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Patricio Guzmán: ‘Allende da para hacer tres, cuatro, cinco películas más’

Su última cinta, »Salvador Allende», ha sido un desbordante éxito de público y crítica en Europa, y, a su juicio, cuando en marzo próximo se estrene en las salas comerciales también lo será en Chile. Para su distribución, Guzmán pidió los consejos del equipo de Machuca.


A estas alturas se podría pensar que a Patricio Guzmán no le cuesta encontrar apoyo financiero para realizar un nuevo documental. Después de todo, sus filmes han sido aplaudidos en el mundo y son considerados como uno de los más fieles testimonios del Chile en la Unidad Popular y tras el golpe de Estado. Pero justamente su insistencia en dicha temática termina por jugarle en contra: «De nuevo con el conflicto social y la recuperación de la memoria», le dicen. De nuevo.



Efectivamente, el trabajo fílmico de Guzmán fundamentalmente se construye sobre la temática pre y post golpe. A La Batalla de Chile I, II y III (1979), En nombre de Dios (1987), La Memoria Obstinada (1997) y Caso Pinochet (2001), se suma Salvador Allende un documental homenaje al ex presidente que ha llevado cerca de 80 mil espectadores a los cines sólo en Francia. ¿Que éste sea su último trabajo sobre la materia? «No de ninguna manera. Tengo varios temas más».



Estreno en marzo



Actualmente la cinta todavía no acuerda un distribuidor para Chile; sin embargo, todos -Transeuropa, Andes Film, Arcadia, Gitano, Microfilms- están interesados. También Cine Hoyts y Televisión Nacional y Canal 13. Mientras eso se definirá recién en la segunda quincena de diciembre, lo claro es que en marzo la cinta llegará hasta las salas comerciales de nuestro país. Sin embargo, Guzmán quiere mayor seguridad y se ha acercado hasta el equipo de la exitosa Machuca para pedir consejos.



"Yo ya me entrevisté con el equipo porque es tan buena la distribución que han hecho, tan inteligente, que les hemos pedido consejos y ellos con toda generosidad se acercaron a nosotros para darnos consejos. Eso me parece estupendo", cuenta Guzmán, quien, no obstante, no ha visto la cinta de Andrés Wood. En el Festival de Cannes no coincidieron en las fechas y en Santiago, difícil que le quede tiempo para verla. En Francia será.



En Santiago, Guzmán está lleno de compromisos, los que debe complementar con la dirección del VIII Festival Internacional de Documentales de Santiago (Fidocs), que terminó ayer después de una exitosa semana de proyecciones en el centro de Extensión de la Universidad Católica, y que justamente se inauguró con «Salvador Allende» ante una sala llena . Película que el público aplaudió de pie. El certamen fue ganado por Cristián Leighton con El Corredor. La Vida Mínima de Erwin Valdebenito.



– La primera función de Salvador Allende en Santiago fue muy exitosa, ¿qué esperas de su estreno comercial?
– Fue muy cálido. Eso confirma mi idea de que esta película si se distribuye bien tendría muchísimo público. Estoy seguro. Porque en la época de la Unidad Popular éramos el 43 por ciento, lo que más o menos equivale a 5 millones de personas. La mayor parte no ha muerto y creo que muchos de ellos quisieran revivir esa experiencia que ya está olvidada y enterrada. Esta película les conmovería en lo más profundo del corazón. No me cabe ninguna duda.



– En ese estreno también había mucha gente joven.
– Por otro lado, hay una enorme cantidad de gente a quien no se le ha dicho la verdad. O se le ha dicho la mitad de lo que pasó y están ansiosos de revisar la figura de Allende, de quien se ha dicho lo peor en este país durante 20 años.



– En ese sentido, ¿de qué te encargas tú en este documental? ¿De decir lo mejor de Allende?
– Bueno, esta película es un homenaje. Es una película que yo hago desde la admiración. No es una película para analizar y decir que esto lo hizo mal, lo hizo regular, esto lo hizo bien; no soy quien para hacerlo. La hago porque uno siempre hace películas sobre cosas que le gustan y le rindo un homenaje a Allende. Muchas veces se ha dicho ‘ah, pero es que Allende no sabía nada de economía, no era un buen gobernante. Estuvo a punto de llegar a una guerra civil’. Y yo les digo a esa gente que me dice eso, que le pregunten a Chirac o a Zapatero qué saben de economía… no saben nada. Los políticos no son economistas. Son conductores de naciones que plantean cosas a sus ciudadanos que le entusiasmen y que le revivan. Para mí, un presidente de la República no debe ser sólo un administrador, sino una persona que abra puertas, que invente soluciones para lograr la igualdad, que fue lo que hizo Allende.



