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Todas las estrategias del Presidente

El libro de Bob Woodward, Plan de Ataque, se convierte solapadamente en otro instrumento para insertarse en una de las estrategias del Presidente para salvar su presidencia en tiempos de guerra. "El ataque" es a su favor. Como la técnica del judo: usar la fuerza del oponente para desequilibrarlo.


El libro de Bob Woodward, Plan de Ataque, que según alguna prensa expone a George W. Bush con varias decisiones y acciones indebidas, no hace más que fortalecer su Presidencia. Todavía más, refuerzan ese carácter de Presidente duro y sólido que tanta estimación despierta en el país. El libro contribuye a hacer crecer esa positiva percepción del público de los EEUU, hacia un Mandatario decidido, de liderazgo fuerte, y que se hace cargo de la cosas cuando se está bajo presión.



El libro se convierte solapadamente en otro instrumento para insertarse en una de las estrategias del Presidente para salvar su presidencia en tiempos de guerra. "El ataque" es a su favor. Como la técnica del judo: usar la fuerza del oponente para desequilibrarlo. Y, todavía, Bush tiene varias cartas bajo la manga además de este "cariñito" que le envía Woodward. Este en su libro evita profundizar en los temas más calientes, como el de la ausencia de armas de destrucción masiva, y la posibilidad de implantarlas en ese plan de ataque para derrocar un régimen. La resistencia se lo está impidiendo todavía ,pero aún pueden aparecer. Y falta Bin Laden, perdido en las montañas del Hindukush.



Según varios comentaristas ( Krugman, entre otros) todo lo que expone Woodward se sabía y no hay nada nuevo. Por ejemplo, de que la decisión de derrocar a Saddam era un cuento viejo. Sin ir más lejos: la decisión de derrocar el régimen de Hussain venía incubándose en una reunión organizada el 21 de mayo de 1991, por Dick Cheney, entonces Secretario de Defensa del padre del actual Presidente. Se le llamó el taller 5/21, a la usanza estadounidense de poner la fecha con el día después. De allí salió la estrategia matriz para tomar control de la zona que está ocupada hoy. Sobre este antiguo plan maestro de cambiar el mapa del medio oriente, partiendo por el derrocamiento de Hussain, Woodaward no hace mucha referencia.



Y no podría ser de otra forma, porque Bob Woodward estuvo a favor de la invasión de Irak y son legendarios sus artículos apoyando la versión que Irak, bajo Saddam, antes de la invasión, tenia las famosas armas químicas. Hay que recordar que el Washington Post estuvo funcionando antes de la invasión y durante la guerra, casi como un portavoz de la Casa Blanca; en oposición al periódico rival -para algunos- el New York Times, cuando mantenía una punzante crítica a los procedimientos para justificar la guerra.



La falta de probidad como pragmatismo

Lo que revela Woodward en su libro, de que los fondos aprobados para Afghanistán terminaron en Irak, no hace más que fortalecer la imagen de un Presidente obstinado, que cumple la misión de defender su país, y no la de un funcionario que faltó a la probidad.



"El ambiente está favorable para que el público tolere ese tipo de faltas. Ni siquiera el asunto de las armas químicas si estaban o no estaban, le ha afectado a Bush", eeñaló a El Mostrador.cl, Bob C, hoy un analista en seguros que consulta para Lehman, Bros.



Tampoco lo de Enron y los contratos en Irak de la empresa que manejaba Cheney, su vicepresidente, han sido objeto de un rechazo por parte del público. Por otra parte, los estudios están indicando que el público cada vez se siente menos afectado por la muerte de compatriotas soldados en actos de guerra. Nicholas Lemann, en The New Yorker de abril de 2002, destaca el estudio del Triangle Institute for Security Studies, de los EEUU, donde se informa que el público está preparado para aceptar hasta 30 mil muertes en una operación en Irak. Las fotos del periódico de Seattle no hace más que reforzar esa idea de que los EEUU está en guerra y que Bush es el Presidente que debe continuar.

Mientras más Bush es atacado, más firme aparece en las encuestas. Claro, es un Presidente en pie de guerra, y un jefe de Estado atacado por todos los flancos. Aún con una economía con problemas de manejo, la población estadounidense no le vuelve la espalda.



