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Birmania: parada en el tiempo 20 años después de alzamiento popular

Todo comenzó el verano de 1988. Los estudiantes universitarios llevaban más de un año protestando contra el régimen del dictador Ne Win, cuando llamaron al levantamiento popular en esa fecha, que ellos consideraban profética por la repetición del 8.


El anhelo de democracia es un sueño para los birmanos, cuando hoy se cumple el vigésimo aniversario del alzamiento popular conocido como «8-8-88», en el que murieron cerca de 3.000 personas a manos del Ejército de Birmania (Myanmar).



Su convocatoria surtió efecto. Desde aquel día hasta el 18 de septiembre, los birmanos se manifestaron en masa, en pueblos y ciudades, pese a la sangrienta represión de los militares, que terminaron por instaurar el orden, tras la caída de Ne Win y varios intentos de alzamiento.



La Junta Militar quedó instalada en el poder y la historia de Birmania parada en el tiempo.



Pero, pese a que los birmanos siguen sin disfrutar de la libertad por la que arriesgaron sus vidas marchando entre las balas de los soldados, un icono nacional de la disidencia emergió durante esas seis semanas sangrientas.



Aung San Suu Kyi, por entonces desconocida hija del héroe nacional de la independencia, Aung San, fue instantáneamente consagrada como la imagen de la oposición al clamar por la libertad ante las masas en la pagoda de Shwedagon.



A petición de los opositores, Suu Kyi se puso al frente de la Liga Nacional para la Democracia (LND) y ganó las elecciones legislativas de 1990 por abrumadora mayoría.



Los militares no acataron los resultados y, 28 años después, el reloj sigue también detenido para la Nobel de la Paz, que ha vivido bajo arresto domiciliario 12 de los últimos 18 años.



Por este motivo, el aniversario de la revuelta ha sido aprovechado por la oposición y organizaciones como Amnistía Internacional para recordar la precaria situación de los derechos humanos en el país y pedir la liberación de los 2.000 presos políticos.



Miembros de la oposición han organizado protestas frente a las embajadas de China y Birmania en varios lugares del mundo.



«Pedimos a la comunidad internacional que se una a nosotros para condenar al régimen que continúa oprimiendo y matando civiles», ha manifestado una coalición de más de 50 organizaciones disidentes, en un comunicado.



Otro grupo de contrarios al régimen se reunió el jueves en Tailandia, en la víspera de la conmemoración del alzamiento, con el presidente Bush, al que le rogaron que limite las sanciones económicas contra su país.



«El aislamiento ha empujado a los militares hacia sistemas autoritarios, en vez hacia la democracia», dijo el disidente Aung Naing Oo al diario birmano «Mizzima», antes de encontrarse con Bush.



Sin embargo, no es probable que Bush siga sus recomendaciones. Estados Unidos ha criticado duramente a la dictadura en los últimos meses, alarmado por la mano de hierro con la que reprimió las protestas de los monjes, el pasado septiembre; y especialmente, por impedir la entrada de la ayuda humanitaria tras la catástrofe del ciclón Nargis, que dejó 134.000 muertos o desaparecidos en mayo pasado.



Ayer, durante su visita a Bangkok, el presidente estadounidense condenó la tiranía del régimen y pidió la liberación de Suu Kyi, considerada el símbolo de la democracia birmana.



Mientras, en Birmania, la Junta Militar ha aumentado las medidas de seguridad para prevenir que la celebración de la fecha desemboque en una revuelta como la de septiembre pasado, la mayor protesta popular desde el alzamiento del 88.



El Ejército ha desplegado sus soldados a lo largo de la frontera con Tailandia y cientos de antidisturbios patrullan en Rangún, la antigua capital y escenario de las últimas manifestaciones.



Hace cinco años, durante el 15 aniversario, el Gobierno militar también cerró las sedes de la LND y encarceló a cientos de sus miembros.



El 29 de mayo pasado, en medio de la tragedia del ciclón Nargis, la Junta se empeñó en seguir adelante con el referéndum constitucional destinado a garantizar su permanencia en el poder.



La consulta popular, calificada de farsa por los observadores internacionales, logró supuestamente un 92,4 por ciento de los votos.



Por eso, 20 años después del levantamiento del 8-8-88, nada parece indicar que el tiempo vuelva a correr en Birmania.



EFE

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