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La vida en el gueto de Lodz a través de los ojos de Henryk Ross

Más de 250 de estas imágenes, la mayoría de ellas inéditas, se muestran en la exposición «Recuerdos enterrados: las fotografías de Henryk Ross, una mirada al Holocausto», incluida en el programa oficial de PhotoEspaña, que permanecerá abierta en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid hasta el 30 de junio.


Las imágenes para el recuerdo tomadas por Henryk Ross en el gueto de Lodz, que albergaba la segunda comunidad judía más grande de Polonia, dan testimonio de la lucha por la supervivencia de sus habitantes y de sus esfuerzos por hacer una vida normal, aunque fuera sólo en apariencia.



Más de 250 de estas imágenes, la mayoría de ellas inéditas, se muestran en la exposición «Recuerdos enterrados: las fotografías de Henryk Ross, una mirada al Holocausto», incluida en el programa oficial de PhotoEspaña, que permanecerá abierta en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid hasta el 30 de junio.



En la presentación de la muestra, su comisario, Thomas Weber, del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton, relató la historia de unas imágenes que contrastan con las publicadas por las revistas del Tercer Reich, cuya finalidad era presentar los campos de concentración como instituciones de reeducación y los guetos como simples asentamientos.



El Consejo Hebreo del Gueto de Lodz tomó la decisión de que sería mejor para el bienestar de los habitantes del lugar fomentar esta imagen.



La razón para ello fue que si el Consejo conseguía transformar el gueto en un taller bien dirigido y rentable había una posibilidad de que los nazis, al menos durante un tiempo, no lo destruyeran.



Para ello, el Consejo contó con la ayuda de dos fotógrafos: Henryk Ross (1910-1991) y Mendel Grossman. Su tarea consistía en tomar fotos propagandísticas de los productos manufacturados y de la vida del gueto en general.



«Aunque con esto ayudaba en el propósito de esconder la terrible verdad, Ross utilizó secreta y audazmente el acceso que tenía a una cámara y al equipo de revelado para mostrar los horrores de Lodz», según el comisario.



«Tomó desgarradoras instantáneas de ejecuciones, de gente muriendo de hambre, de caras llenas de angustia y de niños que cavan en el suelo desesperadamente para extraer patatas podridas y otros alimentos que habían sido enterrados en el gueto», recordó.



Las fotos de Ross sobrevivieron a la guerra porque hizo con ellas lo mismo que el Consejo había hecho con la basura: enterrarlas en el gueto, donde permanecieron durante el invierno de 1944-45.



Después de la liberación, Ross, quien -a diferencia del 97 por ciento de los residentes del gueto- había sobrevivido, desenterró la caja con sus fotos y negativos.



Las fotografías se convirtieron en imágenes iconográficas del Holocausto, pero las instantáneas que no coincidían con la imagen que se había creado con los recuerdos de los supervivientes se mantuvieron apartadas del ojo público, como si todavía estuviesen enterradas en el gueto.



Algún tiempo después de la guerra, Ross fue acusado por algunos supervivientes del gueto de colaboracionismo. Su trabajo empezó a ser gradualmente marginado y muchas de sus fotografías comenzaron a ser incorrectamente atribuidas a Mendel Grossman.



En 1987, cuatro años antes de su muerte, Ross catalogó la mayoría de sus fotografías. Ese mismo año, donó los contactos de casi todos los negativos, además de una copia de su catálogo, al Museo de la Diáspora Judía de Tel Aviv.



En los veinte años posteriores, el Museo conservó, pero no incluyó, ninguna reseña de ellas en su catálogo.



El hijo de Ross continuó con la labor de su padre para extraer la colección completa de su metafórico lugar de enterramiento, haciendo posible, en los años 90, su traslado al Archivo de Conflictos Modernos, desde donde ha sido recientemente llevada a la Art Gallery de Ontario en Toronto.



«La colección completa de Henryk Ross actualmente espera la debida atención y nos reta a examinar cómo la historia del Holocausto ha sido contada y recontada en los últimos sesenta años», señaló este viernes el comisario de la muestra.



EFE

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