Mientras en Irak



La ayuda "involuntaria" del libro Plan de Ataque se complementa con la nueva estrategia de la administración de Paul Bremmer en la ocupación, para revertir gradualmente el plan de erradicación del baasismo o hacer desaperecer del protagonismo a los miembros del partido Baas, que hizo funcionar a Irak, desde 1970.



Como resultado de la visita del enviado de la ONU, el diplomático argelino L . Brahimi, al parecer Bremmer y por ende Bush y sus asesores, ya están convencidos de que la pacificación y el echar a andar la reconstrucción de Irak, depende en gran medida de la incorporación de los miembros del partido Baas en la administración y el ejército. Como ya había señalado El Mostrador.cl, en varias notas del año pasado, parecía inconcebible que las futuras elecciones de autoridades elegidas por iraquíes pudiera dejar fuera del esquema de futuro gobierno al partido Baas. Parecía peor aún su erradicación, al pensar que el Baas tenía fuertes vínculos con Al Queda. Las últimas manifestaciones de rechazo a la ocupación, por todos los flancos, y las necesidades electorales de Bush, han abierto ojos que permanecían bien cerrados, en la administración de la ocupación.



Dividir para reinar 27 de abril



La posibilidad de que el partido Baas,el único partido organizado con más de tres décadas en Irak, tenga un rol en la pacificación del pais, está ahora contemplada por la administracion de la ocupacion. Sin embargo, esta decisión también implica un futuro conflicto que podría llevar una situación ya explosiva, a problemas más graves. La mayor parte del Baas dirigencial es sunni, la facción del islamismo que en Irak no ha mantenido una buena relación con los shiitas que a su vez están liderando la parte más radical de la rebelión. Durante el régimen de Saddam el shiismo sufrió los embates de la prepondereancia del baasismo como único partido nacional organizado.



El Baas es el típico partido que surge al calor de la guerra fría, después de la segunda guerra mundial. En un principio recibieron el apoyo de los dos frentes, de los EEUU y el Reino Unido por una parte, y de la ex URSS por la otra. De marcada tendencia secular, alejado de los fundamentalismos religiosos, representa un amplio espectro de tendencias, desde el izquierdismo socialista, hasta el neo-conservadurismo partidario de una intensa privatización. Invitar al partido Baas a jugar un papel en este período, después que la administrción de la ocupación insistió en su virtual erradicación, pueden significar dos cosas.



O es un acto deseseperado de la ocupación para buscar aliados internos en Irak, en una situación política insostenible; o es un insólito intento de dividir la resistencia a la ocupación y así generar la guerra civil que tanto se ha anunciado, o sea guerra entre irakíes, y que hasta ahora no ha cristalizado. Dentro del caos político que impera en Irak y que sólo desconoce la administración de la ocupación, ambas posibilidades aparecen en el tiempo como insólitas, y a veces como medidas "desmedidas".



Una idea tardía o un oportunidad trabajosa



La idea de contar con el apoyo del Baas para la pacificación, ha sido una asignatura pendiente del administrador Paul Bremer y de la Casa Blanca, desde que se formó el consejo provisional irakí. Resulta aún más insólito que la decantación de esta nueva situación provenga de una presión de la ONU, a raiz de la visita a Iraq de su enviado especial, el diplomático argelino L .Brahimi, en la cresta de conflicto, un año despues de la invasión.



El organismo encargado de velar por la paz en el mundo se enfrenta a contradicciones que no han sido resueltas en este conflicto, por ejemplo: fiscalizar direcamente a la fuerza de ocupación o encontrar un poder neutral que "someta" a los poderes ocupantes a una fiscalización. Al parecer a la ONU le ha quedado grande el conflicto.



La idea de reposicionar al Baas, en algunas líneas de trabajo, tal vez llega demasiado tarde. Esperemos que no sea así. Es de un sano optimismo también esperar que la ONU no haya caído una vez más en la trampa de una Casa Blanca que solicita apoyo para paliar sus limitaciones políticas, en un ámbito de pensamiento estratégico donde ha prevalecido, hasta ahora, la lógica de la guerra.

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