– Durante la investigación y filmación de la cinta ¿qué supiste de nuevo de Allende?
– Mucho, porque yo conocía poco a Allende. Durante muchos años cuando yo estaba joven y filmé La Batalla de Chile no tenía una cultura política importante, de ninguna manera. Y ese tiempo, yo filmé a Allende desde abajo, porque además de que no conocía su vida, no tenía vínculos con el poder. Aunque se nos ocurrió, nunca nos atrevimos a golpear la puerta y decir queremos una entrevista con Salvador Allende. Nosotros éramos independientes, jóvenes y no teníamos aspecto de ningún diario importante que venía del extranjero. Entonces, en aquella época mi contacto con Allende era simplemente verlo como líder.



La UP como coyuntura temática



– Aunque esta pregunta deben hacértela siempre, te la hago de nuevo: ¿Por qué seguir en el temática de la Unidad Popular y las consecuencias del golpe?
– Creo que es tan rica la coyuntura de la Unidad Popular, el gobierno de Allende y la dictadura posterior, la resistencia que hubo después, es tan importante en la historia de Chile, que equivale a la guerra mundial para los europeos. El tema de la memoria, de la reconstrucción, de buscar nuestra identidad después del golpe de estado, de recuperar la sociedad civil. De volver a vernos… a ver qué piensas tú, que pienso yo, cuéntame. Eso me apasiona, porque creo que el país está muy fraccionado, es un archipiélago.



«Por otro lado -agrega Guzmán-, hay un gran exilio interno. Así como yo vivo en Francia, entre comillas aislado, aquí adentro hay mucha gente entre comillas aislada; que no participa, que sigue cenando, comiendo con sus amigos para hacer memoria, pero esa memoria no se reparte porque no hay ningún órgano de prensa que los publique. No hay ninguna televisión que los invite a hablar. Y no hay ningún gobierno que los estimule. Entonces eso se ha quedado en los barrios».



– En la película hay una escena muy interesante cuando un grupo de ex militantes de la UP discuten las razones del golpe, aunque quizás lo más fuerte es la pequeña entrevista a Miria Contreras, la Payita…
– Si, Payita es una de las cosas que me alegro que aparezca porque nadie habló nunca de ella. Se les olvidó a conciencia, tal vez porque era la amante de Allende y esas cosas en Chile no se pueden decir porque se vive en una moral católica de los años ’30. Estamos sencillamente a principios de siglo en materia de moral y eso me parece injusto. Con todo el respeto que la familia Allende me merece, que es una familia extraordinaria y ha sufrido y combatido toda su vida, pero eso no quiere decir que se olvide a Payita.



La necesidad de estar a la altura



– Respecto al documental chileno, ¿cómo has visto su evolución?
– Conozco hasta la producción del año pasado. Hay muchas tendencias distintas. Cada cineasta es una tendencia y eso me parece positiva, porque mientras más variación temática mejor. Creo que poco a poco el documental nacional va ir siendo cada vez más reconocido internacionalmente y se va a poder vender mejor. Mientras menos local sea, más internacional será. Eso es un proceso largo que ya comenzó y ya está rindiendo sus frutos.



– ¿Cómo ves el papel que ha cumplido el documental chileno en la idea de la recuperación de la memoria?
– No las he visto todas. Vi Chacabuco, de Gastón Ancelovici; Estadio Nacional y El derecho de vivir en paz de Carmen Luz Parot; Volver a vernos de Paula Rodríguez; En algún lugar del cielo, de Alejandra Carmona… Me gustan, es un comienzo prometedor de un género documental que rinda culto a la memoria. Creo que hay que ir más allá, ir hasta un lenguaje cinematográfico más profundo y abandonar totalmente el terreno periodístico. Esa virtud la tiene la película de Víctor Jara, pero no la del Estadio Nacional, que es más bien un reportaje. Chacabuco es una película bastante fallida en muchos terrenos porque no se queda ni en el periodismo ni en el lenguaje cinematográfico: es un hermoso proyecto, pero hay que tener cuidado porque los temas son tan buenos que hay que estar a la altura.



– A mí me encantaría hacer una película del Estadio Nacional porque yo también estuve ahí y vi secuencias que después no encontré en la película de Carmen Luz. Pero bueno, cada cual tiene derecho a expresar su punto de vista o a hacer la película que quiera. Por ejemplo, Allende da para hacer tres, cuatro cinco películas más, sin ninguna duda. Me alegraría mucho que otros la hicieran y si fueran mejores me alegraría todavía más, finaliza Guzmán.



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