Cerca de tres millones de personas podrían quedar sin trabajo en el país del norte de no aprobarse un mecanismo urgente de socorro a cerca de 300 bancos al borde de la quiebra. Ellos podrían sumarse a los que ya perdieron sus casas, sin contar el fantasma de la recesión y la inestabilidad a escala mundial. Con todo, la mayoría de los ciudadanos está en contra de salvar al establishment financiero y prefiere que paguen como cualquier mortal por sus decisiones irresponsables.
Sin contar a Estados Unidos, en mayo o menor medida, el resto de las economías mundiales a través de sus líderes políticos, se han encargado de reafirmar que sus países están suficientemente "preparados" para enfrentar la crisis económica, como pasando por alto las fotos de corredores de bolsa histéricos y cabizbajos después de asistir a la peor caída del Dow Jones en 20 años y omitiendo la incertidumbre que se expande a escala global. Son los efectos en el mercado del portazo luego que la Cámara de Representantes de Estados Unidos, se negara a aprobar el plan de la administración Bush para inyectar US$ 700 mil millones a la los bancos, estrangulados por los "activos tóxicos". En otras palabras, los créditos hipotecarios de alto riesgo que las instituciones financieras entregaron sostenidamente en una época en que el dinero era más barato, gracias a tasas de interés muy bajas. Esta tendencia duró aproximadamente 10 años. Lapso en que el mercado financiero siguió sintiéndose todopoderoso y no cambió un ápice su habitual arrogancia.
Pero ahora, las cosas cambiaron y el mismo mercado altanero, ahora recibía sumiso los cerca de 1.000 billones de dólares que el gobierno de Estados Unidos prestó a dos corporaciones dedicadas al crédito hipotecario (Fannie Mae y Freddie Mac), más los US$85.000 millones que recibió del estado la compañía de seguros AIG. La pesadilla se hizo real cuando se materializó la quiebra de Lehman Brothers uno de los bancos de inversión más importantes.
Por eso, las súplicas de Bush, que la semana pasada salió públicamente tres veces a defender su propuesta. Pero el rechazo no ha logrado otra cosa que ensombrecer los ánimos entre los norteamericanos y por cierto arrastrar en la caída al resto de los mercados en el hemisferio occidental.
Según fuentes del Congreso estadounidense, citadas por la BBC, la votación del acuerdo de salvataje fue seguida atentamente en todo el país y los legisladores recibieron cientos de correos electrónicos desde sus estados, pidiendo que no se aprobara el plan. Aunque si el Estado compra los bancos en problemas, los contribuyentes se convertirían en accionistas, y si se recuperan hasta podrían obtener ganancias, la sensación es de total desconfianza.
«No podemos habituarnos al rescate de compañías que toman malas decisiones, en vez de dejar que aprendan de sus errores como todo el mundo», dijo el congresista republicano Mike Conaway, luego de rechazar el plan. Analistas indican que las medidas de salvataje tal como fue concebido, le hubiera costado unos US$15.000 al año por hogar en Estados Unidos.
El peligro de los sin casa
"Lo que busca el paquete es remover estos títulos tóxicos de modo que el ciclo del crédito, que es esencial para una economía, vuelva a funcionar", dijo el economista chileno Sebastián Edwards, profesor de la UCLA, a favor del plan rechazado y conciente de que la preocupación central es que esta crisis del mundo financiero afecte lo menos posible al "sector real" de la economía: el empleo, la producción y la inversión.
Charles Shummer, senador por Nueva York, estima en tres millones las personas que pueden quedar sin trabajo de no encontrarse un mecanismo que haga recuperar la confianza en los mercados y el mismo número podría perder sus casas. Valdría más para ellos el rescate que para los ejecutivos, quienes verían congelados sus sueldos astronómicos y prohibidas las abultadas indemnizaciones, según lo preveía el plan recientemente rechazado.
El octogenario Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (equivalente de nuestro Banco Central) dijo en entrevista con la cadena ABC que "de lejos esta es la peor crisis que he visto en toda mi vida. No creo que una crisis de esta magnitud deje de tener un impacto en la economía real, a pesar de las cosas positivas en el corto plazo como la caída en precio del petróleo, los alimentos y la inflación".
Tan desconocido como el valor real de los famosos "activos tóxicos" es el verdadero culpable de la crisis. El multimillonario George Soros dijo hace algunas semanas al diario austriaco Daily Standard que "los políticos han mantenido una especie de fundamentalismo de mercado basados en la idea errónea de que los mercados tienden al equilibrio. En el futuro se necesitarán regulaciones más estrictas e inteligentes para reducir el exceso de entregas de crédito en la economía". No está demás decir que el fondo de inversión que maneja Soros dejó ganancias por un 34% el año pasado, al vaticinar que la crisis de los créditos venía más fuerte de lo que el resto pensaba. Es posible que la fiesta del mercado financiero esté pasando por su peor momento y aunque se acabe, ya nada volverá a ser como antes.