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Un mundo en crisis: el año en que la confrontación volvió a escena

Todos los caminos de las potencias occidentales conducen a terminar de rodear en 2005 bastiones con capacidad bélica nuclear como Rusia, China e India. La ansiedad occidental por el Oriente no excluye a Corea del Norte, presionada para un cambio de régimen que no excluiría el golpe de estado.


El año 2004 se cerró con el sello de la beligerancia, la confrontación y el intervencionismo en la política internacional. En todos los continentes del planeta existe más de un conflicto armado, o una situación límite con los elementos dados para que ello ocurra en cualquier momento. Un rasgo básico en esta constatación es la incorporación del poderío bélico como centro de gravitación en la política internacional.



Otra característica esencial en cada conflicto -larvado o abierto- es la necesidad de los países de consolidar o acceder a un pedazo de territorio con un valor estratégico determinado.



Para algunos, este clima internacional inhóspito, y a veces de brutal convivencia, es producto de la "irradiación" por espacio de al menos tres años del uso de la acción preventiva, por parte de los Estados Unidos. Para otros, es el verdadero escenario del mundo pos caída del campo socialista, y no la falsa luna de miel mundial convocada a partir del término de la ex URSS. La interacción política de los países de la región latinoamericana y del Caribe, por diferentes razones, no pudo sustraerse de la impronta conflictiva del ambiente global.



La reelección del Presidente George W. Bush ha significado la consolidación del uso de la acción preventiva como doctrina. Aún así, el telón de fondo, continúa siendo el enfrentamiento incesante en Irak y el degradado proceso de paz en el Medio Oriente que es ya como una constante que permanece sin variables.



La ocupación de Irak desplegó todo el arco de atrocidades e irregularidades en una situación de pos guerra. Los bombardeos indiscriminados a Faluya, Kerbala y en el triángulo suní han sido violaciones a la Convención de Ginebra, que permanecen sin fiscalización. Todavía más, las acciones de la fuerza multinacional que ocupa Irak están amparadas por una resolución del Consejo de Seguridad, por lo tanto esa fiscalización no procede. Independent Body Count, una ONG internacional que trabaja en Irak bajo enorme presión, señala que las muertes superan ya las 130.000.



El proceso eleccionario montado en Irak es exageradamente excluyente al marginar de los comicios a los miembros del Partido Baas, ya sea para ocupar algún cargo electivo, o para votar. El Baas, según fuentes iraquíes, lo forman más de dos millones de personas, que se incorporarán a las tareas de Gobierno después de las elecciones gradualmente y por regiones, mientras se supera la orden de exterminio impuesta por la Administración de la ocupación.



La posibilidad de un deterioro mayor de la seguridad en Irak, y de una creciente inestabilidad en Arabia Saudita, conduciría a una situación aún más grave que la que sufrió la economía europea con la escasez de petróleo 30 años atrás. El aumento de la demanda por el petróleo del Golfo proviene no sólo de Europa y los EE.UU., sino también de los colosos como China, e India. Organizar elecciones bajo un clima de inseguridad es, entonces, una medida acelerada que tiene un claro significado económico.



Según un reciente estudio (Brookings Institution), Irak continúa acumulando deudas para su reconstrucción debido al incontrolable sabotaje de la infraestructura productiva. Con niveles medios de estabilidad, el petróleo iraquí podría generar ingresos cercanos a los US$ 14 billones de dólares anuales. Los ingresos actuales no han superado los US$ 8 billones en 2003,y podrían llegar a los US$ 10 billones en 2004.



En una situación de estabilidad, Irak podría generar ingresos de US$ 50 a US$ 100 billones de dólares en un plazo de dos a tres años. Para llegar a estos niveles de ingreso, la producción de crudo en Irak debería ascender a los 3 millones de barriles por día (MBD). Sin embargo, Irak actualmente apenas llega a los 860 mil barriles diarios.



La antigua y permanente división: Occidente y Oriente



El grado de vulnerabilidad de Rusia y los límites reales de su debilitamiento se han puesto a prueba en varios escenarios.
Rusia mantiene una compleja intervención militar en Chechenia, cuya tensión se extiende por el Cáucaso. Aunque algunos analistas piensan que la gran tensión en la explosiva zona caucásica aún no ha comenzado. En Ucrania, se ha observado a una comunidad europea occidental decidida a desestabilizar Rusia. En medio de la tensión previa a la repetición de la segunda vuelta, la OTAN consideró incluso enviar a Ucrania una fuerza de intervención rápida.



Por su parte, Rusia se aferra a su poder basado principalmente en la posesión de dos recursos cruciales: energía convencional y capacidad bélica nuclear. En marzo de 2002, en una nota para Arms Control Associates, Rose Gottemoller, del Carnegie Endowment For Peace, señaló que Rusia podía reaparecer como la gran amenaza para Occidente.



