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Salman Rushdie fingió regreso al Islam para que lo dejaran tranquilo

El escritor de origen indio confesó hoy que en 1990 fingió su retorno al islam para defenderse de la fatua promulgada por el ayatolá Jomeini por su obra Los versos satánicos, considerada blasfema entre los musulmanes.


En una entrevista de televisión, adelantada hoy por «The Sunday Telegraph», Rushdie explica que con esa falsa conversión pretendía reducir el riesgo de que algún musulmán le atacara en cumplimiento del edicto legal que el entonces líder supremo iraní emitió en 1989 instando a su ejecución.



En un comunicado en 1990, Rushdie, nacido en Mumbai en 1947 pero nacionalizado británico, aseguró haber renovado su fe en la religión musulmana, haber repudiado los ataques al islam de su novela y estar comprometido a contribuir a una mejor comprensión de ese credo.



Pero en una conversación con una psicoterapeuta para un programa del canal británico More4, que se emitirá el próximo mayo, el autor de «Los hijos de la medianoche» afirma que el retorno a la religión de su nacimiento fue «pretendido».



«Estaba transtornado. Estaba más desequilibrado de lo que nunca lo he estado, pero no puede ni imaginarse bajo qué presión estaba», explica.



«Pensé simplemente que estaba haciendo una declaración de fraternidad, pero tan pronto como lo dije, sentí como si me hubiera arrancado mi propia lengua», recuerda Rushdie, quien, pese a nacer en una familia musulmana chií, nunca se consideró religioso.



Tras ese momento, sintió que «había tocado fondo», se dio cuenta de que su único mecanismo para sobrevivir era su «integridad», recoge el periódico.



Sus seres queridos reaccionaron con enfado, y vio que eso le preocupaba más que la respuesta de los musulmanes a su libro.



«Los versos satánicos» (1988) fue prohibida en India y en otros países y quemada en las calles del Reino Unido porque supuestamente trataba con irreverencia al profeta Mahoma.



En la entrevista televisiva, Rushdie, de 60 años, asegura que las malas críticas a la obra le disgustaron más que la fatua, ya que había pasado cinco años escribiéndola y la consideraba su «mejor trabajo».



Los comentarios negativos le hicieron sentirse despreciado e inútil, y se planteó: «si esto es lo que obtienes, ¿por qué escribir?. Mejor hacerse conductor de autobús». EFE

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