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Jorge Boccanera: «Me sigo sorprendiendo por la criatura humana»

El autor, Premio Casa de las Américas 1976, se va hoy del país, luego de participar durante una semana en el festival que organizara ChilePoesía, y que lo dejó con un sabor amargo. Periodista, dramaturgo y ensayista, revisa los desafíos de la escritura actual, y relata cómo encontró un libro desconocido de Neruda.


Es amigo de Juan Gelman, ha sido prologado por el Nobel de literatura José Saramago, era cercano de Jorge Teillier, conoció a Bolaño y -como muchos- tuvo algunas discrepancias con él en términos literarios. Pero a Jorge Boccanera, ganador del premio Casa de Las Américas 1976, no lo definen los otros; lo define la preocupación por el otro. Tal vez porque creció en una peluquería, lugar en el que por excelencia se escuchan historias, o porque pasaba los días leyendo revistas, pero siempre le han interesado las vivencias que las personas puedan contar. Siguiendo esta vocación ha escrito cuatro libros sobre narraciones de vida, incluyendo La pasión de los poetas, que recoge episodios románticos de los más famosos vates.



Es media tarde. Lee en el lobby del hotel. En un par de horas, Jorge Boccanera participará en una lectura poética, junto con otros escritores, y dará por finalizada su participación en el festival "Compartir el Mundo", organizado por ChilePoesía. Para el autor argentino, el evento no ha sido lo que esperaba.



Una polémica atravesó el encuentro: la velada literaria en la Escuela Militar, en la que Raúl Zurita, José María Memet, Manuel Silva Acevedo y Leonel Lienlaf leyeron sus versos ante cientos de uniformados. Aunque las lecturas de Zurita estuvieron dedicadas a los desaparecidos, y se calificó el encuentro como un hecho "simbólico", varios de los 70 poetas que participaban en el festival estuvieron en desacuerdo. El impasse no se pudo superar.



Para Boccanera no hubo una real discusión en torno al tema, lo que dejó un gusto amargo en varios de los asistentes. "No fue ‘compartir el mundo’ -opina. Para nada. Creo que un encuentro tiene que ver con el diálogo de la imaginación, de lo que estamos haciendo, el debate, el intercambio de ideas. El tema del acto en la Escuela Militar nos dividió y mantuvo un ambiente crispado en el que no se pudo debatir. Entiendo que en un festival hay un conglomerado heterogéneo de gente, y hay que respetar todas las opiniones. Yo siempre fui de la idea de cuestionar esta lectura."



El espía en el espejo



Comenzó a escribir poesía a los ocho años. En la peluquería que era su casa, quizás la presencia más importante era la del espejo. Omnipresente, voyeurista, agudo. "Era como un libro que estaba leyendo a su vez otro libro", cuenta. A través del espejo, o frente al espejo, se veía a Jorge -Jorgito por esos días- leyendo revistas de historietas. En una de ellas venía un poema ilustrado de Edgar Allan Poe. El tono del escritor y los dibujos eran de lo más espectrales, y ejercieron un hechizo sobre el pequeño, quien comenzó a crear textos igual de sombríos, adornados con tibias y calaveras, que dejaban a su madre al borde del colapso nervioso.



-En tu poema "Ensayo breve sobre la honestidad poética" dices "no es que los poetas mientan/ es que los mentirosos / quieren hacer poesía". ¿Eres de los poetas que mienten o de los mentirosos que quieren hacer poesía?
-(Risas). Eso es una especie de poema breve, que se publicó el 79 en Tacna, Perú. No creo que los poetas mientan. Creo que ponen su verdad, porque ponen su cuerpo, ponen su respiración, se juegan en esa obsesión.



Ganaste el premio Casa de las Américas en el año 76, y te has mantenido escribiendo poesía. Más allá de lo estético, ¿crees que ha cambiado la poesía latinoamericana?
-Creo que la poesía se apoya en la imaginación y la intensidad. Estas dos banderolas son siempre azotadas por el viento de la historia. En ese sentido, todo está atravesado por la historia que nos tocó. Ha habido cambios temáticos y formales, pero siempre la poesía latinoamericana ha sufrido cambios. Ahora hay simulacros, intertextualidad, heterónimos. Hay distintos juegos.