En junio de 1992, The Guardian, en su editorial, le daba la bienvenida a Rusia llamándola "una parte del hogar europeo". Doce años más tarde, el mismo periódico recomendaba el envío de tropas a Ucrania para detener la expansión rusa.



Sudán, poseedor de un territorio privilegiado también puede ser escenario de una fuerte tensión entre Occidente y Oriente. Desde ya es candidato para una intervención militar multinacional que, basado en la necesidad de resolver un problema humanitario (Darfur, Eastern Equatoria), sirva también para ubicar plataformas de control militar occidentales que graviten en un radio estratégico clave: el Golfo Pérsico, el cuerno de África, Egipto y el norte de Africa.



Todos los caminos de las potencias occidentales conducen a terminar de rodear en 2005 bastiones con capacidad bélica nuclear como Rusia, China e India. La ansiedad occidental por el Oriente no excluye a Corea del Norte presionada para un cambio de régimen que no excluiría el golpe de estado.



En Haití, el empeño de pacificación de la ONU se ha transformado en otra intervención militar con graves violaciones a los derechos humanos. Los grupos independientes de DD.HH. que las han divulgado operan actualmente bajo muchas dificultades.



Reed Lindsay, de The Observer, informa que la actual administración del Primer Ministro Gerard Latortue -apoyado por una fuerza multinacional integrada, entre otros países, por Chile- se puede igualar al peor período del dictador Francois Duvalier (1957-1986). En el mismo informe de Lindsay, Brian Concannon, Director del Instituto por la Democracia y la Justicia en Haití, señala que cuando estaba Aristide se denunciaba un número de 30 muertes vinculadas a posibles causales políticos por año. Hoy día ocurren 30 muertes de este tipo diariamente. Las Naciones Unidas y el Gobierno niegan, por cierto, esta información.



En el referendum en Venezuela para destituir al Presidente Chávez, la intervención externa llegó a grados extremos. Multinacionales de medios hicieron campaña abierta contra Chávez. La Casa Blanca no reconoció la derrota de la oposición hasta las últimas verificaciones del Centro Carter, y durante la efervescencia pos electoral, la OEA (Organización de Estados Americanos) consideraba hasta una intervención militar.



En Cuba la posibilidad de una intervención armada para el cambio de régimen está latente. Y el Plan Colombia para acabar con las FARC, intenta descubrir triangulaciones entre Cuba, Venezuela y la mayor guerrilla de ese país para ampliar el radio de acción de una posible intervención mayor de EE.UU. en el subcontinente.



Las oportunidades y la variable nuclear



En Irak 2003-2004 se ha puesto a prueba, con resultados ambiguos, el arsenal de última generación y el uso de la combinación de volumen y precisión del poder de fuego bajo las condiciones de uso intensivo del terrorismo político. Irak ha sido el campo experimental para afinar los detalles de una revolución en el terreno del armamento y los criterios estratégicos, que ya se había iniciado en la Primera Guerra del Golfo.



Según los analistas W. Arkin, A. Krepinevich, y B. Martinage, los sistemas de armamentos del futuro deben constituir mezclas que combinen una selección de los arsenales de la guerra fría, con sistemas de información y de arsenal de municiones guiadas de alta precisión. En este sistema mixto no se descarta el uso del arma nuclear.



Dan Plesch, un científico británico y experto en seguridad, sostenía en un artículo en The Guardian, antes de la invasión a Irak, que las fuerzas aliadas no tenían descartado el uso de armas nucleares de alcance limitado si la guerra se tornaba desfavorable.



Daryl Kimball, analista de la organización Arms Control Association (marzo 2002), expresa que la política de defensa de los EE.UU., establece el "uso de la capacidad nuclear en cualquier tipo de circunstancia". Lo mismo piensa Janne Molen, del Instituto Eisenhower: "las armas nucleares deben permanecer como pilares en la estrategia de defensa de los EEUU".



Richard Barnett un prestigioso analista del Institute for Policy Studies (Washington D.C.), planteaba en un artículo de 1992, "Los Desórdenes de la Paz" (The New Yorker, 20 de enero), que a partir de ese año, con el fin de la ex URSS, se abría la oportunidad única de iniciar el verdadero proceso de desmovilización del establishment montado durante la Guerra Fría. Decía que se debía aprovechar esa fase de entusiasmo y de confianzas para llegar a consensos en la reducción sustantiva de armas nucleares. Después sería demasiado tarde.



Anticipándose planteó: "Las naciones pequeñas y empobrecidas que tienen poco que perder, los movimientos políticos desesperados que caen en las manos de líderes terroristas, y las redes de criminales de nivel global, están en una mejor posición que las grandes naciones en el uso de la amenaza nuclear para obtener ventajas políticas y económicas."



El año 2005 traerá novedades sustanciales en el sentido de que ese poder bélico, insertado en forma más explícita en la ejecución de una política exterior, estará cada vez más sustentado por la capacidad nuclear.
















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