Publicidad

Renuncia de Musharraf pone fin a una era en Pakistán

El ahora ex hombre fuerte paquistaní derrocó a un gobierno elegido democráticamente con un golpe militar, y llevó al país al borde de una guerra con India sólo para lanzar unos años después un proceso de paz sostenido. A su partida deja un país más frágil y fracturado que cuando llegó al poder.


BBCMundo.com

var _rsCI=»bbc»;
var _rsCG=»0″;
var _rsDN=»//secure-uk.imrworldwide.com/»;


Su renuncia marca el fin de una era para un país que enfrenta enormes retos económicos y de seguridad.



Será recordado por muchas cosas.



Musharraf derrocó un gobierno elegido democráticamente con un golpe militar, y llevó al país al borde de una guerra con India sólo para lanzar unos años después un proceso de paz sostenido.



Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington declaró su apoyo total a Estados Unidos y se convirtió en un protagonista clave en la llamada Guerra contra el Terrorismo liderada por Washington.



También fue responsable de la modernización de muchos sectores de la sociedad pakistaní.



La historia



Pero no soportó ninguna oposición, y debilitó importantes instituciones estatales. Y al final fue víctima de la arrogancia, la sensación de que era indispensable, y de que no podía hacer nada mal.



Musharraf deja un Pakistán más frágil y fracturado que cuando llegó al poder.



«Muchas cosas buenas ocurrieron en Pakistán durante su tiempo, y creo que es algo que los libros de historia recordarán más adelante», dijo Mushahid Hussein, un destacado activista político.



«En lo que respecta a la democracia en Pakistán» -refuta el senador Enver Beg del Partido del Pueblo Paquistaní-, «los historiadores no lo van a perdonar».



Musharraf nunca logró persuadir a la mayoría de su pueblo de que no estaba peleando una guerra ajena.



«El manipuló elecciones, acosó a sus oponentes, y se convirtió en un dictador. No es un gran legado», dijo Beg.



Su más importante decisión internacional fue apostarle a la suerte con George W. Bush y los Estados Unidos después de 11 de septiembre. Musharraf abandonó al Talibán en Afganistán y trabajó en estrecha colaboración con los estadounidenses en la persecución del extremismo islámico.



En retorno, Washington le ha dado a Pakistán más de US$10.000 millones en ayuda al ejército desde 2001.



¿Guerra ajena?



Pero muchas de las ganancias de su alianza estratégica han sido dilapidadas.



Las regiones fronterizas de Pakistán cerca de Afganistán, donde no impera la ley, siguen siendo un refugio para al-Qaeda, y una nueva insurgencia del Talibán en Pakistán ha ido gradualmente cobrando fuerza.



La cooperación militar con los estadounidenses también es cada vez más impopular en Pakistán. Como presidente, Pervez Musharraf nunca logró persuadir a la mayoría de su pueblo de que él estaba haciendo algo más que pelear luna guerra ajena.



«El nunca logró dar la impresión en Pakistán de que estaba luchando por su propio país y su bienestar», dijo el analista militar Talat Masood.



En la frontera oriental, las relaciones con India también han sido volátiles.



Como jefe del ejército, el general Musharraf lanzó una aventura militar en Kargil en 1999, poco antes de su golpe militar.



Soldados paquistaníes y militantes cachemires infiltraron territorio indio, antes de que la presión de Estados Unidos los obligara a retroceder.



Retroceso



Y luego, un ataque armado en el parlamento de India en Nueva Delhi en 2001, incitó el armamentismo a ambos lados de la frontera indo-pakistaní, que puso a los vecinos nucleares del sur de Asia al borde de una guerra.



Pero desde 2004 hacia adelante un proceso de paz entre los dos países, en el que Pervez Musharraf invirtió una considerable cantidad de prestigio personal, condujo a un cese el fuego y una serie de medidas de construcción de confianza.



Pero la salida de Musharraf del poder coincide con un nuevo retroceso de las relaciones con India.



El gobierno en Delhi está convencido de que ataque suicida por parte de militantes islámicos en su embajada en Kabul, el mes pasado, fue organizado bajo los auspicios de agentes de inteligencia pakistaníes.



Los primeros años de Pervez Musharraf en el poder parecían prometer la esperanza de un nuevo comienzo y una agenda modernizadora. Él liberalizó la economía y los medios electrónicos.



Musharraf apoyó los derechos de las mujeres e hizo esfuerzos por mejorar los estándares educativos.



También deja el poder sin cargos serios de corrupción en su contra, algo raro en Pakistán.



Pero en los últimos 18 meses claramente se excedió. El pensó que podía colocarse por encima de la Corte Suprema, el parlamento y cualquiera que tuviera una opinión distinta a la suya, sin consecuencias.



Indiferencia



Musharraf destituyó a los jueces de la Corte, impuso el estado de emergencia y maquinó su reelección en el cargo.



«Era demasiado engreído, era presumido», admite Mushahid Hussein. «Pero las realidades en el terreno han cambiado».



Los críticos dicen que una de las partes más perjudiciales de su herencia es el hecho que su indiferencia hacia las instituciones civiles ha debilitado al estado paquistaní.



También animó la extensión de la influencia militar en todas las esferas de la sociedad y siempre pareció más cómodo con hombres uniformados.



«No comprendió la importancia de otras instituciones», dice Talat Masood. » Y no entendió que un país de 160 millones de habitantes no podía ser gobernado por una sola persona.»



En algunos aspectos fue una víctima de su propio éxito.



La era Musharraf vio la aparición de una clase media más segura, que estuvo a la vanguardia de las protestas contra su imposición del estado de emergencia.



Pero hacia el final de su carrera presidencial, incluso los logros económicos que podía reclamar como suyos, se vieron opacados por la reacción negativa en los meses de crisis política.



En julio de 2008 la inflación anual fue superior al 24%, mientras que el valor de la rupia cayó dramáticamente, debido a la prolongación de la crisis política.



«Él se quedó en el poder más de la cuenta», dijo Enver Beg del PPP. «Es tiempo de vivir sin Musharraf, es hora de seguir adelante. »

Publicidad

Tendencias