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Honduras entre realidades polarizadas

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Los militares, así como la mayoría de los medios, son acusados de coordinar la salida de Manuel Zelaya de la presidencia y como la participación popular será el factor crucial con el que serán evaluadas estas elecciones, es lógico que quieran garantizar una nutrida convocatoria.


«Bienvenidos a Honduras, un país en paz y en democracia» dice la voz profunda que nos da la bienvenida a bordo del avión que nos trajo a Tegucigalpa.

A partir de allí todo lo que he respirado en estas pocas horas en Honduras es política, en su expresión más polarizada.

No tanto por los bandos encontrados sino por las diferencias entre lo que veo en los medios y lo que percibo en la calle.

Televisoras, radios y periódicos hablan de las elecciones como si se tratara de un proceso más en la corta experiencia democrática hondureña.

Como si el «detalle» de que haya un presidente depuesto y refugiado en una embajada no fuera sino anecdótico.

Ahora estamos en «silencio electoral», incluso el presidente interino, Roberto Michelleti, se «retiró» de la escena por unos días. Por eso los medios se dedican sólo a incentivar la participación popular el próximo domingo.

Hasta las fuerzas armadas y de policía tienen el aire una pieza institucional en la que recuerdan que ellos no pueden votar, pero que «defienden la constitución» para que los demás hondureños puedan elegir a sus gobernantes.

Los militares, así como la mayoría de los medios, son acusados de coordinar la salida de Manuel Zelaya de la presidencia y como la participación popular será el factor crucial con el que serán evaluadas estas elecciones, es lógico que quieran garantizar una nutrida convocatoria.

«La expresión popular»

Hasta uno de los más cercanos colaboradores del refugiado Zelaya reconoció a BBC Mundo que «no hay nada más importante que la expresión popular» y aclaró que ellos consideran ilegítimos a los organizadores de los comicios, pero no la decisión ciudadana de participar o no.

Muchos políticos hondureños de los que apoyaron la salida de Zelaya esperan que esa participación sea masiva para «callarle la boca» a los gobiernos extranjeros que han aislado a Honduras.

Pero el problema no es solo con la gente de afuera, dentro de Honduras muchos temen que haber insistido en las elecciones puede terminar desencadenando brotes de violencia y eso podría afectar la concurrencia a los comicios, más que las fidelidades políticas.

«No a las elecciones, sí a la revolución», dice una pintada en una pared en la vía que comunica al aeropuerto con el centro de la ciudad.

Recuerdo esa frase cuando un simpatizante zelayista me dice en las cercanías de la embajada de Brasil -en la que está refugiado el mandatario depuesto- que lo suyo no es Mel (como se lo conoce a Zelaya), ni las elecciones, sino «lo que viene después».

Si lo hubiera escuchado, la preocupada señora de una tienda de celulares que me expresaba sus dudas por lo que pueda pasar el domingo, seguramente habría ratificado su decisión de no salir de su casa el día de los comicios y no dejar que sus hijos salieran a votar.

¿Algo más que política?

Son las once de la noche, cuando regreso al hotel. Enciendo la televisión y veo que muchos se han echado a la calle. ¿Pasó algo? ¿Manifestantes zelayistas alegres por el «retiro» temporal de Michelleti?

No. Se me olvida que no solo de política vive el hombre. Son aficionados festejando el triunfo de su equipo en la Liga Nacional de Fútbol.

A lo mejor somos los de fuera los que vemos demasiadas cosas, o las vemos más grandes de lo que puedan parecer a los ojos locales. Así que decido despolitizarme un poco y sigo viendo la celebración.

En eso uno de los aficionados entrevistados en directo dice con gravedad que «no se necesitan árbitros extranjeros, los locales sabemos pitar muy bien y decidir nuestras cosas».

¿Estaría hablando sólo de fútbol?

 

 

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