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Francisco Whitaker: «Con el Foro Social la gente redescubre la utopía»

Como buen arquitecto, este brasileño radicado en Barcelona enfatiza en la idea de "construir". Construir una sociedad más participativa, en la que todas las voces tengan cabida; y erigir una instancia con la fuerza suficiente como para presionar a los gobiernos. Con una regla central, eso sí: no caer en la tentación de institucionalizarse.


Es uno de los fundadores de uno de los "fenómenos" sociológicos que más ha dado que hablar en las últimas décadas: el Foro Social Mundial. Ese mismo espacio de diálogo plural, de formación de redes, que en noviembre del año pasado -durante la cumbre de la Apec- tuvo su propio encuentro en Chile, reunió a alrededor de 40 mil personas en una multitudinaria marcha y a más de seis mil trabajando en comisiones organizadas.



Para Francisco Whitaker -brasileño y actualmente asentado en Barcelona- el díálogo es la clave del éxito del Foro Social. Por eso, asegura, no hay que caer en la tentación de institucionalizarlo, ni de imponerle lineamientos, como si fuera una entidad definida. Es precisamente esta cara de apertura a la participación lo que ha hecho de esta iniciativa un éxito sin precedentes, y que se multiplica en todo el planeta. De hecho, el próximo diálogo se dará en tres puntos de la Tierra paralelamente: Venezuela, Mali y Pakistán.



De visita en Chile para participar en una serie de encuentros sobre las nuevas formas de hacer política, Whitaker corre de entrevista en entrevista, explicando que, como asegura la máxima del Foro Social, «otro mundo es posible».



-¿Cuál es la su evaluación de lo que fue el Foro Social Chileno en noviembre pasado?
– Creo que fue un gran paso. El sistema del Foro mundial es una manera de propiciar el encuentro de la gente de modo abierto, y esto fue vivido en Chile de forma muy clara. Yo sólo deseo que este proceso pueda continuar.



-¿Tiene conocimiento de los candidatos presidenciales que hay en Chile?
– No, no tengo información específica, pero creo que habrá que cuestionar a los candidatos, porque estamos en un tiempo en el que no da para pensar que tomar un lugar en el Gobierno basta para resolver los problemas. Al contrario: la ciudadanía tiene cada vez más conciencia de que es un actor político. Habrá que cuestionarlos sobre su posición respecto de la sociedad civil y su autonomía.



-El éxito del Foro Social Mundial, que es inédito, se da en un momento en que a nivel de la ciencia política y de la sociología se habla de cierta apatía en la participación. ¿De algún modo este movimiento desmiente las tendencias?
– Es que la apatía viene de muchas causas, presiones, frustraciones. Con el tiempo, la gente ha descubierto que hay posibilidades de cambiar el mundo desde adentro, desde abajo. Además, la gente descubre que la manera de hacer política tiene que cambiar. El Foro es una gran escuela que propone una práctica nueva, que encuentra alternativas. La gente redescubre la utopía, redescubre la esperanza y se pone nuevamente a trabajar. Hay gente que nunca perdió eso, que nunca ha sido apática, y esa gente está prestando el servicio, al conjunto de la sociedad, de abrir ese proceso nuevo.



-Por lo tanto la desesperanza no es con la política en sí, sino con los modos de hacer política.
– Y con los resultados a los que con este modo antiguo de hacer política estamos llegando. Estamos llegando a situaciones que no cambian, o que son de difícil cambio. Ahora se está descubriendo que esto no es así, que la utopía es algo que se puede perseguir.



El peligro de las directrices



-El Foro es un espacio de diálogo transversal. Sin embargo el impacto que tiene de algún modo reclama cierta institucionalización, o canales, o lineamientos. ¿No teme que eso pueda hacer que el espacio del diálogo se vea reducido?
– No. Si el Foro se institucionaliza como un organismo, como un movimiento, como una entidad, se muere. Su vocación es mantenerse como un espacio lo más abierto posible, incluso a nivel de regiones. Ahora se va hacia Foros de nivel local, que son prácticas nuevas. Hay que mantener esta cara civil, ésa es la característica del Foro. Así se descubren convergencias en la gente para tomar acciones. La función del Foro es instrumental, no puede ser que el Foro se transforme en un organismo con un programa específico; en ese momento, mucha gente que tiene interés ya no vendrá más, porque no quiere someterse a direcciones con las cuales no necesariamente concuerda. El Foro tiene una naturaleza distinta de los movimientos sociales y de entidades en general: tiene que mantenerse como un espacio, y quienes lo organizan deben mantenerlo así, no cerrarlo a temáticas que ellos consideran interesantes, pero otros no.



