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La odisea de Obama y la responsabilidad de todos

Christian Buscaglia
Por : Christian Buscaglia Periodista El Mostrador
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Ahora, las amenazas son más dispersas. Obama tiene que encontrar ese objetivo central, que regenere cohesión en la protección y la seguridad de su país y de los países que forman la alianza transatlántica, pero no con un criterio expansivo de potencia tradicional.


La primera etapa de esta odisea está cumplida.  El proceso fue largo y complejo. Barack Obama vence holgadamente una elección y asume la responsabilidad de un país que está herido, y que deberá enfrentar varias etapas antes de su recuperación.

La segunda etapa en el triunfo de un candidato, sea en la comuna más pequeña o en el país más poderoso, es quizás la más difícil, porque está la espiral de expectativas.

El triunfo se debe al diagnóstico, pero como es habitual, hay que encontrar las hebras de lo que le hace bien al país. Y no es fácil. Están las situaciones de  adversidad en la economía local y global y en las relaciones internacionales, haciendo la complejidad de esta segunda etapa un asunto difícil de dimensionar.   

Tres estados en disputa y de difícil pronóstico, contribuyeron significativamente al triunfo: Florida, Ohio, y Pensylvania. Ahora los dos bordes Este y Oeste se tiñen de color demócrata abriendo un soplo de aire que el país necesitaba, convertido después de ocho años, en una trinchera enclaustrada. En general, el exhaustivo y pulcro sistema de sondeos de preferencias no falló y las predicciones en los análisis estuvieron acertadas. La manifestación electoral fue respaldada por una alta concurrencia en las urnas, un gran entusiasmo, y de la cual se obtienen lecciones positivas.
 
La misión

Lo de Barack Obama en varios aspectos, – por personalidad, origen, cierto carácter “mesiánico” pero sin el aspaviento eclesiástico,  tiene rasgos de una tragedia griega, en el sentido del estoicismo en la misión.

Con desdén dirán algunos, que la empresa de Obama no es más que salvar al imperio americano. Pero ese no es el tema. Lo que enfrenta el presidente elegido anoche, es una situación completamente inédita, para cualquier presidente que asume en la historia de EE.UU. de los últimos 60 años.

Si bien al capitalismo y su estado liberal, lo quieren o lo detestan unos más que otros, pocos dudan de que hay que reformular algunas condicionantes de base y las reglas del juego, para seguir funcionando dentro de los límites de la individualidad, y el colectivismo. El ajuste estructural de los 80, sustentado por un sistema político sobredeterminado por la directriz económica y deslegitimándose aceleradamente, puede que no llegue a su fin, pero Obama ha puesto una voz de alerta y el mandato que ha recibido es sólido.

El apunta a un centro clave cuando habla de transformar la forma de hacer política. Los que se han beneficiado con esa forma, no expresaban demasiada satisfacción con el triunfo de Obama, y esto es válido para todo el espectro político.                

El presidente recién elegido no “recibe” un EE.UU.  en las condiciones como lo han encontrado cualquiera de los presidentes que asumieron después de la Segunda Guerra Mundial. Ni siquiera Harry  Truman, se hace cargo de un EE.UU. enfrentando el tipo de crisis económica y de fragmentación en los equilibrios internacionales como el de ahora. La existencia de la confrontación con la EX -URSS, implicaba la amenaza nuclear, pero había un marco y un protocolo. La confrontación bipolar al menos cohesionaba las relaciones de EE.UU. con los aliados frente al objetivo común. La crisis financiera ya impactó a la economía y repetidamente se anuncia una recesión similar a la del año 29,  la Comunidad Europea ya pronostica crecimiento negativo.

Ahora, las amenazas son más dispersas. Obama tiene que encontrar ese objetivo central, que regenere cohesión en la protección y la seguridad de su país y de los países que forman la alianza transatlántica, pero no con un criterio expansivo de potencia tradicional.

En las dos administraciones Bush, la estrategia de cohesión fue la lucha internacional contra el terrorismo, que traspasó los límites de la contención y se transformó en una doctrina expansiva. Fracasa a partir de la invasión a Irak en 2003 y no genera ni cohesión en la unidad transatlántica, ni equilibrio y cooperación en las relaciones internacionales. Ni China se salva del terrorismo del radical islámico, y ahora una parte sensible del Asia Central está en una convulsión que puede contagiar a India.  

La odisea de Barack Obama es de todos. En el “todos deben colaborar”, los vestigios de la confrontación bipolar y el antiamericanismo que la acompaña, deberán disiparse y dar paso a la filosofía que le apoyó para conquistar a un elector que estaba posicionado en el lenguaje neoconservador y que continuaba agitando la confrontación. Es decir, escuchar, ver, pensar, comprender, negociar, actuar en base a un proyecto donde la beligerancia ciega o arbitraria es postergada  por la construcción y cooperación.

“En su discurso, John MaCain fue elegante”, dijo Obama. Al felicitarlo el candidato republicano remarcó que no desea un Estados Unidos polarizado. En su propia tesitura su espíritu funcionó como el de un patriota. Sabe que su país está herido y que la responsabilidad es de todos ellos. Fue excesivamente cauteloso esta vez. Le faltó decir que es de todos los demás también, que un grado de responsabilidad tienen en la situación en que está el planeta y EEUU en particular. Aunque muchos no lo conciban así, uno también tiene responsabilidad de por qué EEUU, está como está.

Después de la histórica  transmisión radial de Bío Bío La Radio, hasta después de medianoche  -histórica por el triunfo de Barack Obama-, la síntesis de este triunfo, quedó flotando en una frase de Nibaldo Mosciatti: “Cuando despertemos, dentro de un rato, sin la adrenalina, recién empezaremos a darnos cuenta de lo sucedido”.

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