o buenos ciudadanos. Creo precisamente que lo que tienen que hacer las leyes en una sociedad moderna, es dejar el espacio para que cada uno defina qué quiere o cómo ve la felicidad.



– ¿De qué manera la posibilidad de elegir a los hijos iría en contra de la naturaleza?
– El influir en los hijos que vamos a tener, elegirle características o el destino, es una tendencia que ha estado presente en los padres desde siempre. Por la educación, de alguna manera se canaliza el cómo uno quiere que sean los hijos. Si los lleva a una escuela de una tendencia o de otra, si los inscribe en un club o en otro, si los mete en una determinada religión, etc. Eso no creo que vaya contra la naturaleza, pero si se utilizan tecnologías genéticas para ello… Bueno, como ya dije anteriormente, no creo que la genética nos logra dar ese tipo de características.



– Volviendo al tema de "el bebe perfecto", libro que se incluye dentro de la colección que usted dirige, ¿cuál es el punto exacto que separa a este tema de la ficción?, ¿y cuales serían las distancias sociales que se generarían?
– El tema del bebe perfecto es un tema complejo desde el comienzo. Primero, la pareja estaría obligada a recurrir a un proceso de reproducción asistida. Bueno, no todo el mundo está dispuesto a este proceso para que su hijo tenga los ojos azules. Además, hay que recurrir a un sistema de fertilización in vitro habiendo manipulado óvulo, embriones, etc. Muy cercano a la ciencia ficción según mi parecer. Pero en el hipotético caso de que se pudiera, dichas técnicas deberían estar al alcance de todo el mundo. Sino, se originaría una sociedad en la cual algunos podrían acceder a todos los mejoramientos genéticos y otros no. Se provocaría una sociedad no sólo con ricos y pobres como ahora, sino que además tendrían características físicas que los posicionarían en una situación de ventaja y posterior exclusión sobre quienes no puedan pagar las clínicas de mejoramiento genético.



-Hoy en día no hay una posibilidad real de hacer intervenciones terapéuticas en la mejora genética, porque no sabemos cómo los genes se expresan. Y además no podemos intervenir en cosas que van a manifestarse en un ser que va a venir al mundo, porque nosotros lo hemos querido de una determinada forma. Podría arrastrar una gran cantidad de inconvenientes físicos, porque no conocemos las consecuencias. No lo sabemos con la clonación, no lo sabemos con los cambios de genes. Es una cantidad de cosas complejas. No se trata de cambiar este gen para acá y este para allá. Los genes interactúan entre sí y se expresan en montones de células.



– ¿Por qué entonces el miedo generalizado ante las nuevas tecnologías?
-Creo que en el tema de biotecnología y bioética, juega muchísimo el imaginario que tenemos dentro y que nos lo ha fomentado las películas de ciencia ficción que son bárbaras porque además ayudan a reflexionar. Pero transmitir esa imagen a la sociedad es trasmitir un miedo y que no obedece a lo real. Creo que hay que preocuparse de explicar que es lo que realmente se puede hacer y que no. Pero sobre todo, fomentemos la autonomía de los pacientes en sanidad, las políticas de consentimiento informado. Se fomenten los derechos de los enfermos, las medidas de investigación que dan ventajas y prioridades en el ámbito de una determinada población. Hay que canalizar las cosas para que se tengan beneficios sociales. Y creo que es lo que como ciudadanos debemos exigir.



-En nuestro país sobran montones de embriones de reproducción asistida que están caducados y no se pueden implantar. Tenemos entre 35 mil y 45 mil embriones sobrantes reconocidos en nuestro país. Finalmente o se destruyen o los usas para investigar. Esos procesos hay que comunícaselos a la gente, sino comienzan especular sobre las clínicas de reproducción asistida y que se están creando embriones para investigar, etc. En adelante aparece la imaginación, el miedo, luego la iglesia. Hago una llamada al realismo. Hay que tratar que esto tenga una función en la ciudadanía. No hagamos el artículo sobro el bebe perfecto en el sentido de la ciencia ficción. Yo reclamo que hay informar a la gente, no fomentarle los fantasmas. Ahí los medios de comunicación tienen mucho trabajo. Es muy fácil dar noticias amarillas, porque son las que venden periódicos. Sus dueños son empresarios que buscan beneficios, seamos sinceros. El periodista puede hacer la mejor noticia del mundo pero después esta debe competir con otra. Y ahí gana la que más llame la atención. Y ese es un problema.



– En ese sentido, de qué manera cree que se ha manoseado por ejemplo, el tema de la clonación?
-En España fue un contraejemplo de lo que debió provocar un debate que no se dio en su momento. Siempre se apelaba al miedo y la gente decía que había que prohibirlo. Lo que no sabían es que ya estaba prohibido. La clonación reproductiva está prohibida en nuestro país desde 1988. Ahora, es claro que esto no lo sabe la ciudadanía y que tiene miedo. Es legítimo que la gente tema de lo que no conoce. A veces lo que se dice es "donde iremos a parar". La respuesta es que no vamos a parar, porque el mundo sigue girando, la ciencia sigue avanzando. Entonces lo que hay que hacer es canalizar las cosas de forma que el papel de los medios ayude a esta tarea informativa. Hay que discutir el problema real, no la imaginación.



– Según su apreciación, ¿cómo percibe la sociedad los avances de la biotecnología? ¿Amenaza o salvación?
-Creo que de las dos formas. Hay estudios que dicen que la ciudadanía percibe las nuevas tecnologías, específicamente la genética, con miedo y con esperanza. Creo que es humano tener miedo de que algo te arregle la vida si se usa bien, pero por otro lado temer de que se use mal. Un estudio al respecto decía que los ciudadanos que más creían en la biotecnología eran los griegos, los españoles y los portugueses, pero manifestaba como incongruente que también los griegos, los españoles y los portugueses eran los que más miedo tenían a las nuevas tecnologías.



– Por último, ¿cómo ha influido el desarrolla de la bioética en torno al debate y reflexión de los temas conversados?
-La bioética nace como reflexión de las ciencias humanas sobre las nuevas posibilidades de la biotecnología y su aplicación a los seres humanos, específicamente en el ámbito sanitario. Por ejemplo, el alargamiento de la vida, los trasplantes, etc. Después aparecen nuevas facetas que tienen que ver con el medio ambiente, con la repercusión de las tecnologías en el medio ambiente. Da una mirada reflexiva a como están repartidas las cosas en el mundo, la pobreza, la globalización, etc. Desde ese punto de vista es importante tener en cuenta que la bioética es una disciplina que surge como un puente entre ciencia y humanidades.

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