-En los ’70, la poesía parecía tener un impulso distinto por esto que tú dices de los vientos de la historia, permeada por el idealismo de la época. ¿Qué pasó con esa utopía?
-Acá se habló -en una mesa sobre la vanguardia- de que nos habían robado el deseo. Se ha perdido un poco esa euforia hacia una utopía cercana, pero es la pérdida del deseo, de la reciprocidad, esto de ver al otro como enemigo, más que como un prójimo. Estamos imbuidos en lo que los sociólogos llaman ‘las pasiones tristes’, lo que nos lleva a una subjetividad enajenada. Pero la poesía trabaja con otros elementos, que conectan. En los 70 había una búsqueda muy grande. Era una búsqueda formal, pero que también cuestionaba lo que había. Poetas como Juan Gelman o Roque Dalton han sido grandes cuestionadores y, a la vez, grandes experimentadores. La mejor poesía tiene estos dos andariveles. Otra diferencia es que antes había muchos poetas militantes, pero no era que ‘acompañaran’ un proceso; estaban dentro de ese proceso. Ahora estamos fragmentados, nos olvidamos de la solidaridad.



-¿Te da nostalgia?
-No, porque es algo que está vivo y que hay que recuperar. Es una valija perdida, pero que en algún momento nos tienen que devolver. Si no, vamos a ser presa de estas pasiones tristes, de desconfiar del prójimo.



-¿Qué te pasa cuando tu poesía se analiza desde lo académico y lo formal? ¿te gusta o te da un poco de vértigo?
– Noto que siempre desde el lado académico se repite un encuadre, y se intenta que todo calce en él. Se trata de mostrar cierta erudición y nombrar ciertos libros. A mí me gustan los ensayos con más libertad. Hay críticas que sí me han interesado, como por ejemplo la de un escritor argentino, Lautaro Ortiz, que ha descubierto entre mis influencias importantes el cómic, o las letras de tango. Eso me halaga.



La criatura humana



Además de algunas piezas de teatro, Boccanera escribió canciones por los años 70, junto al músico Alejandro del Prado, con quien hizo un disco llamado "Dejo constancia". Por estos días, está pensando volver a ese oficio y hacer una obra para la Ópera de París.



-Hay consenso en que tu poesía es bastante visual. ¿Tiene alguna relación con el hecho de ser dramaturgo?
-No, porque empecé a escribir poemas antes de escribir teatro. No sé, hay algo que me han hecho notar y que también se da en las historias de vida que he escrito. Por ejemplo, en La pasión de los poetas, está el relato de la creación de un poema, que es muy visual. En mi poesía hay personajes, hay texturas.



-¿Qué magnetismo ejercen sobre ti las vidas de los poetas? ¿es tu lado voyeurista?
-Puede ser mi lado voyeurista. (Risas). Yo me crié en una peluquería, con revistas. Leía mucho de chico. Cuando dejé de leer esas revistas y empecé a viajar, busqué gente que me contara historias. Entre esa gente encontré al capitán de un barco de Hemingway, prestidigitadores, a la rumbera mexicana Tongolele, a escritores, cantantes, etcétera. Será que soy fijón, pero me sigo sorprendiendo por la criatura humana, por esa capacidad de asumir desafíos y ser coherentes con sus obsesiones.



-En la investigación que haces para La pasión de los poetas encontraste un libro desconocido de Neruda
-Encontré mucho. encontré por ejemplo una hija de Raúl González Tuñón, un gran poeta argentino; encontré que hay investigadores que dicen que César Vallejo tenía un hijo en Perú; me escribí con la hija de Pablo de Rokha. Y encontré un libro en Costa Rica, la Antología de la resistencia, que es de 1948, cuando estaba perseguido por González Videla. Vienen varios poetas, pero me pareció que la mayoría de los poemas eran de Neruda, bajo otros nombres. Al tiempo lo revisé otra vez, y sostuve que todos los poemas eran de Neruda. Después me dijeron que sí, y sé que ahora están en una antología. Espero que me hayan dejado algún crédito (risas).



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