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Alemania en la encrucijada: Sistema de seguridad social en jaque

Los alemanes deben decidir entre un gobierno encabezado por la conservadora Angela Merkel, que ofrece una reforma que incluye una rápida reactivación económica, o por el premier Gerhard Schroeder, que apuesta a recuperar altos índices de crecimiento en un plazo más largo, pero con un plan menos doloroso para los trabajadores.


Los alemanes deben elegir el domingo uno de dos modelos de reforma para su ya casi bicentenario y hoy agotado sistema de seguridad social, propuestos respectivamente, por la centroderecha y la centroizquierda, aunque un posible empate en las urnas abriría la posibilidad de que el próximo gobierno federal alemán lo asumiera una gran coalición formada por los dos grandes partidos: el Socialdemócrata (SPD) y la Unión Demócrata Cristiana (CDU).



Uno de los modelos de reforma es radical y ultra conservador e incluye promesas para una rápida reactivación económica; el otro es mucho menos doloroso para el bolsillo de los trabajadores y también garantiza el retorno de Alemania a los altos índices de crecimiento, pero en un plazo más largo.



En otras palabras, los alemanes decidirán entre un gobierno conservador y estrecho aliado del presidente estadounidense George W. Bush, como es la alianza demócratacristiana, socialcristiana y liberal que encabeza la líder Angela Merkel; o la coalición "rojiverde", del actual primer ministro Gerhard Schroeder, calificada de pacifista, contraria a la política de Washington en el Medio Oriente, y que ya ha puesto a prueba su fórmula de reactivación, aunque sin el éxito esperado.



Desde el fin de la Guerra Fría y el desplome de la Unión Soviética, Alemania está sufriendo los fuertes efectos de la reunificación del estado alemán tras una división que duró cerca de 50 años. El júbilo del primer momento, expresado por los alemanes del Este y el Oeste a comienzos de los años noventa, se ha convertido con el tiempo en una de las peores pesadillas, especialmente por el costo económico que este proceso ha significado para el pueblo alemán.



Al globalizarse el mundo al compás de un vertiginoso avance tecnológico, especialmente en las comunicaciones, la competencia comercial mundial se incrementó con creces. El costo de la producción en territorio alemán se encareció para las grandes empresas y consorcios y los mismos inversionistas alemanes acogieron la oferta laboral y las facilidades que les brindaba el Este europeo, donde la mano de obra es mucho más barata que en Occidente.



A todo esto se agregó el alto valor del euro, la moneda europea, que encareció los precios de los productos "made in Germany" al extremo que los países desarrollados, por el debilitamiento del dólar, comenzaron a mirar hacia el mercado estadounidense para comprar más barato.



Esto significó necesariamente someter a revisión los altos costos de la seguridad social en un momento en que Alemania enfrenta un alto desempleo que, con mas de 5 millones de trabajadores afectados o 12,6 por ciento en marzo de este año -el mayor índice desde 1945 cuando terminó la Segunda Guerra Mundial en Europa-, está vaciando las arcas fiscales por los pagos de subsidios y ayudas sociales.



Schroeder, el socialdemócrata que llegó al poder en 1998 con mucha esperanza para los electores que le dieron su apoyo tras 16 años de gobierno conservador, se vio obligado ante los cambios mundiales a emprender una reforma, enmarcada en la Agenda 2010, que hizo sentirse traicionados a muchos de sus partidarios.



Así, la centroizquierda comenzó a perder las elecciones regionales una tras otra, lo que movió a Schroeder a gestionar, en julio pasado, elecciones federales anticipadas sin renunciar al cargo de primer ministro, porque argumentó que él no podía seguir adelante con la fundamental reforma si no tenía un claro apoyo popular. En otras palabras, el canciller alemán perdió deliberadamente la confianza en el Parlamento y allanó el camino para las nuevas elecciones con el fin de poder tener la posibilidad de insistir y ganar apoyo para su plan de ajustes. Una jugada maestra, pero con resultados inciertos.



Virtual empate



Su anuncio elevó al cielo las esperanzas electorales de la derecha liberal-conservadora, pero a medida que avanzaban las semanas el entusiasmo fue bajando y los alemanes han vuelto lentamente a apoyar a Schroeder, porque les comienza a dar pánico las drásticas medidas económicas propuestas por Paul Kirchhof, quien sería el ministro de Finanzas de Angela Merkel. Su propuesta de aumentar el IVA en dos puntos y que ricos y pobres paguen una tasa tributaria igual, comienza a tener un efecto preelectoral negativo para los conservadores.



Las encuestas dan ahora casi un empate para ambas coaliciones, aunque cuentan entre los "rojiverdes" al nuevo Partido de Izquierda del ex dirigente socialdemócrata Oskar Lafontaine y del ex líder socialista de la desaparecida Alemania Democrática, Gregor Gysi, con quienes Schroeder no estaría dispuesto a negociar, según lo ha dicho el mismo.



Al aumento del desempleo se agrega la caída de los salarios reales y de las jubilaciones debido al envejecimiento de la población, problemas que no tienen solución a corto plazo, porque además hay una masiva fuga de capitales como también de los productores que se van de territorio alemán por los altos costos.



Alemania está en una encrucijada, lo que eleva la importancia de las elecciones del domingo, ya que problemas de tanta complejidad sólo pueden resolverse sin extremismo y con mucho equilibrio y flexibilidad de parte de los actores políticos.



Quizá un empate en las urnas podría abrir la posibilidad de un gobierno de gran coalición, lo que ocurriría por segunda vez en la historia de la República Federal de Alemania, tras el gobierno de Kurt Georg Kissinger (1966-1969).



Sin embargo, varios analistas son escépticos de que un gobierno conjunto de los dos partidos más grandes, por las marcadas diferencias en el tema de las reformas, pueda resolver la profunda crisis que afecta a esta potencia económica europea.



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