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Haití en la encrucijada: Lejos de las elecciones y más cerca del caos total

El militar brasileño fallecido deja una situación caótica, no por exclusiva responsabilidad de la misión militar que encabezaba, sino por la inadecuada lectura de la situación por parte de los encargados de estructurar un proceso basado en negociaciones. Pero no hay que cargar este caos sólo a la intervención extranjera, sino también a la parte política haitiana.


La sorpresiva muerte del general brasileño Urano Teixeira Da Matta Beceller -encontrado sin vida en un hotel por móviles que aún se investigan-, puede ser comprendida en parte a través de las palabras de su antecesor el general también brasileño Augusto Heleno Pereira cuando partía: "Un año en Haití es más que una larga estadía".



Con esas palabras no sólo definía la complejidad de su misión sino la complejidad política y social de Haiti. La más africana de las naciones incrustada en "Las Américas" y que se continúa leyendo políticamente con clave americana.



Este episodio vuelve a poner en el tapete de la discusión internacional los problemas subyacentes de la intervención militar pacificadora de la ONU, que lleva más de dos años tras el derrocamiento de Jean Baptiste Aristide.



Para analistas locales consultados, el derrocamiento de Aristide a instancias de Washington y el tipo de intervención política- militar de las Naciones Unidas, son las principales causas de la violencia que ha aumentado en amplias zonas del país. El aislamiento político del actual Presidente Boniface Alexandre, impuesto por la intervención militar de la ONU, también es una causa de la inestabilidad. Debido a esta inestabilidad, sólo ha sido posible canalizar el 10 por ciento de la ayuda externa a los proyectos de desarrollo en Haití.



El gobierno haitiano aún no recompone su relación con los países de la Caricom, y recientemente China negó en el Consejo de Seguridad una aprobación de prolongar por un año el financiamiento de la misión militar ONU en Haití, en represalia por el establecimiento de relaciones con Taiwán.



La candidatura a la presidencia del millonario haitiano-estadounidense Durmarsi Simeus, con negocios en la industria alimentaria, también complica el escenario político por sus vínculos con los consorcios estadounidenses interesados en Haití.

Una lucha sin cuartel



Durante el primer año de intervención se estabilizó en parte la situación. Pero a partir de marzo de 2005, comienza una espiral de violencia que no ha cesado, causando la muerte de varios soldados de la misión de la ONU.



En abril, se produce un hecho que opera como detonante en el circuito interno en Haití, cuando fuerzas especiales de la misión militar de la ONU, asesinan a Ravix Ramissainthe, una de las figuras claves de la rebelión. Ravix era buscado por el asesinato de cuatro oficiales. Cuando se confirma la muerte de Ravix, un oficial civil de la ONU (Dan Moshalesh) declara "se eliminó a una amenaza para el personal de la ONU en Haití".



Con esas palabras se declaraba una "segunda guerra", esta vez una más "interna", entre el haitiano armado en rebelión total a la intervención armada, y la ONU. "Para muchos haitianos, aunque aparenta ser una fuerza multinacional, la intervención de la ONU es vista como una intervención colonial. Por las actitudes, el racismo y la virulencia de las operaciones se observa un encono y un trato inhumano en las detenciones. Actúan en forma despiadada, en algunos casos y no hay un control interno", señala una fuente.



Otros haitianos contactados señalan que es una fuerza que despide el mismo hedor de las intervenciones militares de los años 70 y 80 en América Latina. " No podría ser de otra forma, porque el contingente mayor de oficiales responde a esos códigos, de actuar con la máxima brutalidad usando tácticas de amedrentar con shock. El personal de Sri lanka seleccionado responde a los códigos de los enfrentamientos contra la guerrilla tamil, que, como se conoce, son despiadados".



¿Peor el remedio que la enfermedad?



En otras palabras el remedio es la causa de la enfermedad, y ni los EEUU, Francia, la Comunidad Europea, ni tampoco las Naciones Unidas, están preparados para reconocerlo.



En este plano, es probable que esta muerte -por la causa que fuere- en definitiva no sorprenda políticamente, más allá de la tragedia personal. El itinerario de violencia y desmembramiento de la intervención de la ONU, en su conjunto, sea en la parte política como en la militar, es evidente y contundente.



