Publicidad

Obama ya es el candidato demócrata

Según el consenso de los cientistas políticos norteamericanos, un partido después de ganar dos elecciones presidenciales seguidas, como es el caso de los republicanos, siempre pierde la tercera si el presidente en ejercicio es muy impopular y en el último año de su mandato el país sufre una recesión económica. Bush tiene uno de los menores porcentajes de aprobación en la historia de las encuestas, menos de 30%. EE.UU. está en recesión y nadie espera que se supere en los próximos meses.


Clinton no logró alcanzarlo en la última rueda de primarias. Necesitaba ganarlo por diez puntos porcentuales, y sólo lo hizo por dos, en Indiana. Y no podía perder por más de seis o siete puntos, y los hizo por más de 14, en Carolina del Norte. Una consecuencia de una serie de errores tácticos en un terreno político que clama por el cambio.



Los programas de ambos precandidatos demócratas son similares. Sin embargo, el de Clinton cada día es más populista; por ejemplo, se sumó a la propuesta de McCain de suspender el tributo federal a la gasolina durante el verano, a pesar de que según los economistas, al bajarse así el precio subirá el consumo con los agravantes de que las beneficiarias serán las compañías petroleras en vez del gobierno, y de que esa nueva demanda será satisfecha con importaciones. Obama, en cambio, denunció esa demagogia. Y los norteamericanos, es esta oportunidad, parecen ser bastante incrédulos de ese tipo de martingalas.



Clinton continuó con la campaña negativa en contra de Obama, con un apenas disimulado racismo, la estrategia republicana desde la elección de Reagan en 1980. Obama volvió a sortearla con éxito, a pesar que se citaron palabras de quien fuera el pastor de su iglesia, que insiste en el tribalismo negro con una presunta teología de la liberación afroamericana, sin reconocer los avances de EE.UU. en la materia, como lo demuestra el éxito de la candidatura de Obama. Y lo hizo citando su propia historia política, la construcción de consensos mediante negociaciones, la única manera de tener un éxito como el suyo en el sur de Chicago, donde se formó en estas lides.



Además, tal vez para contraatacar al sexismo, Clinton se transformó en una especie de machista sheriff del salvaje oeste, agresiva y amenazante. Lo que fue un bumerang pues Obama, como de costumbre, no perdió la compostura y aumentó su votación entre las mujeres blancas de un 30%, en Ohio y Pennsylvania, a un 40%, en Indiana.



El resultado es que ahora Obama tiene la mayoría de los votos en las primarias de los delegados electos, de los estados en que se han efectuado y, por primera vez, de superdelegados.



Así comienza la campaña entre Obama y McCain, y el primero es el favorito.



Según el consenso de los cientistas políticos norteamericanos, un partido después de ganar dos elecciones presidenciales seguidas, como es el caso de los republicanos, siempre pierde la tercera si el presidente en ejercicio es muy impopular y en el último año de su mandato el país sufre una recesión económica. Bush tiene uno de los menores porcentajes de aprobación en la historia de las encuestas, menos de 30%. EE.UU. está en recesión y nadie espera que se supere en los próximos meses.



La réplica es que se trata de una situación excepcional debido a que el candidato demócrata es afroamericano y tiene un evidente déficit en los electores mayores de 65 años de edad, uno de los grupos que más vota, y en los obreros blancos, que fueron llamados los «demócratas por Reagan», y que inclinaron la balanza a favor de los republicanos a partir de 1980. Justamente por ello Bill Clinton, para ser elegido, inventó la triangulación entre la nueva derecha y el viejo liberalismo (en inglés es sinónimo de progresista), similar a la tercera vía de Blair en Gran Bretaña.



Los demócratas, no obstante, están confiados. Obama tiene la mayoría en los otros dos segmentos que más votan, los más educados y los que tienen ingresos por sobre la media, aproximadamente 50 mil dólares al año antes de impuestos. Además, hay un evidente descontento con la política económica del laissez faire y las guerras imperiales de la actual administración, que McCain hasta ahora defiende.



A los republicanos incluso les ha costado reclutar candidatos para las elecciones de congresales, que son simultáneas con las presidenciales. A lo que se suma que la caja electoral de Obama, con pequeñas contribuciones, en promedio 97 dólares, supera por aún amplio margen a la de McCain.



Todo ello explica que los demócratas decidieran competir en todos los estados, incluso aquello que son colorados (republicanos) desde hace décadas, mientras los republicanos enfocan la campaña en los estados que ganaron en las presidenciales de hace cuatro años y que perdieron en las de congresales de hace dos años.



Con todo, en política una semana es mucho tiempo y faltan seis meses para las elecciones generales norteamericanas

Publicidad

Tendencias