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Alemania en un «zapato chino» tras el virtual empate en las urnas

Ni los socialdemócratas de Schroeder ni los democristianos de Merkel están en condiciones de formar un gobierno. Una de las posibilidades que tienen ambos líderes es intentar alianzas sólidas con los partidos más pequeños, gestión que ya está en marcha con hasta ahora nulos resultados. La situación ya repercute en el sector económico alemán y europeo.


El virtual empate electoral del domingo pasado ha dejado a los dos principales líderes políticos alemanes en un "zapato chino", porque ni los socialdemócratas del primer ministro Gerhard Schroeder ni los democristianos de Angela Merkel están en condiciones de formar un nuevo gobierno, situación que repercute en el sector económico, no sólo alemán sino también europeo.



Una de las posibilidades que tienen ambos líderes políticos es intentar formar alianzas sólidas con los partidos más pequeños, gestión que ya está en marcha con hasta ahora nulos resultados. Otro camino sería la formación de una gran coalición entre SPD y CDU/CSU (democristianos y su partido hermano, los socialcristianos de Baviera), es decir una alianza entre la centroizquierda y la centroderecha, lo que sería casi como mezclar agua con aceite.



En tercer lugar, no se descarta que el presidente federal alemán, Horst Koehler, ante la imposibilidad de los partidos de formar una coalición con una mayoría fuerte, decida disolver el Parlamento y llamar a nuevas elecciones para marzo de 2006. Así, evitaría que Alemania sea conducida por un gobierno y una oposición muy poco "saludables" por la falta de claras mayorías. En todo caso, esta posibilidad es hasta ahora considerada sólo por los teóricos y constitucionalistas, porque en la práctica son muy pocos políticos los que la desean.



Si revisamos las cifras, nos encontramos frente a dos conglomerados grandes: una CDU/CSU con 35,2% de los votos (225 escaños, pierde 22), seguido de un SPD con 34,3% (222, pierde 27); y los más pequeños en votos encabezados por el FDP -liberal- con 9,8% (61, gana 14); el nuevo Partido de Izquierdas con 8,7% (57 escaños, gana 57); y los Verdes con 8,1% (51, pierde 4).



Por el momento todas las colectividades rechazan de plano cualquier tipo de conversación o contacto con el Partido de Izquierdas, liderado por Gregor Gysi, ex dirigente político en la desaparecida Alemania Oriental, y Oskar Lafontaine, ex dirigente del SPD. Ciertamente este nuevo partido es visto como "el patito feo" del escenario político alemán, ya que nadie está dispuesto a negociar con él. Está integrado por políticos y sindicalistas descontentos con Schroeder, a quien acusan de haber sido en siete años de gobierno más liberal que socialdemócrata.



Por otra parte, no hay que mirar con ligereza que el 8,7% de los votos obtenidos por la izquierda desbarató todo el cuadro electoral al que estaba acostumbrado Alemania, impidiendo que los partidos más grandes obtuvieran una sólida votación. El único que creció fue el Partido Liberal (FDP) de 7,4 a casi 10%, pasando a ser la tercera fuerza electoral alemana. Este y la izquierda ganaron los votos que perdieron los partidos grandes y los Verdes que bajaron de 8,6 a 8,1%.



La CDU/CSU está dispuesta a gestionar una alianza con los liberales y los verdes (estos últimos son los actuales socios de Schroeder) para completar una mayoría absoluta de 53,1 por ciento. Sin embargo, este intento parece no ser fácil porque algunos sectores de los verdes no están dispuestos a cogobernar con la centroderecha, entre ellos el actual ministro del exterior Joschka Fischer.



Algo similar ocurre en el sector socialdemócrata que quiere ganar para si a los liberales, que tampoco están en condiciones ni siquiera de conversar el tema con la centroizquierda; en esto fue categórico su presidente Guido Westerwelle.



Dificultades de una gran coalición



Como salida a este impasse queda entonces una gran coalición, al estilo de 1966 que encabezó el líder CDU/CSU Kurt Georg Kiesinger, en un momento en que una crisis económica afectaba severamente al denominado "milagro económico". Esta vez la fórmula sería parecida porque igualmente que entonces la jefatura del gobierno quedaría en poder de la CDU/CSU con Angela Merkel, por haber obtenido 450.000 votos más que Schroeder. Sin embargo, el líder del SPD no está dispuesto a convertirse "en un mandado" de una política que cometió graves errores tácticos durante la campaña electoral.



Por lo demás, una gran coalición originaría choques entre los dos partidos, porque en muchos puntos piensan diferentes, como en el difícil problema del desempleo que afecta a casi 5 millones de personas en edad laboral o en el campo energético sobre la progresiva desactivación de centrales nucleares o en la salud o en los impuestos, donde la CDU quiere aumentar el IVA en dos puntos y propone bajar los impuestos, también a quienes tienen mayores ingresos, a lo que el SPD se opone. En política exterior, el ingreso de Turquía a la Unión Europea es apoyado por el SPD, pero obstaculizado por la CDU. A su vez, esta última no se opone a la política belicista del presidente de EE.UU., George W. Bush, lo que contrasta con el pacifismo socialdemócrata en este tema.



Esta situación de tira y afloje postelectoral ha golpeado al sector económico, no sólo alemán sino también de la Unión Europea (UE). La respuesta ha sido la ya conocida presión ejercida por los inversionistas sobre los políticos. "No podemos seguir invirtiendo si no sabemos antes en que dirección irán las reformas en Alemania". La medida puede afectar al crecimiento en toda la Europa comunitaria. Esto explica también la preocupación que levanta el resultado alemán en Francia e Italia con elecciones cercanas.



El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, dijo que una Alemania dinámica necesita un gobierno estable, "lo que es de gran interés para la economía europea". Si Alemania, como país influyente, no tiene capacidad de acción, podría llegar a paralizar toda la Europa de los 25, comentan, a su vez, analistas en Bruselas.

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