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Cóndor andino, el gigante del cielo, al borde de la extinción

«En algunas localidades creen que los cóndores matan a su ganado, a las crías, por eso colocan veneno para eliminarlos», sostiene un biólogo.


El mítico cóndor andino, el ave voladora más grande del planeta, lucha por sobrevivir en las altas cumbres sudamericanas entre las torres de alta tensión y la persecución humana, que lo han colocado al borde de la extinción.



Este animal mitológico, cuya forma de planear deja sin aliento a quienes tienen la posibilidad de avistarlo, habita y anida en los Andes, desde Venezuela al Cabo de Hornos, pasando por Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina, entre los 400 y 4.500 metros de latitud.



Pero la especie se ha reducido paulatinamente, pese a ser símbolo nacional de cuatro países (Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador), que lo tienen representado en sus respectivas banderas y escudos.



Según uno de los escasos estudios sobre este animal, publicado por USAID en el 2007, la población total rondaría los 6.200 ejemplares, de los que alrededor de dos tercios estarían en Argentina y Chile.



El «vultur griphus», su nombre científico, ha desaparecido prácticamente de Venezuela y Colombia, mientras en Perú, Bolivia y Ecuador no hay cifras, agrega el informe facilitado a Efe por el Instituto de Recursos Naturales (INRENA) de Perú.



Estos datos han puesto en alerta a los ambientalistas, en disputa sobre si se deben habilitar espacios para que los turistas disfruten de su avistamiento, como ocurre en el Cañón del Colca, el segundo más hondo del mundo con casi 100 kilómetros de longitud y una profundidad de 3.400 metros.



Allí, a unos 1.000 kilómetros al sur de Lima, viajeros llegados de todo el mundo se maravillan ante el cercano, silencioso y perfecto vuelo de la veintena de cóndores que habitan el lugar.



Esta cercanía al hombre es uno de los motivos que ha puesto en peligro al ave gigante, explica en una entrevista el biólogo del INRENA Arturo Cornejo.



Pero hay amenazas mayores, como los postes de alta tensión, la persecución con fines comerciales, los pesticidas y la progresiva pérdida del hábitat.



«El hombre se ha acercado cada vez más y ha ocasionado alteraciones por el impacto que tienen las torres de alta tensión; en algunos lugares los cóndores han muerto electrocutados (…); se utilizan pesticidas en zonas agrícolas y los animales pueden morir», aclara Cornejo.



«En algunas localidades creen que los cóndores matan a su ganado, a las crías, por eso colocan veneno para eliminarlos», agrega el biólogo.



Aún así, Cornejo cree que «sí es posible desarrollar un turismo sostenible de observación de aves, pero cumpliendo con los estándares internacionales» y ello pasa por la creación de «refugios adecuados para que el ave no se sienta intimidada».



EFE

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