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China: Cómo cercar al gran dragón antes que sea demasiado tarde

La propaganda contra del gobierno chino por parte de Washington y los países de la alianza atlántica se intensifica y se expande. El tono hace recordar la estrategia de contención empleada durante la vieja guerra fría con el régimen soviético.


El conflicto centrado en las hostilidades históricas entre China y Japón, que hoy súbitamente reflotan y aparecen con particular notoriedad en los medios, comienza a revelar lo subyacente: poner atajo al gran dragón chino antes que sea demasiado tarde.



Antes fue Taiwán, ahora es Japón, pero en el fondo es Estados Unidos el que está detrás de una operación de control en el Asia centrada en el acoso a China. Es parte de la cuenta regresiva para abordar una situación crítica que se le presentará a los EEUU si la anunciada cooperación entre China e India y probablemente con Pakistán, se acrecienta y consolida.



De ocurrir una alianza asiática mayor con estos países, sólo restarían Indonesia y Filipinas -entre los países con mayor población en esa área- para que la gran región de Asia, con el Asia- Pacífico incluido, ponga en marcha la construcción de una plataforma de cooperación protegida de la penetración política de la alianza atlántica. En este caso, el aislamiento de Japón sería preocupante porque constituye en definitiva el bastión mayor (y quizás el último) de los EEUU en la zona.



El plan para cercar a China está en pleno desarrollo y su real magnitud es impensada para muchos. "Recién se están viendo los primeros brotes con las arremetidas de Japón por contener a China y las reacciones de los demás países en la región que aparecen en sincronía, pero son planes antiguos de largo aliento", nos dice un analista desde Nueva Delhi. "El acercamiento entre China e India es un antiguo plan entre los dos países desde el momento en que cayó la URSS. La invasión a Irak y todo el plan estadounidense en el Medio Oriente, han acelerado negociaciones anteriores. Por ejemplo, los encuentros entre Pakistán e India para resolver la cuestión en Cachemira", agrega.



Desde la época de los 60, cuando China e India colisionaron en los Himalayas, y con su apoyo a Viet Nam, la agenda exterior del gobierno chino nunca había tenido tanta carga de tensiones. Si hay un país que está cercado por líneas fronterizas ése es China, que tiene fronteras con 14 países que abarcan desde Viet Nam hasta Kazakhstán, pasando por Rusia e India, entre otros.



En estas mismas páginas señalábamos hace un mes, cuando se difundió la aspiración china de recuperar Taiwán, que este potencial conflicto desnudaba sin ambigüedades la ansiedad de los EEUU por instalar a Japón como poder subrogante en la región. Para los EEUU, China no puede más erigirse como el poder regional de la zona asiática. En todo caso, Japón debería ser esa poderosa plataforma de equilibrio y también de lanzamiento de futuras operaciones, donde el desmantelamiento del régimen de Corea del Norte no se descarta. Japón tiene una recuperada capacidad militar y es un activo actor político en la desestabilización del régimen de Kim Jong Il.



Una bomba de tiempo



China también está acosada por dentro. Posee un sistema de seguridad social vulnerable y que no se desploma debido a la disciplina burocrática milenaria. Con más de medio siglo a cuestas financiado por el Estado, comienza a mostrar síntomas de fatiga, y debido a las múltiples presiones que ejerce el sistema económico, entró en una etapa de transición hacia formas privadas, especialmente en los servicios de salud.



En una estadía en Beijing, a comienzos del 2000, un funcionario internacional me ilustró la situación así: "En China las estadísticas de salud que manejamos las agencias no son reales. Hay provincias enteras donde la mortalidad infantil ha aumentado, el gobierno lo sabe pero no quiere reconocerlo, aunque esto es generalizado en el mundo. A nosotros, los funcionarios, también se nos coarta la actividad, a veces desde el interior de nuestras propias agencias."



La gran pugna existente y no resuelta entre el gobierno chino y el estadounidense se libra no solamente en el área del espionaje en el área bélica y nuclear, sino en algo más tangible y cotidiano, como es la penetración de la secta Fulong en China. El gobierno de Beijing periódicamente a través de sus medios denuncia que la secta es una forma de penetración estadounidense en el país y el gobierno ha planteado formalmente el tema a su contraparte de EEUU.



La secta Fulong se ha dedicado a suplementar las falencias del sistema de salud en China en los últimos 8 a 10 años, y así atrae a adherentes cuyo número real no es conocido. Se sospecha que tiene varios millones. Es una agrupación cuyos rasgos organizacionales -según el gobierno chino- responden a los criterios clásicos de las antiguas mafias chinas. La diferencia es que esta secta ha crecido hasta el punto de ofrecer una alternativa de servicios al deteriorado sistema de salud chino en algunas áreas.



Regreso al pasado



La propaganda contra del gobierno chino por parte de Washington y los países de la alianza atlántica se intensifica y se expande. El tono hace recordar la estrategia de contención empleada durante la vieja guerra fría con el régimen soviético.



La intención de cercar a China a través de la propaganda se observa, por ejemplo, en páginas editoriales de los últimos meses en The New York Times, Le Monde, The Guardian, El País, La Reppublica. Estos, otrora paladines del liberalismo tolerante, comienzan a aplicar el cambio de trato hacia el gobierno chino. El uso de la cuña "la dictadura del partido comunista chino" o el "régimen dictatorial del partido comunista chino" se repite con sospechosa frecuencia. Notoriamente antes eran menciones ocasionales. Comentaristas locales comienzan a hacer lo mismo como si hubieran recibido cartillas de penetración de la antigua guerra fría de un día a otro.



Insólitamente, Tian An Men, la plaza principal de Beijing, acoge diariamente a miles de chinos que protestan por las más variadas razones, y a veces con virulencia. Algunos extranjeros residentes me informaron que podrían ser enviados por el gobierno; sin embargo, también era notorio que una gran cantidad de chinos van a la legendaria plaza a protestar. Y no solo protestan allí sino que protestan donde estén. Me tocó presenciar también una riña entre dos jóvenes y discusiones acaloradas en supermercados y universidades, en donde el único extranjero era yo y difícilmente se puede suponer que arreglaron el show para una persona.



Acoplado a este cambio en el protocolo mediático, también surgen los artículos premonitorios (Pfaff, M. Jacques, entre otros) acerca de la duración del régimen comunista en China. Ni aplicando levemente las técnicas de lectura del catálogo de Leo Strauss, se podría perder de vista que desde el fin de la contienda EE.UU.-ex URSS, el siguiente plato fuerte en el menú de la alianza atlántica sería China.



Con este acoso a China, se observa que la desprogramación del mundo bipolar aún está en rodaje y más aún, es probable que ni haya comenzado, aunque muchos opten por negarlo.
Requiere de análisis y herramientas más elaboradas que aún están en gestación.



De pronto la política exterior norteamericana aparece también como acosada por un reacomodo de fuerzas políticas en regiones importantes para los EE.UU. La alianza instrumental entre Brasil y Argentina, en oposición a México, Canadá y Estados Unidos, para elegir un candidato en la O.E.A.; los acuerdos entre China e India e India y Pakistán aunque no tengan el peso de las armas, tienen un profundo contenido político. La hacen ver poco sensible para el tejido más fino y, lo que puede ser más grave, enfrentando un ambiente generalizado de anticuerpos (a esa política exterior) que no disminuye.


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