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Presentan en sociedad al roedor más grande de todos los tiempos

El fósil, de más de medio metro de longitud, perteneció a una especie emparentada con los actuales hámsters, y es el primer cráneo hallado de un animal del que se sabía que había existido, pero sobre el que no se habían encontrado restos completos.


Vivió hace cuatro millones de años, pesaba casi una tonelada y sin embargo era familiar de los hámsters: se trata del «Josephoartigasia monesi», el roedor más grande de todos los tiempos, cuyo cráneo fue presentado este martes en Montevideo.



El Ministerio de Educación y Cultura uruguayo abrió hoy la exposición en la que por primera vez se muestra este cráneo fósil, cuya revelación hace unos meses por los científicos Andrés Rinderkneckt y Ernesto Blanco marcó un hito en la paleontología mundial.



A la presentación del cráneo del gigantesco roedor asistieron estos dos científicos uruguayos y numerosas personalidades de la ciencia de este país, entre ellas la ministra de Educación y Cultura, María Simón.



La ministra destacó la cuidada reconstrucción del roedor también presentada hoy y realizada a partir del fósil hallado, y que ofrece una idea muy precisa de este animal que habitó Sudamérica hace casi cuatro millones de años.



El fósil, de más de medio metro de longitud, perteneció a una especie emparentada con los actuales hámsters, y es el primer cráneo hallado de un animal del que se sabía que había existido, pero sobre el que no se habían encontrado restos completos.



El roedor prehistórico medía 2,5 metros de largo y su peso rondó entre la media tonelada y los 2.500 kilos, aunque este ejemplar estaría más cerca de la tonelada, según subrayaron los dos científicos.



Blanco y Rinderknecht fueron los autores de la investigación publicada en enero pasado en la revista especializada Proceedings of the Royal Society of London que sacó a la luz el descubrimiento.



El hallazgo del cráneo en sí, sin embargo, lo realizó el paleontólogo aficionado Sergio Viera hace dos décadas en un talud junto a la ribera del mar en las Barrancas de Kiyú, en el departamento uruguayo de San José.



El cráneo permaneció «archivado» en los anaqueles del Museo Nacional de Historia Natural y Antropología, hasta que estos jóvenes científicos comenzaron a estudiarlo en 2005 y se dieron cuenta después de la real importancia del hallazgo.



Su curioso nombre científico, «Josephoartigasia monesi», hace honor al prócer de la patria uruguaya, José Artigas, y al paleontólogo nacional Álvaro Mones.



En la presentación del cráneo, el físico Ernesto Blanco citó a Confucio para señalar que «una buena imagen vale más que mil palabras» y, así, refutar un estudio reciente realizado por una científica canadiense en el que se afirmaba que el roedor gigante no pasaba de los 350 kilogramos.



«Esta interpretación es incorrecta», dijo Blanco, quien advirtió sobre «los prejuicios» que se tienen aún en círculos científicos anglosajones y europeos por los resultados que ofrece la ciencia latinoamericana.



Blanco subrayó en este sentido que, al igual que en otros campos, la paleontología latinoamericana está «entre las primeras» del mundo.



Andrés Rinderknecht apoyó esta idea e hizo énfasis en lo «extraordinario» del material presentado hoy.



En declaraciones a Efe, Rinderknecht explicó que aún es mucho lo que queda por hacer para conocer la vida que llevaban los «Josephoartigasia» en esta parte del mundo.



«Ahora estamos estudiando la fuerza de mordida de este herbívoro», explicó, muy importante para conocer no sólo los hábitos alimenticios del animal, sino también las zonas en las que pudieron existir colonias de estos roedores.



También, añadió, se harán exámenes del cráneo con tomografías, para determinar mejor su capacidad craneal y otros datos morfológicos.



Rinderknecht aseguró que «quedan muchos descubrimientos aún por revelar» y enfatizó que el roedor gigante es sólo la punta de un iceberg de hallazgos «que esperan» en los estantes del Museo de Ciencias Naturales, tras haber sido aparcados durante décadas entre el polvo y las etiquetas en blanco.



EFE

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