-Se lo preguntaba por los intentos que ha habido de darle ciertas directrices. como en el Foro de Porto Alegre.
– Siempre hay intentos. No necesariamente a nivel del Foro, que es muy difícil. Ahora hubo un manifiesto de los intelectuales, en Porto Alegre, que era un poco una tentativa de dar ciertos lineamientos, de seguir 12 puntos, que supuestamente son consensuales, y que son dados de arriba hacia abajo, sin consultar a nadie. Pero esto apareció sencillamente como una de las 352 propuestas que se presentaron en el Foro. Esta idea de explicitar algunos puntos comunes está presente, pero siempre ha sido abandonada en pro de mantener el Foro como un espacio.



-El Foro, como instancia de diálogo articulador de intereses, demandas, malestares, ¿en qué medida requiere de la política "tradicional" para tener efecto? ¿Son formas complementarias de acción ciudadana?
– De hecho, hay iniciativas determinadas que dependen de cambios en la legislación, o en el proceso de toma de decisiones en los gobiernos. Por ejemplo, ahora mismo, en Europa hay un montón de iniciativas por parte de los movimientos altermundialistas para demostrar al G-8 que tiene que pensar en la deuda del Tercer Mundo de un modo diferente. Ésa es una presión que va directo a los gobiernos.



-Por lo tanto hay una retroalimentalimentación entre estas dos esferas.
– Seguramente. El hecho de que "los ocho" estén reunidos pensando la cuestión de la deuda es un resultado de las presiones de las organizaciones sociales. Y la sociedad civil ha demostrado que tiene mucho más fuerza de la que se imagina. La fuerza de la opinión pública como electores, como consumidores, como posibles objetores de conciencia contra la guerra, es enorme. Esa sociedad civil organizada va presionando a los gobiernos y parlamentos para que tomen las decisiones necesarias. Pero no depende de ellos, porque no todo cambio se hace de arriba hacia abajo por los gobiernos. Hay muchas acciones que pueden hacerse desde adentro de la sociedad, y esto es lo que funciona efectivamente. Hay todo un cambio que tenemos que hacer en nosotros mismos, en nuestros corazones, en nuestros comportamientos, y que es lo que posibilita el cambio general; sin esto, nos quedamos en la superficie, en la periferia del problema.



"La sociedad civil no puede reemplazar a los partidos"



-¿En qué medida las preocupaciones que han salido a la luz en el Foro se han traspasado a las agendas de los gobiernos?
-Hay algunas que sí y otras que no, pero siempre los movimientos participan en el Foro vuelven a sus casas y trabajos con más energía porque hicieron nuevas alianzas o programaron cosas más amplias. Algunas de estas propuestas deben llegar a los gobiernos, como toda la lucha que se está haciendo para que haya una reforma en las Naciones Unidas; se está presioinando para ello. Si va a ser considerado o no, depende de nuestras fuerzas, de la capacidad que tengamos de mostrar a los legisladores que hay que cambiar.



-Usted ha dicho que los partidos de izquierda no están cumpliendo el rol que tenían antes de canalizar las demandas del pueblo, de la sociedad civil. ¿Le parece que los partidos de izquierda están obsoletos?
-No. Lo que pasa es que si la estructura partidaria solamente se da desde la perspectiva de una pirámide de poder y pierde la relación con la base de la sociedad, ese partido no va bien. El problema es que, todo el siglo pasado las luchas produjeron al final grandes decepciones, y partidos que se propusieron construir otro mundo perdieron su capacidad para hacerlo. Incluso tomaron mucho más a la sociedad como masa de maniobras que como sujetos, o protagonistas de la acción. Los hicieron instrumentos de su acción. Eso terminó con la caída del muro de Berlín, con tragedias como la de Pol Pot en Camboya, con situaciones muy dramáticas. Esto significa que hay que cambiar la manera de hacer política, hay que cambiar la manera de organizar a los partidos, darles el rol que tienen que tener: sin reemplazar a la sociedad civil, así como la sociedad civil no puede reemplazar a los partidos.

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