Las elecciones presidenciales y parlamentarias postergadas en tres oportunidades por razones de estabilidad e inseguridad (N. de la R.: Al cierre de esta edición, se supo que el gobierno decidió fijarlas para el 7 de febrero, pero ese parece más un signo de voluntarismo que inspirado por la realidad), más el aumento de las confrontaciones, constituían indicadores suficientes de una situación empeorada.al punto límite.



Grupos internacionales más independientes que evalúan estas situaciones como Amnesty International, The International Crisis Group de Bruselas, y ONGs estadounidenses de Derechos Humanos, confirmaban en sus informes un panorama completamente diferente a la visión pública que emergía del informe rutinario, preparado por la ONU en Haití a sus cuarteles generales, o los confeccionados por las misiones diplomáticas de los EEUU, Francia, Brasil o Canadá, los países más involucrados en la pacificación de Haití.



Acelerar elecciones: la marca letal



Llevar a cabo elecciones presidenciales y de parlamento a todo evento ha sido la receta- al parecer mágica- que las Naciones Unidas, junto a los países más involucrados en Haiti como los EEUU, Canadá y Francia, han intentado por todos los medios aplicar para asegurar paz y reconstituir un estado. Un estado ya funcionando por debajo de la base mínima de capacidad de control del país.



Las elecciones han sido postergadas tres veces porque el proceso de estabilización a cargo de la misión de las Naciones Unidas estaba desacreditado. Las últimas evaluaciones, de la propia Misión de la ONU (Minustah), en abril 2005, del International Crisis Group de Bruselas noviembre 2005, y de Amnesty International, a fines del 2005,confirmaban ese deterioro de la seguridad que hacía imposible las elecciones que se trataban de acelerar.



El militar brasileño deja detrás de su muerte una situación caótica, no por exclusiva responsabilidad de la misión militar que encabezaba, sino por la insuficiente o inadecuada lectura política de la situación, por parte de aquellos encargados de estructurar un proceso político basado en negociaciones.



Estos "encargados" de estructurar ese proceso, no provienen solamente de los llamados miembros de la comunidad internacional, léase Misión ONU, EEUU, Francia y Canadá, por nombrar a los de responsabilidad más notoria. En este plano, no hay que cargar la responsabilidad de este caos a la intervención extranjera exclusivamente, sino también a la parte política haitiana que ha fallado en consolidar algo que se le parezca a una contraparte para negociar.



El hecho que se hayan propuesto cerca de 30 candidatos, refleja la fragmentación de la situación. En Haití después de más de dos años del derrocamiento de Aristide, ni la ONU, ni los poderes externos como EEUU y Francia, ni los propios haitianos han podido resolver el dilema principal de formar una contraparte con quien sentarse a la mesa de negociaciones.



Y de hecho, una fuente política interna contactada señala, "que si dentro de Haití propio no se forma una contraparte, el llevar adelante el proceso eleccionario sin garantías mínimas de seguridad, no va a formar un aglutinamiento de fuerzas de la noche a la mañana".



Acelerar elecciones también ha sido un principio aplicado en Irak, bajo otro contexto y con una complejidad internacional muy diferente, y también se ha visto que ha fracasado hasta el momento.



Al parecer, el acelerar procesos eleccionarios en los países al límite de la desintegración de sus estados, por las razones que sea, se ha convertido en panacea para la búsqueda de estabilidad. Las experiencias fracasaron desde los episodios en Ruanda y Burundi en la década de los 80, donde el actual Secretario General de la ONU Kofi Annan tiene una vasta experiencia. En este sentido, el carácter de la intervención con una fuerza multinacional especial de la ONU, se asemeja mucho a las desarrolladas en Africa en Liberia, Sierra Leona, o República Democrática del Congo, por nombrar las más notorias en el imaginario público.



Todas llevaron el mismo patrón de acelerar el proceso de elecciones, que al estar traducidas en un mecanismo de intervención, se transforman en una receta con características de tinte neocolonial por parte de las Naciones Unidas.

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